Capítulo 25

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Froyla, la diosa de la caza, era la debilidad de Vaelor.

Este anhelo comenzó a arder con intensidad el día en que Gaiana, la diosa de la creación, dio vida a Froyla. Su presencia fue un hechizo para Vaelor, su forma salvaje y majestuosa, su piel blanca como las nubes y sus ojos verdes, que reflejaban el poder y el misterio de los bosques. La belleza de ella era tan audaz como un trueno y tan viva como un bosque en primavera. No era solo su apariencia lo que lo atrapaba, sino la forma en que sus movimientos revelaban una libertad y una fuerza que desafiaban las normas establecidas. [...]

Froyla, con su honda en mano y su actitud indómita, no se sometía a las reglas de los dioses.  Vaelor, acostumbrado a la reverencia y el respeto de sus iguales, encontró en ella una energía que lo desarmaba. [...] El aire se cargaba de una electricidad palpable cuando sus miradas se encontraban. Froyla no mostró la reverencia habitual que los demás dioses ofrecían a Vaelor; en su lugar, sus ojos desafiantes se encontraron con los suyos, creando una conexión intensa y desconcertante. [...]

La interacción entre ambos dioses se convirtió en una serie de encuentros furtivos, momentos robados en el tiempo eterno. Vaelor, que normalmente imponía su voluntad en el Magna, se vio transformado en un simple admirador ante su presencia.

Sin embargo, el deseo de Vaelor era un fuego que enfrentaba una dura realidad. Froyla estaba enlazada a un dios inferior, un vínculo que era tan sólido como el destino mismo. Y, como no, a él no le importó en absoluto esto. Vaelor no pudo evitar desearla con una intensidad que desafiaba toda razón. Cada encuentro con ella se convertía en una batalla entre su deseo insaciable y la realidad de su situación. Vaelor sabía que su amor no era solo una cuestión de deseo, sino una conexión profunda que desafiaba las normas divinas. La imposibilidad de su unión solo servía para intensificar aún más su anhelo. [...] Sagrado libro de los Nueve.

(Fragmento extraído del libro "Sagrado libro de los Nueve".)


El dedo de Evander golpea rítmicamente la mesa de la habitación

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El dedo de Evander golpea rítmicamente la mesa de la habitación. Está bastante nervioso, sí. Igual que yo.
Menos Neyvelan, que come el pollo que está en el plato algo más tranquilo que antes. Este es el cuarto pollo que lleva ya. Sus pequeños dientes afilados desgarran la carne facilmente, y su cuerpo vibra de felicidad en cada mordisco.

Evander, sentado frente a mí, le observa con una mezcla de asombro y fascinación. Parece que aún no puede asimilar la realidad de tener a un auténtico dragón delante.
Ya le he explicado con mucho detalle todo. El sueño, el viaje, le he hablado de Yzzynteir... todo. Absolutamente todo.

—No puedo creerlo, Elira —murmura casi para sí mismo—. Un auténtico dragón.

Sus palabras rompen el silencio, y me obligan a mirarlo. Hay un peso en su mirada que me hace sentir vulnerable, expuesta. Evander se reclina hacia adelante, apoyando los codos en la mesa mientras continúa mirando a Neyvelan.

Balada de sangre y fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora