Capítulo 8

303 21 0
                                    

Hay antiguos escritos que hablan de criaturas aladas con aliento de fuego, criaturas que volaban sobre el cielo y lo hacían ver diminuto. De eso hace miles de años, hasta que Vaelor decidió, hace cuatrocientos años, que sería el fin de una era en la que los dragones poblaban la Tierra. Existían diversas razas de estos majestuosos seres.[...] Los dragones norteños, en comparación con sus contrapartes sureñas, se distinguían por su corpulencia y robustez, exhibiendo un carácter grave y solemne. Sus cuerpos estaban cubiertos por gruesas escamas de colores claros y grisáceos, adaptadas a las frías y escarpadas tierras del norte.

Por otro lado, los dragones sureños eran notablemente más alargados y esbeltos, dotados de una agilidad superior y una destacada capacidad para moverse con rapidez y precisión en espacios reducidos. Estas características les permitían adaptarse perfectamente a los cálidos y variados terrenos del sur, donde la destreza y la rapidez eran esenciales para la supervivencia.

[...]Es bien sabido que los dragones dependían de la magia como los pulmones del aire. Requerían de ella para desarrollar muchas de sus habilidades innatas, tanto aquellas propias de su naturaleza dracónica, como la capacidad de comunicarse con sus almas humanas. Esta magia la obtenían a través de sus progenitores. —La historia de Gianeth.

(Fragmento extraído del libro "La historia de Gianeth". Apartado nº45; Dragones.)

)

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Abro la boca como si fuese un pez fuera del agua, sedienta por algo de aire.
Los ojos se despegan de golpe, con el corazón martilleándome en el pecho y un ligero sabor metálico en la boca.

Los hombros me suben y bajan con agresividad obligándome a llevar una mano al pecho para verificar que el corazón no se ha escapado de su hueco aún.
Bajo los fuertes latidos que rebotan en mi mano, busco con una gran desesperación algún indicio de familiaridad en la penumbra que me rodea. No recuerdo que anoche me fuese a dormir... Realmente no recuerdo más allá de aquella lucha en el Santuario.

Anoche...

Vuelvo a cerrar los ojos por unos instantes y el recuerdo se abalanza sobre mí como un predador. El fuego. Las llamas devorándolo todo a su paso, el olor acre del humo mezclado con el grito desesperado de mi pueblo. Las imágenes son vívidas, como si aún pudiera sentir el calor abrasador y la desesperación.
Mi familia...

Cierro la mano sobre el pecho en un puño y una serie de maldiciones abandonan mi boca en un susurro.

Ellos no y yo sí.

Levanto la mirada a mi alrededor, tratando de adivinar el lugar en el que me encuentro. La cabaña es extraña, las paredes de madera toscamente labrada y el techo bajo me resultan ajenos, muy ajenos. Apenas hay luz, solo unos débiles rayos de sol que se filtran a través de las grietas de la pared.

Me incorporo bruscamente, ignorando el dolor que me recorre el cuerpo atormentado. Mis manos se aferran a la gruesa manta que me cubre, áspera y totalmente desconocida. ¿Dónde estoy? ¿Cómo he llegado a aquí?

Balada de sangre y fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora