Capítulo 38

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"No temas a los cuervos, sino al juicio que viene después. Eos no ve el arrepentimiento, solo la verdad que tu alma carga." —Aubrey.

Después de varias cervezas de Gioon y un sinfín de bailes, Roxie ya no me parece la misma persona que al principio

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Después de varias cervezas de Gioon y un sinfín de bailes, Roxie ya no me parece la misma persona que al principio. Es más, ahora la veo con una especie de admiración que no esperaba sentir. Al escuchar su historia del naufragio y la tragedia que vivió, no puedo evitar respetarla por la fuerza de voluntad que debió tener para sobrevivir. La mujer que inicialmente me parecía intimidante y demasiado arrolladora, ahora me resulta fascinante, una superviviente en toda regla.

Tarec, por su parte, tiene los mofletes rojos como un tomate después de siete cervezas de Gioon, riendo y tambaleándose en su silla. Daelion se ha ausentado para ir al servicio, y aunque él también lleva unas cuantas cervezas encima, parece manejarlo mejor que Tarec. Yo, en cambio, con solo dos cervezas me siento a punto de trascender al Empyrea, y la necesidad de retirarme a descansar se hace cada vez más evidente.

Me levanto, cansada por el peso de Neyvelan en mi cuello, y me despido de todos en la mesa. Cada uno de ellos, incluso los que al principio me parecían rudos o distantes, me han parecido increíblemente amables y acogedores. Roxie, con una sonrisa genuina, me da una palmada en la espalda, mientras Tarec, tambaleándose un poco, se ofrece a acompañarme hasta las escaleras de madera.

No sé si yo le estoy ayudando a él o él a mí.

—Gracias, Tarec. Intenta descansar algo —le sonrío mientras él me señala cuál es la habitación.

—Te aseguro que dormiré como un bebé esta noche, Elira —responde entre risas, sus ojos brillando de felicidad.

Le doy un ligero abrazo, quizás por la cerveza o por la emoción de por fin no estar rodeada de tanta tristeza y subo las escaleras sin mirar atrás, escuchando cómo el bullicio de la taberna se desvanece poco a poco detrás de mí.

Al abrir la puerta de la habitación, me encuentro con un espacio pequeño pero acogedor. La habitación es modesta, con paredes de madera que desprenden un olor a resina y a tierra, un mueble sencillo y una cama pequeña cubierta con un camisón blanco cuidadosamente doblado sobre ella. Al otro lado, una pequeña ventana deja entrar la luz tenue de las lámparas de la calle, iluminando con suaves tonos dorados las flores que decoran el alféizar.

Saco a Neyvelan de la bolsa, notando de inmediato su nerviosismo. Últimamente, ha estado más agitado que de costumbre, quizás debido a su crecimiento. Ya no parece tan cómodo en la bolsa, y lo único que quiere hacer es morder, comer y volar. Lo suelto en el suelo, y casi de inmediato comienza a corretear por la habitación, explorando cada rincón con una energía que me resulta agotadora solo de ver.

Mientras lo observo, me quito la ropa con un suspiro de alivio, dejando que la suave brisa que entra por la ventana acaricie mi piel. Me acerco a la cama y tomo el camisón blanco, que parece estar hecho de una tela suave y ligera. Agradezco internamente a Roxie por haberse encargado de que Romé nos tratara tan bien. Me cambio rápidamente, dejando que el camisón caiga sobre mi cuerpo antes de tumbarme en la cama.

Balada de sangre y fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora