Hace no muchos años, después de la coronación del joven Rey Kalman, que por aquel entonces solo tenía diecisiete años, se instauró la infame práctica de La Marca de Fuego. [...]No se sabe muy bien por qué el rey tomó esta decisión, pero todos los sureños que deseaban establecerse en el Norte debían ser marcados con un hierro candente en el antebrazo como símbolo identificativo. Aquellos que se negaban eran enviados de regreso a sus tierras, mientras que los que aceptaban a veces morían por infecciones causadas por la marca. A pesar de los esfuerzos por incluir el fin de esta práctica en el Tratado de Paz, el rey se mantiene inflexible.[...] Esta medida, estaba implementada bajo el pretexto de seguridad. [...] —La historia del moderno Gianeth.
(Fragmento extraído del libro "La historia del moderno Gianeth".)
Apoyada sobre la madera del barco, observo en silencio el mar oscuro. La brisa nocturna acaricia mi rostro mientras las olas rompen suavemente contra el casco, produciendo un sonido rítmico que, en otras circunstancias, me habría resultado calmante, pero ahora, solo sirve para acompañar la rabia que siento ardiendo en mi pecho.Daelion. Este arrogante, insolente... Sus palabras resuenan en mi mente, y la forma en que me ha echado de la habitación, como si fuera un perro, ha dejado una herida profunda en mi orgullo. Aprieto los puños, sintiendo la madera del pasamanos ceder bajo la presión de mis dedos.
La luna se refleja en las aguas oscuras, creando un sendero plateado que parece guiarme hacia una calma que no logro alcanzar. El crujido del barco bajo mis pies es el único sonido que rompe la noche, pero no es suficiente.
¿Por qué se habrá enfadado tanto de repente?
Bueno, ¿y a mí qué más me da? Se encuentra bien, está vivo, pues ya no me importa más. Mi conciencia puede quedarse tranquila.
—Te escuché gritar —la voz de Evander me sobresalta, pero no lo demuestro. Me giro lentamente para enfrentar a mi hermano, quien me observa con una mezcla de preocupación y comprensión—. Y como buen hombre inteligente que soy, decidí no acercarme hasta verte más calmada.
Siempre tan perceptivo, siempre tan considerado.
Me doy cuenta de que tiene los ojos enrojecidos, como si hubiese llorado mucho. Esa visión me golpea más fuerte de lo que quisiera admitir.
—¿Qué es lo que ha hecho para enfadarte tanto? ¿Y qué podría hacer yo para evitarlo?
Sé que su pregunta va más allá de esas palabras, sé que está valorando si Daelion me ha hecho realmente daño o no. Siempre tan sutil, pero ya le conozco demasiado bien.
Sonrío, aunque mis mejillas nos llegan a elevarse. Me doy la vuelta, apoyando los codos sobre la madera del pasamanos y llevando la mirada hacia la cubierta donde los otros soldados están sumergidos en sus conversaciones.
—No podría enfadarme nunca contigo, Evander —Y lo digo en serio. Muchas veces hemos tenido discusiones, pero nunca han durado más de cinco minutos. Solo con compartir miradas ya está todo perdonado. —A no ser que vuelvas a comerte mis guarakes. Eso no te lo perdonaré nunca.
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Balada de sangre y fuego
FantasyEn las profundidades de los sueños de Elira, un dragón la visita noche tras noche, un presagio de un destino desconocido. Intrigada por este vínculo, se aventura en busca de respuestas para estas insistentes visitas, pero tan solo logra descubrir un...