[...]Se dice que solo aquellos que portan una conexión profunda con la naturaleza, quienes son tocados por la gracia de Nerra, pueden provocar su aparición.
Así, cuando una Sylvana se revela, no es simplemente un encuentro fugaz con lo desconocido. Es un presagio de que algo trascendental está en marcha, un evento que merece su intervención, como si el destino mismo estuviera tejiendo los hilos que las atraen hacia aquellos a quienes deben proteger o guiar [...] —Bestiario de Neyra.
El viento suave acaricia mi rostro mientras avanzamos tranquilamente hacia Banei.
Me dedico unos instantes a cerrar los ojos e inspirar el aroma de la naturaleza. Cuando los abro, el cielo, oscuro pero despejado, se despliega sobre nosotros como un manto infinito salpicado de estrellas. Recuerdo que mi tio me dijo que todas tenian nombres y que, si te fijabas bien, habían conjuntos de ellas que formaban imágenes de los dioses. Solo tenías que echarle un poco de imaginación.
En mi regazo, Neyvelan duerme profundamente, su pequeño cuerpo se acomoda contra la tela de la bolsa. La calidez de su piel es un contraste suave con el aire fresco que nos envuelve.
A mi lado, Daelion monta con una calma que me tranquiliza. Cada tanto, su mirada se vuelve hacia mí, como si quisiera asegurarse de que estoy bien, de que no me he perdido en mis pensamientos o en la vastedad del entorno que nos rodea.
—Ya estamos llegando a Banei —dice finalmente, su voz resonando en la quietud de la noche.
Asiento, aunque él no me está mirando, y mis ojos bajan casi sin pensar hacia un pequeño compartimento en la bolsa de cuero. Con cuidado, deslizo los dedos hasta el compartimento donde reposa un susurrante. Apenas lo toco, la suavidad de la semilla me envuelve, y sonrío para mí misma, no puedo evitarlo. Es increíble pensar que algo tan pequeño pueda ser tan significativo.
En el Norte no tenemos maravillas así. Claro, el Norte tiene su propia majestuosidad, sus montañas imponentes, sus bosques infinitos y sus ríos gélidos. Pero no algo tan... especial, tan delicado y lleno de vida en su sencillez.
«Deja que te enseñe lo maravilloso que puede ser el Sur, Elira.»
Las palabras de Daelion se repiten en mi mente, y por un momento me dejo llevar por esa promesa, permitiéndome creer en esa posibilidad.
El camino hacia Banei ha sido una revelación tras otra. No solo por los pequeños animales que hemos visto corretear entre los árboles y el suelo, sino también por la vegetación que nos rodea. La tierra está viva aquí, pulsando con una vitalidad que se siente en cada hoja, en cada rama que cruje bajo el peso de nuestro paso. Todo lo que me dijeron, todas esas historias que pintaban al Sur como un desierto árido y sin vida, eran mentiras. Pero, ¿por qué? ¿Qué ganaban con eso?
A medida que nos acercamos, la aldea de Banei emerge de la oscuridad, alumbrada por pequeños focus de luz anaranjada. Las casas, sencillas y robustas, están hechas de madera oscura, al igual que sus techos. Cada cabaña parece haber sido construida con mucho mimo, cada detalle parece una ofrenda a la naturaleza que las rodea. Los caminos entre ellas están marcados por piedras lisas, gastadas por tantas pisadas. Los pequeños pies de Daelion estuvieron por ahí y hoy contribuyen a su desgaste. Pequeñas flores nocturnas brotan aquí y allá, sus pétalos se abren bajo la luz tenue de las estrellas, y su aroma suave impregna el aire.
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Balada de sangre y fuego
FantasyEn las profundidades de los sueños de Elira, un dragón la visita noche tras noche, un presagio de un destino desconocido. Intrigada por este vínculo, se aventura en busca de respuestas para estas insistentes visitas, pero tan solo logra descubrir un...