La nieve cruje bajo mis botas de cuero oscuras. Un crujido ensordecedor, que rebota en lo más profundo del bosque.
El aire silba entre los árboles majestuosos de copa alta, cruzando las finas hojas hasta llegar a mis tímpanos.
Este frío me muerde las mejillas y se cala en mis manos ya coloradas y agrietadas.La confusión se enreda en mi mente como un pobre cervatillo lo haría en la telaraña de un Arañador*.
¿Por qué estoy aquí?
Cierro los ojos y tomo una larga bocanada de aire con la esperanza de poder calmarme. Aunque debería sentir miedo o pavor, incluso al encontrarme sola en este bosque que me es ligeramente familiar, no siento nada.
Un absoluto vacío.
Vuelvo a abrir mis ojos y van directos a esas ramas desnudas que se alzan hacia el cielo como si fuesen dedos congelados.
Aunque hay nubes grises y densas, el sol consigue filtrarse, creando un mosaico de sombras y destellos dorados sobre la blanca superficie.De repente, un rugido retumba en la distancia, haciendo que mi corazón se detuviera por un instante. ¿Qué criatura en Gianeth podría emitir semejante ruido? Sé que estos bosques están terminantemente prohibidos para aquellas personas que quieran seguir viviendo o al menos conservar sus miembros intactos debido a la cantidad de criaturas que acechan en ellos, pero ese rugido... Parece de otro mundo.
Las alarmas de mi cuerpo se encienden y una voz grita en mi interior pidiéndome huir de aquí. Pero hay algo más. Hay algo que me obliga a clavar los pies en el suelo y no moverme.
—Elira... — La voz vuelve a resonar.
Un rugido profundo sacude la nieve del suelo y obliga a los cientos de pájaros abandonar su refugio en los árboles que aun conservaban algunas hojas.
Su tono gutural reverbera en el aire, como un trueno en la distancia, anunciando su presencia con una fuerza indomable que podría helar el corazón de cualquier ser viviente.
Giro sobre los talones y observo mi espalda, sin perder detalle del lugar buscando un indicio de peligro, algo que me obligue a poner en funcionamiento de nuevo las piernas y huir.
El suelo tiembla una vez más acompañado de un gruñido sobrenatural.
Con el corazón bombeando con fuerza contra el esternon y los pies ya listos para funcionar, comienzo a correr entre los árboles tratando de alejarme del origen del rugido pero el sonido parece seguirme, persiguiéndome como una sombra en la oscuridad.
La nieve brota de entre mis botas saltando en todas direcciones.
—Elira —Otra llamada más. Esta vez, su profunda y ronca voz es como un lamento desgarrador que tan solo un alma rota podría cargar.
Los árboles pasan a una velocidad considerable a mi lado y no me atrevo a mirar al cielo siquiera, no me es necesario ver lo que hay justo encima de mi cabeza cuando la sombra del suelo ya me lo está gritando.
Por el amor de los Nueve... Es descomunal.
Emerjo en un claro del bosque y cada aliento se convierte en una nube de vapor que se disuelve en el aire gélido, mientras mis botas se pierden entre el grueso manto blanco que cubre el suelo.
El silencio ahora es realmente aterrador, solo interrumpido por mis alteradas bocanadas de aire y el ocasional susurro del viento entre las ramas se quedan ya muy atrás de mi. Me siento pequeña y vulnerable en medio de esta vastedad blanca.
Un destello de movimiento captura mi atención en el borde del claro. Mis ojos se agrandan con asombro cuando la figura toma forma entre las sombras. Es imponente, majestuoso, y me deja completamente sin aliento.
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Balada de sangre y fuego
FantasíaEn las profundidades de los sueños de Elira, un dragón la visita noche tras noche, un presagio de un destino desconocido. Intrigada por este vínculo, se aventura en busca de respuestas para estas insistentes visitas, pero tan solo logra descubrir un...