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~Anahí~

Miro por la ventana del coche y no le dirijo ni una palabra. Estoy enojada y no sé por qué es, si porque nos interrumpieron, porque no he podido llegar a ese orgasmo reprimido o porque Poncho tiene ese poder sobre mí para hacerme perder la cabeza. Estoy frustrada, además.

—¿Segura quieres ir a casa? — Tengo un nudo en la garganta, no, no quiero ir a casa, quiero irme a otro lado y descargar todo lo que mi cuerpo retiene, pero a la vez está mi orgullo. No respondo, entonces él no insiste. Sigue el rumbo hacia casa unos minutos más, pero luego decido dejar mi orgullo atrás y darle cabida al placer, al amor que le tengo y a la necesidad. Necesito de él, lo necesito esta noche. Luego podré pensar en mi orgullo, pero esta noche siento que si no hago nada con lo que siento no podré dormir.

—Te necesito — Susurro mirándolo con ojos suplicantes. Entonces asiento con un movimiento de cabeza y el cambia el rumbo. ¿Por qué no ir a casa? Pues porque prácticamente la habitación de nuestras hijas está pegadas a la nuestra, y con todo lo que llevamos acumulado por meses, es mucho mejor ir a otro lado y no a casa. Necesito gritar, descargarme y no lo podré hacer con las niñas al lado.

Agradezco cuando no me lleva a un albergue transitorio, sino que a un Hotel de hospedaje importante y pide una buena habitación por una noche. Mientras él hace el arreglo en la recepción, yo le mando un mensaje a las gemelas, que se cuiden y cuiden de Ian, que llegaremos tarde.
Luego Alfonso me toma de la mano y entramos al elevador. Inmediatamente me pego a su cuerpo y él me besa de la misma manera que lleva besándome toda la noche. Ambos sentimos una necesidad de saciarnos indescriptible. Nos besamos lo que tarda en subir el elevador al piso 10. Cuando una voz nos avisa que estamos en el piso donde está nuestra habitación, salimos y él vuelve a tomarme la mano. Caminamos buscando la habitación 107 y nos cruzamos con un tipo. Me abrazo a Poncho y sin mirarlo sigo caminando.
Cuando llegamos a la habitación no hay nada que decir, solo por hacer. Mientras Alfonso me toma de la cintura yo rodeo su cuello con mis brazos para besarlo. Mi boca se abre para él, dejando que su lengua explore cada rincón de mi boca. Mientras me concentro en disfrutar sus labios succionando los míos, sus dientes darle mordisquitos a mis labios y su boca succionar mi lengua, mi mano baja un poco más para quitarle la chaqueta. Sus manos no se quedan quieta, en estos momentos están acariciando mi trasero por sobre la tela del vestido. Lo interrumpo para sacarle la chaqueta por completo, luego lo miro mientras desabrocho cada botón de su camisa. Acaricio su pecho desnudo, sus hombros, sus brazos y con mis dedos delineo la línea de vello de su vientre que se pierde entre el pantalón. Me sujeto de sus brazos cuando él busca el cierre de mi vestido que está a un costado. Me lo quita dejándome casi completamente desnuda, solo quedo con un tanga y los zapatos que me mantienen a su altura.



Me empuja contra el colchón con suavidad y pasa sus dedos por mis pechos, haciendo círculos, hasta que llega a mis pezones y los besa, los lame, los muerde... Está encima de mí y le desabrocho el cinturón que se interpone, luego los pantalones. Introduzco la mano en la abertura y palpo por dentro, lo toco y noto lo grande y excitado que está.
Lo doy vuelta y ahora soy yo quien está arriba y Poncho sobre el colchón. Coloco mis rodillas a cada lado de sus muslos, tiro de su pantalón y se lo saco. Estoy desnuda, apenas con un tanga que cubre mi intimidad y los zapatos que aún no me he quitado. Me inclino sobre su cuerpo, dejo que nuestras partes se rocen –ambas aún cubiertas por las telas de nuestras ropas interiores- y lo beso en la boca. Bajo por el mentón, el cuello, el pecho y voy bajando. La tela de su bóxer está a punto de reventar por su protuberancia... al mismo tiempo que siento que yo también estallaré en cualquier momento si no me apuro. Tiro de su bóxer y lo hago desaparecer tras sus pies. Subo la vista y choco contra su miembro esperándome impaciente que lo alivie de una buena vez, entonces me coloco en posición y me la llevo a la boca, meto y saco, subo y bajo, y él respira fuerte y acompasado con mis movimientos. Paso mi lengua por su capullo mientras lo agarro con una mano y con la otra toco sus testícu.los, jugando con ellos mientras sigo el trabajo con mi boca. Vuelvo a subir y a bajar mientras se va excitando cada vez más. Me dedico especialmente a su glande hasta que ya no puede más y está a punto de irse... Pero entonces paro porque quiero que esto dure más. Lo ha entendido bien, me da la vuelta y está demasiado excitado, al punto de que con solo rozarme se correrá... Pero siento que él quiere que yo pase por lo mismo, entonces me quita los zapatos y pasa los dedos por encima de la tela de mis bragas, con presión sobre mi clítoris, sobre mi vagina, y lo aparta ligeramente y sigue moviendo sus dedos entre mis labios.

—¿Te gusta? — Pregunta con un gruñido, muerde mi vientre levemente y deja un beso allí, yo no soy capaz de contestar. —Dime si no extrañarás esto — Insiste. Maldición, no es momento de hablar, pero no vuelve a insistir porque sabe mi respuesta. Me quita las bragas y comienza a mover sus dedos con rapidez, y yo a bendecir sus manos. ¿Cuánto tiempo había pasado? No recuerdo la última vez que hemos hecho el amor, ni que me haya tocado así... Dios que bendición, Poncho y sus benditas manos. Siento que se me contrae cada músculo del cuerpo a punto de estallar, pero no me quiero dejar ir aún. Él se da cuenta y, con la otra mano, introduce sus dedos... los saca y los mete, poco a poco, lentamente. Entonces los saca y para, se relame los labios y acerca su boca a mi centro, a mi nudo de nervios... y ahí es cuando empiezo a gemir de placer. Siento que mi alma en cualquier momento abandonará mi cuerpo, ese cuerpo que convulsionará en segundos bajo su boca... Mueve su lengua entre la carne, sabe jugar, sabe que luego de todo lo que me está haciendo no podré dejarlo ir, que querré más, que no podré apartarlo de mi cama. Me retuerzo y él sube por mi ombligo hasta mis pechos, dejando que nuestros sexos se rocen. Muerde mis pechos, sobre todo mis pezones y disfruta mirarme cargada de placer. Pero él también está a punto, no es de piedra.
Entonces se tumba sobre el colchón y yo lo sigo, me pongo de rodillas sobre él y me penetro. Subo y bajo mientras tengo mis manos sobre sus bíceps, sosteniéndome. Lo sujeto con fuerzas y aprieto más según lo que voy sintiendo, para que note como lo estoy viviendo.

Mi boca busca la suya y lo beso con desespero mientras mi cuerpo no deja de balancearse. Mis pechos se mueven al compás de mis movimientos de caderas, y luego sus manos abandonan mis caderas para apretar ambos senos con sus manos y pellizcar mis pezones. Cierro los ojos y echo mi cabeza hacia atrás sin dejar de moverme. Pero me vuelve a dar vuelta, a tumbarme sobre el colchón, rodeándome con sus brazos como habíamos empezado... y ahora sí siento que me está atravesando con cada embestida. Los dos estamos a punto, gimiendo acompasados a los golpes de su cadera contra mi cuerpo, tan puestos, tan excitados, tan rabiosos... hasta que acabamos en un orgasmo que ninguno de los dos pudo sostener por más tiempo. Arañé su espalda, mi espalda se arqueó y grité al sentir toda esa descarga de mucho tiempo desgarrándome por dentro, dejándome sin fuerzas para nada.
Poncho besó mi mejilla y sostuvo su peso con uno de sus brazos mientras con el otro aún me tenía abrazada de la cintura. Sus ojos se mantuvieron cerrados y mientras su descarga acababa en mi interior. Lo abracé por el cuello y lo acerqué a mi cuerpo para abrazarlo y así calmar mi respiración y cada palpitación que mi interior sentía. Una lágrima cayendo hacia un costado de mi cara me hizo cosquillas hasta que terminó en mi cabello sobre la sien. No quería perderlo, lo necesitaba demasiado, pero mi orgullo me frenaba a querer actuar con impulso.

—Ahora que estamos aquí, así... — Mi cara estaba apoyada en su pecho, me senté y me tapé con las sábanas. Acomodé mi cabello y lo miré —...nadie nos interrumpirá. Quiero hablar de todo contigo, todo eso que aún no hemos podido hablar.

—¿Sobre que? — Él hace lo mismo, se sienta en la cama frente a mí.

—No es el momento adecuado, pero no puedo retrasarlo más — Mi voz es firme. —¿En serio no te has acostado con Valeria por despecho?

—Creí que el despecho era solo de mujeres — Hizo una mueca —No lo he hecho por eso.

—¿Entonces?

—Ya te dije que pasó todo sin querer... no estaba pensando en ese momento.

—¿Cuándo fue?

—Un mes... más o menos — Asentí ante su respuesta.

—¿Dónde? — Quise saber.

—¿Recuerdas la cena a la que no me quisiste acompañar porque "no estabas de humor"? — Asentí, ese día no tenía ganas de ir a ningún lado, menos a una cena de médicos. Mi humor era de perros, estaba en mis días, así que preferí quedarme y no acompañar a Alfonso para así evitar quedar mal ante todos con mi cara. —Fue... esa noche, en... un baño de la casa. Nada más, nunca más tuve nada con ella — Volví a asentir en silencio y me tragué el nudo en la garganta. Recuerdo cuando llegó a casa esa noche. Me abrazó por la cintura, me pegó a su cuerpo y con un tono voz que no supe interpretar –hasta ahora- co.mo de culpa y luego de dejarme un beso en la mejilla me dijo "te amo, nunca lo dudes". Cierro los ojos al recordar esa noche y me recuesto en la cama haciéndome un ovillo. Él hace lo mismo a mi lado, frente a mí, y me mira. —Any...

—No hables — Pido llevando mi dedo índice a su boca. Lo miro largos segundos antes de acercarme más a su cuerpo hasta el punto que las pun.tas de nuestras narices casi se rozan. Pongo mi mano sobre su mejilla y mi pulgar caricia su cara. —Es como vivir un deja-vu, donde evitamos hablar de los amantes, nos perdonamos y seguimos. Pero no siempre será así, Poncho. Con todo lo que ha pasado he aprendido, y no volveré a faltarte el respeto jamás... y espero que tú tampoco, porque será la última vez ¿Entiendes?

—Ya te he dicho que jamás volveré a hacer algo que te dañe. Te lo prometo — Asiento levemente y siento sus brazos rodearme.

—No soportaría que rehagas tu vida con otra mujer, no podría imaginarme sin ti. Cometemos muchos errores, eso es más que evidente, pero no puedo dejarte ir. Esconder la herida no significa que no duela, me duele y me dolió, pero te amo demasiado y siento que puedo perdonarte todo con tal de que no me abandones. Pero tampoco quiero ser siempre la misma estú.pida — Confieso. Él me obliga a mirarlo.

—No digas eso. No más errores, te lo prometo — Con un movimiento me recuesta sobre su pecho y cierro los ojos y aspiro el aroma de su pecho, acurrucándome allí. —Créeme que a mi me costaría mucho más verte enamorada de otro. Me volvería loco, juro que si — Besó mi frente y acaricio uno de mis brazos y mi espalda, haciendo así que yo cayera en un profundo sueño.


~Poncho~

Admiraba a Any dormir cuando de golpe abrió los ojos, su respiración era agitada y entonces se sentó en la cama preocupada.

—¿Qué pasa mi amor? — Pregunto confundido. La tomo del rostro pero ella sigue respirando agitadamente.

—Mis hijos... tengo que llamarlos. Tuve un sueño horrible — Dice. Busco mi teléfono y se lo entrego.

—Son las dos de la madrugada ¿Los despertarás?

—Prefiero despertarlos y saber que están bien a no llamarlos — Marca el número de Kayra, que es quien tiene el sueño más liviano, lo pone en altavoz y espera a que le conteste. Tarda en hacerlo y noto que Any comienza a preocuparse.

—¡Bueno! — Any respira cuando escucha a Kayra. Sonrío ante el tono de mi hija, adormilada y de mal humor. —¿Quién molesta a estas horas?

—Kay, hija, soy mamá.

—¿Ma? ¿Pasó algo? — Ahora la preocupada es Kayra.

—Solo llamaba para saber como están las cosas ¿Ian duerme? — Any no la quiere preocupar, así que solo pregunta eso. —Echa un vistazo — Escuchamos ruidos y luego a Kayra responder.

—Ian duerme, Bianca también. Está todo tranquilo, disfruta tu noche ¿si? Ante cualquier cosa te llamo.

—Está bien hija.

—Adiós cariño — La saludo. La escucho bufar al otro lado de la línea.

—Adiós mamá, y a papá dile que no lo saludaré. Está caminando por una soga muuuuuy finita conmigo por lo que hizo — Dicho esto cuelga.

—La tienes muy difícil — Advierte mi mujer dejando el teléfono. —A mí no me fue fácil y conoces el carácter de tu hija — Suspira y me mira con una sonrisita. —¿Qué?

—¿Y contigo, en este momento, la tengo difícil? — Pregunto acercándome a ella.

—Por lo menos, lo que dure esta noche, no — Responde capturando mi boca. Sonrío en medio del beso y se deja recostar por mí que le quito las sábanas con las que está tapada y me inclino hacia ella, acariciando su cuerpo. La noche no ha acabado.










A las cuatro de la mañana Any me pidió que volviéramos a casa porque no le gustaba la idea de dejar por más tiempo solas a las gemelas ni a Ian.
En el estacionamiento, antes de subir al auto, la frené y la acorralé contra el coche. Acaricié su mejilla con suma delicadeza, luego sus labios, su cuello y uno de sus hombros, bajé por su brazo y tomé su mano entrelazándola con la mía.

—Quisiera dormir junto a ti, abrazarte todas las noches, sentir tu corazón latir, escuchar tu respiración mientras duermes hasta el último día, pero sé que necesitas tu espacio y te lo daré. Solo quiero que lo pienses mucho cuando estemos separados, porque...

—No sigas — Me frena desviando la mirada. Noto como sus ojos se cristalizan por las lágrimas que contiene. —No lo hagas, porque en este momento soy capaz de decirte que no quiero separarme de ti... pero ambos sabemos que necesitamos este tiempo ¿No? A veces algunas personas se tienen que separar para darse cuenta que necesitan estar juntas — Asiento y ella acaricia mi rostro. —Hagámoslo, separémonos un poquito ¿vale? Verás que será mejor — Me acerco más cuando sus brazos rodean mi cuello para abrazarme. —Nunca dudes que te amo Poncho. Y que esto no es definitivo, es solo un tiempo de reflexión.

—Claro bonita — Sonríe de lado y le abro la puerta del auto para que se suba, pero antes nos besamos. —Te amo.

—Y yo a ti.

Una y otra vez ¿Donde esta el amor? | Anahi & Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora