Capítulo 36

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El Apartado de Emberfell, fue históricamente un punto estratégico de vital importancia. Situado cerca de las tierras sureñas, fue concebido por los norteños para vigilar de cerca los movimientos del Sur.

Sin embargo, su función no solo se limitaba a la observación. Para muchos, era un exilio dentro del propio ejército: aquellos que no lograban cumplir con las expectativas en el campo de batalla o en la corte eran destinados al Apartado de EmberfellLa historia de Gianeth.

(Fragmento extraído del libro "La historia de Gianeth".)

Desde el timón, observo cómo Tarec y Elira trabajan juntos para preparar las cosas de la pesca

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Desde el timón, observo cómo Tarec y Elira trabajan juntos para preparar las cosas de la pesca. La cubierta está bañada por la luz del mediodia, y el leve vaivén del barco parece armonizar con la suave brisa que nos rodea.

Él, en su papel de maestro improvisado, gesticula con las manos mientras explica. Elira, le mira con una expresión concentrada, y me hace sonreír su ceño ligeramente fruncido, llena de concentración.

—Lo primero que debes hacer es cerciorarte de que las redes estén bien aseguradas a los cabos. Si no lo haces, se soltarán en cuanto tiren demasiado. En estas aguas las corrientes son fuertes, mucho más de lo que puedes imaginar —dice Tarec, sujetando una de las cuerdas y demostrando cómo debe anudarse.

Es divertido ver cómo enseña el nudo que yo mismo le enseñé a hacer.

—Parece... fácil, pero no quiero hacer ningún desastre —responde Elira, con una ligera sonrisa, mientras sus manos intentan imitar los movimientos de Tarec.

Neyvelan, por su parte, está entretenido mordisqueando las botas de Tarec, sus pequeños dientes chocando contra el cuero con un sonido suave pero constante.

—¡Eh, suelta eso! —exclama Tarec, aunque en su tono se nota más diversión que verdadera preocupación—. Estas botas me costaron una autentica fortuna, ¿sabes?

Elira suelta una risa suave, y Neyvelan, terco como él solo, vuelve a la carga, decidido a hacerle frente al cuero resistente de las botas de Tarec.

—¡No seas malo! —le reprende Elira, su tono es una mezcla de cariño y firmeza, que quizás se deje tirar más por el cariño.

El pequeño dragón se queda congelado un instante, como si le hubiera sorprendido el regaño, y luego, como si hubiera cometido el mayor error del mundo, suelta las botas y sale corriendo, sus patas golpeando la madera de la cubierta con un ritmo torpe. Elira estalla en una carcajada que llena el aire de una alegría contagiosa. Es un sonido raro en ella, y verlo tan natural me arranca una sonrisa. Hace que un agradable calor se abra en mi pecho. Es ligeramente cálido, como cuando alguien quien quieres te abraza y se desprende ese agrado por tus venas.

—¡Cuidado con las...! —comienzo a decir, pero ya es demasiado tarde. Neyvelan ha encontrado un nuevo objetivo: las redes esparcidas cerca de la borda. Sin pensarlo dos veces, clava sus dientes en ellas y empieza a sacudirlas con fuerza, como si fuera un perro con un trozo de trapo.

Balada de sangre y fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora