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~Anahí~

Alfonso regresa a la casa pero acompañado de Maite mientras ayudo a Martita a preparar la cena. Le he dado un baño a Ian, y mientras su comida se cocina, él espera sentado en su sillita jugando con una cuchara de plástico.
Alfonso aún está con esa cara de mataré al primero que se me cruce, así que evito decirle algo. No quiero ni tengo ganas de pelear con él.

—¡Hola! — Saluda mi amiga. Ian la mira y Maite le hace caras extrañas, pero mi hijo la mira con más confusión. Se acerca y le deja un beso en la cabeza antes de saludar a Martita y luego abrazarme a mí. —Te traje lo que me encargaste — Me muestra emocionada un estuche de Cd's. Alfonso pasa por nuestro lado hacia el refri, de dónde saca una jarra con agua y se sirve un poco en un vaso para tomárselo. Lo sigo con la mirada unos minutos hasta que Maite me llama la atención. —Está todo pasado a Dvd, me puse a ver uno especial... — Abre el estuche y busca entre todos los Cd's hasta dar con uno que tiene escrito la frase "Evento escolar de 5to año" y me lo señala. —¡Este! —Sonríe emocionada.

—¡Oh! Ya lo recuerdo — Farfullo mirando el Cd. Le había pedido a Maite que pasara todos los antiguos cassettes VHS a Dvd, para mostrarles a mis hijas mis momentos de cantante en la adolescencia. El Cd que señala Maite es uno de mis favoritos.

—Eran tan tiernos, tan chuchitos — Aprieta mis cachetes y la miro elevando mis cejas. No puedo evitar reír.

—Ya. Gracias Mai — Llevo el estuche hacia la mesa y lo dejo allí, luego miro a Alfonso que está mirándonos desde el otro extremo de la cocina apoyado contra la encimera. —Ven — Tomo nuevamente el estuche y la mano de Maite y la arrastro hacia la sala, pero el llanto de Ian hace que vuelva con él. —Está pegado a mí — Le explico a Maite mientras lo tomo en brazos.

—Déjalo llorar, no le hará nada — Me reprime, pero es que me cuesta. Todos me dicen lo mismo, pero para una madre dejar que su hijo se desgarre por el llanto no es nada agradable. Poncho se acerca y lo toma en brazos llevándoselo otra vez a la cocina. Los veo irse antes de sentarme con Maite en el sofá. —Las cosas están tensas ¿ah?

—Sí Mai — Suspiro. Juego con el cierre del estuche de discos y hago un mohín.

—Me contó, y déjame decirte que lo comprendo. Cualquier padre se preocuparía si su hija pretende salir con un tipo tan grande — Expresa.

—Yo también estoy preocupada Mai, pero no es la forma de reaccionar con nuestras hijas ¿Sabes por qué? Porque luego él será un ogro para ellas, y harán lo que se les pegue la gana. No quiero que Alfonso le prohíba algo a Bianca, porque se pondrá en modo rebelde y lo hará igual ¿Entiendes? Es que no puedo explicarlo — Me quejo tomando aire —Neta que es todo difícil. Ahora comprendo a mis padres.

—Si entiendo lo que quieres decir. Piensas que si Alfonso le prohíbe a Bianca ver a ese hombre ella se encaprichará más con el tema, con verlo y... eso — Explica, y si es lo que siento.

—Exacto. Ya no sé Maite. Quisiera una vida normal, donde mis hijas estudien y se sientan atraídas por un compañero de colegio, que no quieran faltar ni un solo día a clases para no dejar de verlo, que lleguen de la escuela con una sonrisa amplia, felices. Pero es todo diferente. Una hija embarazada y otra enamorada de un tipo mayor. ¿Por qué nada puede ser más normal? — Me recuesto sobre el respaldo del sofá.

—Quieres que tus hijas tengan un amor como el tuyo con Poncho — Dice haciendo que yo ladee mi cabeza para mirarla.

—No sé.

—Es lo que quieres. Porque nunca fuiste infeliz con Poncho, nunca te lastimó — Abro la boca para hablar pero ella me frena. —Me refiero a cuando eran novios. Te gustaría que tus hijas encontraran a alguien como lo fue Poncho contigo, así de amoroso, protector... un chico enamorado completamente de una chica, de las mismas edades — Añade. Yo no digo nada, pero es obvio que quiero que se sientan como yo me sentí por Poncho cuando me enamoré por primera vez. Recuerdos se me vienen a la mente y tengo que pasar saliva para evitar llorar. —Pero no tienen que ser de las mismas edades para que el amor sea verdadero o duradero Any. Como dicen, para el amor no hay edad. ¿Por qué no le dan el beneficio de la duda a ese chico? Quien sabe y se llevan una grata sorpresa. O denle chance a Bianca que lo conozca más a fondo, explícale que tiene que conocerlo bien para tener algo con él, que no basta con sentir cositas en el estómago.

—Ya hablé con ella Mai. Lo que quiero es que Alfonso, por más que sienta terror a que la lastimen, la deje ser. Es él quien le tiene que dar una chance a Bianca, no yo. Porque yo, como la madre que soy, buscaré el modo de que ella sea feliz sin dejar de protegerla. Eso tiene que hacer también Alfonso — Explico jugando con ese bendito estuche. Miro a Maite y veo que está mirando hacia atrás de mí, así que me volteo y veo a Alfonso con Ian en brazos. Mi bebé sonríe y aplaude, sorprendiéndome, y Maite se levanta para tomarlo.

—Háblenlo ahora — Dice tomando a Ian. —Tú pequeño le mostrarás a la tía Mai todo lo que sabes hacer — Cuando Maite se va yo carraspeo y miro hacia otro lado, luego siento a Alfonso acercarse y ocupar el lugar de Maite.

—No me siento preparado para dejar que Bianca conozca más a ese hombre — Dice al fin, luego de un largo silencio. —Y sé que en el fondo tú tampoco.

—No Poncho — Mis ojos se humedecen —Pero quiero ver a mi hija feliz.

—¿Quién nos asegura que ella será feliz con él? ¿Qué si la lastima? — Pregunta verdaderamente afectado.

—Si la sobreprotegemos no aprenderá nada de la vida, y será más doloroso verla sufrir por algo porque no lo permitimos ¿No crees? — Cuestiono acomodándome en el sillón. Él baja la vista, mira algo en la alfombra pero en realidad está dándole vueltas a la situación. —Poncho no pretendo que recibas a ese hombre con platillos y bombos, solo quiero que trates de ver los sentimientos de nuestra hija. Solo eso. Con el tiempo, quizás, te vas acostumbrando a la idea. Y si todo sale mal, allí estaremos para Bianca. Pero tiene que aprender, tropezar y caerse para aprender. Y que tú o yo le prohibamos verlo hará que se encapriche mucho más. No digo que sea un capricho, porque hablé con ella ¿Y sabes lo que me dijo? Que él la hace sentir bien, que siente algo muy fuerte... y vi sinceridad en sus ojos. Vi verdad Poncho, nuestra hija está increíblemente enamorada de ese hombre. ¿Qué harás? ¿La encerrarás y creerás que con el tiempo se le irá lo que siente por él? — Cuestiono.

—No es mi intensión Any, si le prohíbo verlo no es para que deje de sentir lo que siente. Y eso que siente, estoy muy seguro, es confusión o simple fanatismo. Quizás atracción, porque es más grande. Dudo que sea amor — Dice apretando los puños. No hay caso, está cerrado. —El caso, y lo vuelvo a repetir, es que quiero evitar que la haga sufrir.

—Si no hablas con ella no sabrás que siente. Si no vas e intentas dejar que te cuente, no verás el brillo de sus ojos cuando habla de él. Si no lo conoces no sabrás si la lastimará o no — Me acerco y tomo sus manos, luego paso mi mano por su mejilla y le acaricio. —Me dijiste que querías ocuparte, junto conmigo, de tu parte como padre. Entonces ve y haz eso, escucha a tu hija con calma y deja que te explique.

—No estoy dispuesto a acceder a que siga con ese hombre, sea bueno o sea malo, lo conozca o no. Mi hija no saldrá con un tipo de casi treinta años — Niega incorporándose. Suspiro y me limito a decir.

—Entonces habla con ella. Yo ya no sé que hacer — Sin más salgo de la sala y me dirijo a la cocina evitando tener algún percance con él.


~Poncho~

Subo las escaleras de dos en dos, a zancadas, y me dirijo hacia la habitación de Bianca. Ni siquiera golpeo, abro y la encuentro acostada en la cama boca abajo. La habitación apenas está iluminada por la lámpara de pie a unos metros, y puedo ver a mi hija en esa posición. Me quedo parado allí mirándola, no sé si está dormida o despierta hasta que escucho un quejido y su nariz sonar. Está llorando, o lo estuvo.
Me quedo quieto sintiéndome culpable, porque si está llorando es por mi comportamiento... ¿O por ese hombre?

—Bianca — Hablo con rudeza.

—¿Qué? — Responde de inmediato sin moverse. Su voz choca contra la almohada y apenas se escucha.

—¿Por qué lloras? — Pregunto acercándome más. Me paro al pie de su cama y ella aspira por la nariz congestionada antes de responderme.

—Porque estoy triste — Responde. Tomo aire y guardo mis manos en los bolsillos de mis vaqueros.

—¿Y cuál es el motivo? ¿Es por cómo te traté hoy? ¿O por ese hombre? — Ella se voltea dejándome ver su cara mojada, sus ojos hinchados y su nariz roja. Me acerco más mientras ella se sienta en su cama y sostiene una almohada entre sus piernas.

—No es por él, él jamás me haría llorar — Responde mirando el diseño de aquella almohada. Si me pegaran un puñetazo en el estómago me dolería menos que lo que acaba de decirme. Yo la hice llorar, por mi culpa está triste. —Es por tu modo de tratarme.

—Si es por eso, vine a hablar con más tranquilidad — Advierto arrepentido. Ella asiente con la cabeza y me señala, con un movimiento de mano, que me siente en la cama. Y así lo hago. —Bien, me pasé en hablarte así... y sé que te afecta mucho más que si le hubiese gritado a Kayra, porque son muy distintas y este es mi primer regaño hacia ti — Comienzo a explicar. Tomo sus manos y las acaricio, juego con sus dedos y acaricio sus nudillos. —Hija, solo quiero que sepas que me preocupo por ti.

—Lo sé, y sé que cualquier padre se pondría así si se entera, no solo por terceros, sino que también su hija está saliendo con un tipo más grande. Y te digo antes de que digas algo que no estoy saliendo con David en modo de novios, no es formal y salir es una forma de decir. Pero lo estoy conociendo, quiero conocer todo de él y quiero que él me conozca por completo a mí — Sus palabras me sorprenden, no reacciona como una niña caprichosa, entonces decido escucharla sin interrumpir. —Me gusta él, me trata de una forma que me siento en el cielo, jamás se sobrepasó y es más, fui yo quien le confesé lo que sentía antes que él.

—¿Qué sientes por él? — Indago.

—No me entenderías.

—Trataré — Aseguro. Ella mira nuestras manos, la suya es pequeña junto a la mía. Se suelta y juega con el hilo de su edredón.

—No entenderás porque no eres mujer, y las mujeres somos más cursis en estos casos — Sonríe de lado. —No comparo a David con Diego ni con Sebastián — Así que David se llama. Ya tengo por lo menos su nombre.

—David — Farfullo. Ella cierra los ojos dándose cuenta que ha dicho mucho.

—Sí, se llama David — Advierte. —Él es tan diferente a todos, tan diferente a Diego y a Sebastián que son dos imbéciles — Hace un mohín de desagrado. —David es el hombre que cualquiera desearía tener a su lado, protector, atento, cariñoso, comprensible. Él no es como cualquier adolescente, él es un hombre que sabe tratar a una mujer.

—No siento que seas una mujer aún — Interrumpo. Ella rueda los ojos y suspira.

—Tú me ves como a una niña, y siempre me verás así. Pero ya no soy una niña, ya he pasado esa etapa. Y tú sabes que aparento otra edad, por la madurez con la que reacciono a todo — Tiene razón. —Pero volviendo a David, él es un caballero — Se acomoda un mechón de cabello detrás de la oreja y vuelve a mirarme. —¿Quieres escuchar su definición de caballero? — Frunzo el entrecejo y afirmo. —Él dice que eres un caballero o no lo eres. Dice que está en la forma en que tratas, no solo a la mujer, sino a las personas, en la forma como abres la puerta a alguien, o en la forma de cómo le hablas a alguien, en como te preocupas por alguien. Y yo siento que él es ese caballero, hace todo eso y mucho más por mí, y me encanta sentirlo. Me encanta ver cómo me trata, me encanta su forma de ser conmigo... ¡Si ni siquiera se nota la edad! Y papá — Ahora ella me toma las manos —Te puedo asegurar que David jamás haría algo para lastimarme, y no lo digo porque me lo haya dicho, sino porque sé que él no es capaz de lastimar a nadie. Si lo conocieras te darías cuenta.

—Estás cegada, no verás sus intensiones mientras veas con corazones en tus ojos — La regaño a punto de perder el control nuevamente. Ella niega rotundamente.

—Tú estás cegado papá. Yo sé lo que siento, y presiento lo que hay entre nosotros dos. Que tú no lo entiendas es otro caso — Reniega. La miro largo rato, y es que por más que intente querer comprenderla me costará aceptarlo.

Una y otra vez ¿Donde esta el amor? | Anahi & Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora