Capítulo 13

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Los dioses inferiores.

Los dioses inferiores son deidades de menor relevancia y poder en comparación con los Nueve, las divinidades supremas que rigen el destino del mundo. A pesar de su estatus secundario, los dioses inferiores juegan un papel crucial en la vida cotidiana de los mortales, así como en el mantenimiento del equilibrio cósmico.

Los dioses inferiores son frecuentemente asociados con aspectos específicos de la naturaleza, actividades humanas o fenómenos menores que no caen directamente bajo la jurisdicción de los Nueve. Estos dioses suelen tener dominios más limitados y poderes específicos que reflejan su especialización. Por ejemplo; Faelera diosa de las cosechas, Herinos dios de los ríos u Okeryn, dios de los vientos.

Aunque los dioses inferiores no poseen la majestuosidad ni el poder absoluto de los Nueve, algunos de ellos han establecido vínculos estratégicos con estas divinidades. Estas relaciones no están basadas en el afecto o la lealtad, sino en un interés mutuo por mantener y consolidar el poder del Magna. Los Nueve utilizan a los dioses inferiores como intermediarios y ejecutores de su voluntad en asuntos menores, asegurando así su dominio. Sagrado libro de los Nueve.

(Fragmento extraído del libro "Sagrado libro de los Nueve".)

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Las llamas lo envuelven todo.

Devorando las casas y las calles con voracidad insaciable. El aire está cargado de humo y cenizas, y el calor abrasador me oprime el pecho. Grito los nombres de mis hermanas, pero mi voz se ahoga en el rugido de las altas llamas que lo envuelven todo.

Corro por las calles de Emberfell, mis pies descalzos quemándose contra el suelo ardiente. A cada paso, veo los rostros de mis vecinos, sus expresiones congeladas en una mezcla de terror y desesperación. Todo está envuelto en un velo de llamas danzantes y gritos desgarradores. Me esfuerzo por encontrar a mi familia, pero cada esquina que giro me lleva a más caos y muerte.

Entonces los veo. Mi madre y mi padre están allí, sus cuerpos inertes entre los escombros. La sangre mancha el suelo bajo ellos, oscura y viscosa, mezclándose con el barro y las cenizas. Quiero acercarme, tocarlos, pero una barrera de fuego me lo impide. Sus ojos vacíos me miran, acusándome de no haber estado allí para salvarlos.

Mi mirada se desplaza hacia el suelo, donde veo algo que me rompe el corazón en mil pedazos, y a su vez, esos mil pedazos en mil más, quedando totalmente irreparable. Las flores rojas de mi hermana están esparcidas, aplastadas y pisoteadas, en medio de un charco de sangre. La sangre de mi padre. El contraste entre el rojo brillante de las flores y el oscuro carmesí de la sangre es devastador.

El humo se espesa a mi alrededor, y el calor se vuelve insoportable. Mis pulmones arden con cada bocanada desesperada, y mis ojos lagrimean por la mezcla de dolor y humo. Intento gritar, pero ningún sonido sale de mi garganta. Estoy atrapada, incapaz de hacer nada por ellos.

Balada de sangre y fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora