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~Anahí~

Siento que si no me levanto el cuerpo se me acalambrará más, o peor, me saldrán cayos en el culo. ¡Aghh! Maldito accidente.
Pongo un pie en el piso frío y luego el otro, me levanto lentamente y me sostengo de la silla para mantener el equilibrio. ¡Oh que lindo se siente estirar el cuerpo! Necesito caminar.
Tengo puesta una bata de hospital ¿Quedaría mal si salgo así? Se darán cuenta y me harán volver a mi habitación, pero es que necesito estirarme un poco.
Atraigo el soporte con ruedas del suero y me sujeto de él, debo llevarlo conmigo ¿Verdad? Agh.
Veo un bolso que mi madre me ha traído con ropa interior, elementos para la higiene y demás. Me acerco, lo reviso y justo arriba veo un abrigo, un saco de hilo negro que me coloco para que no me dé frio. Encuentro unas pantuflas para no ir descalza. Lista. ¿Quién me viera así? Con el cabello hecho un asco, sin maquillaje, ojeras horribles que se me notan demasiado y una ropa de hospital que me queda gigante. Suspiro.
Salgo de la habitación, hay demasiada gente caminando por allí, enfermeras, médicos, pacientes, familiares revolucionados.
Camino un poco más y una enfermera se me acerca.

—¿Señorita a donde va? — La miro y le sonrío, ella me conoce. —Señora Herrera ¿Necesita algo?

—No Alba, solo necesito caminar y estirar el cuerpo ¿Puedo? — Le pido suplicante. Ella me mira completamente y afirma.

—Claro, pero solo en este piso no subas ni bajes ¿Si?

—Aquí estaré. Gracias — Ella se despide con una sonrisa y yo sigo mi camino. Doblo en el pasillo y a lo lejos visualizo a Alfonso sentado en una de las sillas de la sala de espera junto a Aimée que acaricia su espalda. ¡Maldita golfa! ¿Con qué permiso lo acaricia así? ¿Lo está consolando? ¿Alfonso ha ido por ella en busca de consuelo? Calma Anahí. Calma.
Camino lentamente, tratando de calmar mi furia y mis celos y llego hacia ellos. Cuando carraspeo ambos me miran, pero ninguno se levanta. Miro a Aimée y ella entonces decide levantarse.

—Anahí — Susurra mi nombre a modo de saludo y luego se retira. Miro a mi esposo.

—¿Qué haces levantada? — Pregunta incorporándose.

—Tenía el culo dormido ¿Sabes? — Me quejo y él se ríe. Lo miro con mi peor cara y sacude la cabeza. —Me quiero ir.

—No te puedes ir — Niega dejando de reírse y suspirando para no volver a hacerlo. Hago un gesto y miro hacia otro lado.

—No me gustan los hospitales, quiero estar en mi casa, quiero mi cama — Me vuelvo a quejar. —Tú puedes darme el alta.

—No Anahí, no puedo darte el alta aún. Tienes unos días más aquí — Se cruza de brazos y me mira, haciéndome cabrear.

—Tengo un médico en casa ¡Y eres tú! ¿Por qué no puedes? Por favor. ¡Me quiero ir!

—Anahí no seas chiquilina.

—¡Chiquilina tu abuela Poncho! Quiero irme ¿No entiendes? Además Ian... me necesita — Refunfuño.

—Ian está bien. No te irás de aquí.

—Bien, si no me das el alta me la doy sola.

—Imposible — Dice con autosuficiencia, cosa que me hace enojar más. —No te irás de aquí sin un alta, y soy el único que puede dártela.

—¿Ah sí? No sabía que eras el ÚNICO médico en el hospital — Aprieto los dientes y los dedos alrededor del caño del soporte del suero.

—Tengo tu caso — Responde acercándose. Intenta tomarme del brazo para que camine pero me niego.

—No me toques. ¿Qué hacía esa mujer tocándote?

—Estás mal — Masculla queriendo tomarme otra vez.

—Eres un estúpido — Me suelto. —Puedo caminar sola, no estoy inválida.

—Bien, camina — Pide con calma. Maldita pasividad suya, me encabrona más. Volvemos a la habitación, él a mi lado sin decir nada y yo mascullando palabrotas por lo bajo.

—Me quiero ir Poncho, por favor — Sollozo llegando a la habitación. Él abre las sábanas y me señala para que me vuelva a recostar, pero me niego.

—Anahí — Me regaña.

—No soporto esto — Lloro. —Estoy sola, perdí un embarazo, mi bebé en casa llorando, mis hijas quien sabe como están y... luego esto que tengo clavado en mi venita — Hago un puchero y seco mis lágrimas. Alfonso me mira enternecido.

—Tu "venita" está bien, eso ni siquiera duele mi amor — Como me niego a recostarme me obliga a sentarme en la camilla. Vuelvo a negarme, entonces me acerca una silla. Allí sí me siento.

—Poncho.

—No puedo Any, tenemos que hacerte algunos estudios más — Explica.

—¿Por qué no lo hacen todo ahora?

—Porque no podemos, hay más pacientes y los análisis se te harán recién mañana que venga el neurólogo ¿Ok? Aguanta un día más.

—¿Cuándo me podré ir?

—Dos días.

—¡No aguantaré dos días! — Sollozo. Vaya ¿Qué me puso tan sensible? ¿La pérdida, el accidente, la pelea con Poncho o los malditos celos de ver a esa francesita acariciando a mi marido?

—Any — Se me acerca y seca mis lágrimas. —Es por tu bien ¿Lo sabes? Necesitamos descartar cualquier problema, no podemos darte el alta. Solo dos días preciosa, y te prometo que en cuanto sepa que no hay peligro volverás a casa — Bajo la vista cuando él me habla y con su dedo sube mi mentón. —Ey.

—Déjame — Sollozo.

—¿Any que tienes? ¿Neta lloras por esto o es otra cosa?

—Déjame — Repito sollozando. Él me levanta el rostro y me mira.

—Mi amor — Seca mi cara y me mira con preocupación. —Aquí el enojado debo ser yo ¿No crees?

—Estoy enojada, sí, pero conmigo misma — Confieso.

—¿Por qué?

—Porque soy una estúpida y me comporto como una niña. Ni siquiera mis hijas se comportan como yo me comporté contigo recién.

—No importa eso — Me tranquiliza.

—¡Si importa! ¿Con que derecho te reclamo tu error si yo cometí peores?

—Olvida eso — Pide con seriedad.

—Necesito que me perdones.

—No hay nada que perdonar Any, estás sensible y eso es todo — Besa mi frente y señala la camilla. —Duerme un rato ¿Quieres?

—No tengo sueño — Farfullo.

—Descansa, vendré en un rato — Me recuesto y lo veo irse. ¿Un beso en la frente? Así como los que le da a nuestros hijos... Ni siquiera uno en la boca, ni siquiera un roce. Si que importa, él está aún dolido por mis palabras dichas aunque no quiera demostrármelo.



~Bianca~

Tomo la mano de David para bajar de su moto y cuando lo hago me sujeta de la cintura y me acerca a su cuerpo. ¿Recuerdan que me ponía idiota cuando lo hacía? Bueno, lo sigo haciendo, me pongo igual. Miro sus ojos, su mirada está clavada en mi boca... y cuando paso la lengua por mis labios para humedecerlos, él se acerca lentamente. Me besa. Lento, suave, delicado y con amor. Sí, con mucho amor y cariño. Rodeo su cuello con mis brazos haciendo puntitas de pie y me acerco más, pidiéndole que siga, que profundice y me vuelva loca con sus deliciosos y perfectos besos.

—Me encantas — Susurra contra mis labios terminando el beso. Sonrío y afirmo.

—Y tú a mí — Lo miro seriamente y él se aleja un poco.

—¿Y esa cara? — Pregunta sorprendido. Sonrío para tranquilizarlo.

—Ninguna cara, solo que... ¿Sabes cuánto te amo? ¿Y lo enamorada que estoy de ti? — Con mis manos echo su cabello hacia atrás y le sonrío. —Y siento que si esto acaba yo...

—¿Por qué crees que acabará? ¿Por qué te adelantas? — Cuestiona comprensivo. Elevo mis hombros.

—No lo sé, quizás porque no estoy segura.

—¿No estás segura? — Se sorprende.

—No me mal interpretes. Me refiero a que no estoy segura de esto ¿Y si llega alguien mejor que yo?

—Eso jamás va a pasar — Sus grandes manos acarician mi rostro —Tú eres lo mejor para mí.

—Siento que...

—Nada Bianca — Me interrumpe. —No pienses en mañana, piensa en hoy— Besa la punta de mi nariz y me relajo. —Estás tensa nena — Lleva sus manos a mis hombros y los masajea.

—Yo te amo — Confieso mirándolo a los ojos con el pánico invadiéndome el cuerpo por completo. Él me mira fijamente con esos ojos azules tan penetrantes que te revolucionan los sentimientos.

—Y yo a ti — Me abraza y besa mi sien, luego me dirige hacia el restaurante donde decidimos almorzar. ¿Qué pasará después? Ni yo lo sé.

Mientras almorzamos puedo ver como algunas no le quitan la mirada de encima a David ¿Y cómo no? Si es un hombre perfecto, guapo, sexy... con fuertes músculos, y una sonrisa que derrite al igual que la mirada. Con eso viene mi inseguridad. Las mujeres que están a unos metros comiendo son eso; mujeres. Mujeres guapas, con experiencia, mejores que yo. ¿Cómo me puedo sentir tan segura cuando existen miles de mujeres mejores que yo? Siento que David se aburrirá de mí en cuanto esto llegue a más... Suspiro y dejo el tenedor de lado.

—¿Qué tienes nena? Deja esos pensamientos — Pide estirando su mano sobre la mesa y alcanzando la mía. —Bianca — Cuando pronuncia mi nombre lo miro. —¿Qué puedo hacer para demostrarte que eres la única que me importa, ahora y siempre, que quiero todo contigo, que te amo y no me importan las demás mujeres?

—¿Cómo esas que te están comiendo con la mirada? ¡Míralas! — Mascullo. No, no soy celosa, solo insegura. Gran defecto.

—¿Qué mujeres? — Él voltea y las mira sin expresión alguna, y cuando vuelve la vista a mí me regala su sonrisa. Solo para mí. Una sonrisa hermosa.

—Ni las noté. Contigo frente a mí me es imposible fijarme en otras personas — Sonrío de lado pero aún insegura. —Te daré seguridad, nena. Y te daré amor, y todo mi cariño porque te amo. Me enamoré de ti, no me interesa nadie más y ni siquiera puedo imaginarme con otra persona que no seas tú. Esas mujeres de allí — Hace un gesto con la cabeza señalándolas —No me interesan, ni siquiera pudiera fijarme en ninguna de ellas porque son... tan estéticas, plásticas y superficiales que no me gustan. En cambio tú — Tira de mi mano y me inclino. —Tú me encantas, todo de ti me encanta. Porque eres mi nena, y siempre lo serás — Me sonríe y se inclina más hasta llegar a mis labios. —Te amo — Susurra antes de besarme.

—Y yo a ti — Cierro los ojos unos instantes y me separo. —Esta noche me quedaré contigo — Expongo. —Sí quiero quedarme en tu casa — Siento un pequeño calorcito recorrerme las mejillas y su sonrisa me relaja.

—Bien — Acaricia mi mano. —Pero tenemos todo el día para disfrutar — Hace un gesto y pide la cuenta. —¿A dónde quieres ir nena?

—Sorpréndeme — Pido y me roba un beso. No sé que haría si esto se llega a acabar.

—Permíteme haré un llamado — Llega el mozo y le paga, luego salimos y mientras lo espero se aleja unos metros para hablar por teléfono. Mi corazón palpita... sé que esta noche pasará algo, y lo estoy deseando.

El día está hermoso, el sol hace que el día esté cálido y no frío. Es perfecto. David termina de hablar por teléfono y se acerca a mí.

—Necesito ir a casa a buscar algo — Explica tomándome la mano y llevándosela a la boca para besarla.

—Claro — Me pasa uno de los cascos y se coloca el suyo, luego se sube y espera a que yo lo haga para arrancar. —Ve despacio — Suplico.

—Contigo siempre — Acaricia mi mano que está en su cintura y finalmente nos vamos.

Cuando llegamos a su casa, ingresamos y espero en la sala mientras él va a su habitación. Me siento sobre el apoyabrazos del sofá de cuero negro y miro cada fotografía. Tiene talento, y gracias a ello hoy tiene un trabajo dado a que tuvo que renunciar a ser profesor. A veces me siento tan culpable... pero es lo que él decidió.

—¿En que piensas? — Su beso aterriza en mi mejilla desde atrás y luego se pone delante de mí.

—En tus fotos ¿Cómo va tu trabajo? — Veo en sus manos un llavero lleno de llaves que hacen ruido.

—Perfecto, creo que quedaré contratado. Estoy a prueba, pero creo que el director de la empresa está pensando en contratarme como parte de su equipo — Sonríe y yo lo hago con él. Me gusta verlo así.

—¿Algo así como fotógrafo de su revista?

—Así es — Afirma. Lo miro completo, lleva una camisa a cuadros azul, vaqueros y zapatos... de infarto. ¿Cómo puede ser un hombre tan sexy y no ser un pecado? Trago grueso y vuelvo a mirarlo a los ojos. Él tiene una de sus cejas elevadas. —¿Vamos? — Asiento y tomo la mano que me ofrece.

—Me gustaría que me fotografíes — Largo. Él se frena en medio de la sala y me mira estupefacto, luego sonríe cuando yo expreso una sonrisita tímida.

—Para mí sería un honor — Responde. Eleva otra vez mi mano y la besa, me encanta ese gesto suyo. —Podemos hacerlo hoy como parte de lo que tengo planeado ¿Quieres? — Afirmo efusivamente y él se acerca para besarme. —Voy por mi maletín y mi cámara — Besa una vez más mi boca y se aleja, dejándome anonadada y completamente feliz.

Algo recorre mi cuerpo que me hace temblar, entonces decido calmarme. Ok, David produce cada cosa en mi cuerpo y hace reaccionar a cada célula, pero tengo que calmarme. Si.


Finalmente, no tarda mucho, salimos de su casa con su maletín de fotografía y esta vez vamos en su coche.

—¿A dónde me llevas? — Pregunto.

—Dijiste que te sorprenda. Ya verás — Su mano acaricia mi rodilla y seguimos el camino. Pongo un poco de música y ambos cantamos.



—¡¡No lo creo!! — Corro hacia el corral donde hay caballos pastando. —¿Son tuyos?

—Solo uno — Señala. —El blanco.

—Wao — Lo miro y escucho a David hacer un ruido con su boca. El caballo, que está pastando, oye a la distancia, deja de pastar, levanta la cabeza y echa sus orejas hacia enfrente identificando el sonido. —¡Te reconoce! ¿Cómo se llama?

—Janto — Responde sin dejar de mirarlo. Vamos hacia la verja y me quedo clavada allí.

—Original y bien italiano, como tú — Afirmo. —¿Qué harás?

—¿Quieres montarlo?

—Oh no, no sé. Además ¿No se ponen nerviosos? — Digo con miedo. Él cierra la verja y se acerca.

—Janto está acostumbrado a estar con muchas personas, todo estará bien — Me toma de la cara y me besa. —Ven, conoce a mi otro amor — Me dice con una sonrisa. —¿Quieres probar sus besos?

—¿Son ricos como los tuyos? — Pregunto mordiéndome el labio, él vuelve a tomarme pero esta vez de las caderas y me acerca a su cuerpo.

—Los míos son más ricos, te lo aseguro — Toma mi boca y disfruto de sus labios. —Espérame — Va en busca de Janto, ese hermoso caballo blanco que ya ha llamado mi atención.
Cuando vuelve con Janto, me quedo quieta sin hacer nada. David toma mi mano, me besa el dorso y me sonríe tranquilamente y la acerca al lomo de Janto.

—Los caballos poseen gran sensibilidad en todo el cuerpo — Me explica —Y a Janto le gusta esto — Sigo el movimiento de su mano, acariciándolo. —Saluda a Bianca — Farfulla como un niño feliz. Hace un movimiento de la correa con el que lo mantiene quieto, un sonido y Janto ladea su cabeza para acercar su hocico a mi mejilla. Me quedo quieta sin mostrar ningún nerviosismo. —Eso es —¿Quieres abrazar a Bianca? — Lo miro abriendo los ojos grandemente y él me guiña el ojo tranquilizándome. Increíblemente el caballo me rodea con una de sus patas y yo lo abrazo con mucha confianza. Siento ganas de llorar. No cabe duda que han domado a Janto muy bien.

—¿Tú le enseñas estas cosas? — Sigo acariciando a Janto como si yo fuera su dueña, paso mi mano por su frente y sé que eso le da placer. —Es hermoso — Confieso.

—Me tomé mi tiempo para hacerlo — Responde. —Este lugar es de mi primo, y se lo pedí para que pudieras conocer a Janto. Le has caído muy bien.

—Y él a mí — Aseguro. —Me encantan los animales, nunca había interactuado con un caballo.

—Y lo haces muy bien — Afirma. —Él ya te quiere.

—Y yo a él.

Luego de montarlo unos minutos, no quise atosigar a Janto, David trajo su maletín con sus cámaras y elementos.

—Este lugar es algo que disfruto, estar con Janto, pasar tiempo a solas, observando y admirando la naturaleza — Explica preparando su Nikon. —Y tú eres alguien a quien amo, me gustas y te quiero, y disfruto verte y tenerte cerca — Añade. —Y Janto es otro ser al que amo... y ustedes dos junto a la naturaleza son una fusión hermosa e increíble — Lo miro con admiración y él me señala. —Janto te quiere... le has caído bien, así que acércate con confianza. Él no te hará nada. Solo... no lo asustes — Afirmo ante sus palabras y hago lo que me pide. —Les tomaré fotos disfrutando, ambos naturalmente. No quiero poses — Asiento de acuerdo. Comienzo a interactuar con Janto, lo acaricio, lo miro, le hablo... y él es tan dócil que da ternura. David toma varias fotos, y cuando le pide a Janto que vuelva a besarme y a abrazarme, toma las fotos entusiasmado... y sé que se convertirán no solo en fotos para mí, sino en un recuerdo hermoso que viví hoy junto a mi novio y su caballo.




—¡Oh esa me encanta! — Señalo la que David me muestra en su cámara, una captura de cuando Janto me está abrazando. —Es todo tan increíble, que un caballo te abrace y se note el amor con el que lo hace es... mágico — David apaga su cámara y me acomodo entre sus piernas, apoyando mi espalda contra su pecho. Estamos sentados en la manta que él ha puesto sobre la hierba y Janto ha vuelto con la manada. —Hermosa sorpresa — Ladeo mi rostro y me encuentro con su boca. Dejo un fugaz beso que lo hace reir. —Eres perfecto ¿Sabes? Sabes actuar, cantar, eres profesor de teatro, fotógrafo, podrías ser hasta modelo si así quisieras y además domaste a un caballo a tu gusto. Eres increíble — Explico extasiada. Me rodea con sus brazos y acaricia mi vientre, haciendo circulitos. —Y además es un hermoso día.

—Tú haces perfecto esto. Todo esto lo hago habitualmente, pero contigo todo es diferente — Besa mi cabeza y sigue acariciándome mientras mis manos acarician los vellos de sus brazos. —Que rico hueles — Expresa inhalando de mi cabello. Me doy la vuelta y lo miro.

—Tú más — Tomo su boca y me acomodo sobre su cuerpo, a horcajadas. Tomo su cuello con mis manos y lo acaricio mientras lo beso, intensamente. Sus manos me toman de las caderas y suben acariciando mi cintura por debajo de mi blusa. Jadeo y muerdo su labio, luego su mandíbula hasta llegar a su cuello. Él tiene apoyada su espalda contra un árbol, entonces se relaja, cierra los ojos y disfruta mi boca en su cuello.

—Bianca... — Sisea.

—Quiero estar contigo — Confieso. Él abre los ojos y me mira como si hubiese dicho una noticia inesperada. —Te deseo — Añado. —Quiero entregarme a ti — Sus dedos acarician la piel de mi espalda, más precisamente en la cintura, y debajo mío puedo sentir su excitación.

—Bianca, quiero que estés completamente segura para estar conmigo — Explica mirándome fijamente con sus ojos azules.

—Estoy segura — Afirmo. Él me queda mirando unos largos minutos sin decir nada, quizás asimilando mi petición. Beso su boca una vez más para reafirmar mi seguridad. —Lo quiero — Añado mordiendo su labio. —Lo quiero hacer, y te amo — Susurro contra su boca. Él toma mi boca dejando un intenso beso antes de golpearme con sus dedos la pierna para que me levante. Sonreímos cuando me tambaleo al incorporarme y él me sostiene.

—¿Muy segura? — Pregunta una vez más. Afirmo y él me abraza. —Yo también te deseo — Susurra contra mi oído. —Y te amo mucho más — Lo abrazo más fuerte y largo un suspiro. —Si haremos esto quiero que sea perfecto, y tengo que prepararlo. ¿Puedes quedarte un rato a solas?

—Claro — Respondo. Él me señala la canasta con comida que sobró de hace unos minutos. —Come un poco más nena. En seguida regreso — Un beso más y se retira. Mi cuerpo y mis sentimientos se revolucionan. Voy-a-hacer-el-amor-con-David. ¡Con David! Ay mamá.





Mientras caminaba hacia donde me guiaba me sentí tensa, con mi corazón acelerado y mi pulso latiendo a mil debajo de mi piel. Sentí correr la sangre por mis circulaciones y por mi cabeza, mis oídos se hicieron sensibles ante esta sensación de euforia y miedo que se mezclaron en mí.
David notó mi nerviosismo, pues cuando me habló ni siquiera pude mirarlo a los ojos. Llegamos a una cabaña, parte de la finca de su primo, y me frenó allí.

—Sabes que quiero esperarte el tiempo necesario, jamás te presionaría a hacer algo que no quieres — Explica sosteniendo con sus dedos mi mentón. Lo miro y mi corazón no está dispuesto a volver a la normalidad. Mis sentimientos están encontrados y revolucionados sin permitirme saber a que se debe.

—Yo quiero estar contigo, solo que... estoy nerviosa — Confieso. Él se acerca más a mi cuerpo y un regocijo se hace presente cuando me apoya contra la pared de aquella casa.

—¿Quieres volver? — Pregunta con cuidado sin dejar de acariciar mi rostro.

—Quiero estar contigo, eso es todo lo que quiero — Afirmo. Él sonríe aliviado y con cariño, puedo notarlo, y entonces se acerca para besarme.

—No tengas miedo nena — Susurra contra mis labios. Siento su aliento contra mi boca y mis manos se aferran más a sus brazos, sosteniéndome para no caer pues mis traidoras piernas quieren abandonar su firmeza. —Te prometo que será hermoso e inolvidable, que te trataré con todo este amor que siento por ti, seré cuidadoso y suave.

—No temo — Niego apoyada contra esa pared de madera. Estoy tensa, y ahora mis brazos reposan a un lado de mi cuerpo como queriéndome sostener de la pared. —Confío en ti y quiero hacer esto, quiero ser tuya. Solo tuya — Me acerco y dejo un pequeño beso en sus labios. Él mantiene sus ojos cerrados conteniendo cualquier sensación que pueda provocarle un solo roce.

—Entremos — Entrelaza su mano con la mía y entramos a aquella cabaña alejada de la ciudad. Me recuerda a la que una vez tuve que limpiar para ayudar a mi madre, ese día que conocí a los que son mis verdaderos padres.
Ante cada paso siento que mi vida va en cámara lenta, y que mi corazón late en sintonía. Cuando ingresamos está todo oscuro. David busca la llave de la luz, la sube y la cabaña se ilumina con una tenue luz. Está todo hermoso, puedo admirar los pétalos de rosas esparcidos por todo el piso del lugar, el olor a jazmines y vainilla que proviene de algún incienso, y aquella cama. Una cama baja, que no tiene patas y que está apoyada en el piso dándole un estilo rústico que me encanta. Las sábanas son blancas y una rosa reposa en medio de una de las tantas almohadas. Sonrío inmediatamente y ladeo mi cara para mirarlo. Increíble cómo pudo hacer todo eso en apenas unos minutos.

—Es todo muy hermoso — Susurro entusiasmada. Miro cada detalle del lugar antes de volver a mirar su rostro, girándome completamente para tenerlo frente a mí. Una música comienza a sonar de fondo, no conozco la canción pero es suave y lenta, perfecta para la ocasión. —Es más de lo que imaginé — Sujeto sus mejillas y lo beso con suavidad. Él me responde del mismo modo, siendo muy suave y lento como siempre. Nada se compara a mi primera vez que fue desastrosa, siento que esta será mi verdadera primera vez con amor y con un hombre que sabrá tratarme como cualquier chica lo merece.
Con David me siento tímida pero segura a la vez, es una mezcla de sensaciones, pero en una situación así siento la seguridad que él me brinda. Estoy segura de lo que quiero hacer, estoy más segura que cualquier otra vez.
David comienza a besarme con más intensidad, profundizando el beso que comencé segundos antes. Sus manos empiezan a recorrer mi cuerpo con lentitud, dándome seguridad y tiempo. Sus dedos tocan mis brazos desnudos, llegando a mis hombros y acariciando mi cuello antes de ir hacia la espalda. No solo intensifica los besos, sino también sus toques. Ahora sus manos abarcan toda mi espalda aún cubierta por mi blusa negra de tirantes finos. Al ver que enredo mis brazos alrededor de su cuello se atreve a ir por más y a subir mi blusa lentamente. Los toques de sus dedos en mi vientre al querer subir la blusa hacen que una descarga eléctrica viaje a cada parte de mi cuerpo haciéndome estremecer. Deja mis labios y me mira con sus ojos azules cargados de intensidad haciéndome sentir tan deseada como nunca me sentí en toda la vida. Tomo aire y dejo que suba mi blusa hasta quitarla dejándome solo con el brasier negro. Trago grueso cuando sus dedos delinean mi vientre, subiendo por mi obligo y más arriba hasta llegar al valle de mis senos. Allí pasa su dedo con apenas un roce y mi cuerpo reacciona. Mis manos se aferran a sus brazos y lo beso con ganas. Esta vez nos besamos diferente y el motivo es obvio. Mientras él me acerca a su cuerpo entre beso y beso yo comienzo a desabotonar cada bendito botón de su camisa. Voy con lentitud, nadie nos apura y tenemos que disfrutar cada momento.
Una vez que acabo con sus botones dejo su boca y abro su camisa dejando su perfecto pecho marcado al descubierto. Paso mis manos por él, acariciándolo con las palmas, y veo a David cerrar los ojos y echar la cabeza hacia atrás. Trago nuevamente mi saliva acumulada por el nerviosismo que siento y quito su camisa, pasando mis manos por sus hombros y brazos.
Me toma de las caderas acercándome a las suyas y siento su excitación contra mi vientre. Gimo cuando me vuelve a besar y me aferro a su cuello. Sus manos acarician una vez más mi espalda descubierta y sus dedos hacen un caminito hasta llegar al borde de mis jeans. Sus inquietas manos acarician mi trasero a través de la tela antes de llegar hacia el botón delantero. Sin dejar de besarme desabrocha el primer botón, luego el segundo y el tercero.
Dejo de besarlo y lo miro con la respiración agitada, él espera a que me niegue pero al ver que no pongo resistencia se acerca para besar mi mejilla, bajar sus labios hasta mi mentón y luego a mi cuello. Mientras ataca mi cuello con besos y succiones, sus manos se meten dentro de mi pantalón y de mis bragas, lentamente. Vuelvo a sujetarme de sus fuertes brazos que son para mí como un salvavidas del cual tengo que sostenerme para no caerme cuando mis piernas me fallan. Abro los ojos y gimo cuando su mano actúa allí, dentro de mi ropa, en mi sexo. Su boca besa mi cuello, su mano derecha acaricia mi sexo y mis uñas se clavan en su carne. Voy a morir, la respiración no me llega y mi garganta se cierra ante ese contacto. Es todo muy intenso para mi inexperto cuerpo.
Arqueo mi cuerpo cuando su toque es más frenético, entonces él abandona mi cuello y me mira. Deja un beso chiquito en la comisura de mis labios antes de tomarlos con verdadera posesión. Me distrae con sus fantásticos y deliciosos besos, tanto que no me doy cuenta cuando comienza a bajar mi jean. Se arrodilla y besa mi vientre mientras sus manos bajan mi prenda. Tengo que reposar mis manos sobre sus hombros cuando me obliga a levantar un pie y luego el otro para así quitar mis converse y luego los vaqueros por completo. Me deja en bragas, que son del mismo color que el brasier, y apoya su rostro en mi vientre cuando acaricia mis piernas con sus manos.

—Hermosa — Farfulla contra mi vientre. Acaricio su cabello un momento antes de que él vuelva a incorporarse. Atrapa mis labios una vez más con la misma intensidad mientras comenzamos a caminar, sin separarnos, hasta caer en la cama. Él sostiene su peso con sus brazos y sigue besándome. Mis manos vagan por su ancha y suave espalda, primero con timidez, apenas rozando la punta de mis dedos. Pero cuando su boca ataca por segunda vez mi cuello, entonces mis manos se aferran con más confianza a su cuerpo.
Me acomodo en medio de la cama y David me mira desde arriba de mi cuerpo, sosteniéndose para no aplastarme. Toma la rosa entre sus manos y me la entrega, la acepto gustosa y la llevo a mi nariz para oler su aroma. Mi guapo y sexy novio deja un beso en la pun.ta de mi nariz y se incorpora un poco para quitarse el pantalón. Mi corazón vuelve a ponerse en ese estado rebelde y precipitado mientras lo veo que se queda con un bóxer blanco. Dejo la rosa a un lado y me muerdo el labio esperando impaciente lo que me hará.
Es entonces que se acerca lentamente dándome suaves besos en el rostro, bajando por mi cuello hacia mi pecho, deteniéndose en mis senos y besándolos a través de la tela. Arqueo mi espalda para que pueda desabrocharme el brasier y lentamente me lo quita. Su mirada y el aire de su respiración hacen que mis pezones se ericen, irguiéndolos por completo. Ahogo un gemido cuando su boca atrapa uno de ellos, suavemente, disfrutando el toque. Su lengua caliente succiona con delicadeza uno y luego el otro, mi espalda se arquea instintivamente para que no deje de hacerlo y mis ojos se cierran para así sentir cada sensación con mayor efecto. Abandona mis pechos para recorrer mi vientre con sus labios hasta chocarse con la tela de mi ropa interior. Deja un último beso debajo de mi ombligo ante mi atenta mirada y me baja las bragas. Mis mejillas son color carmín por su modo tan lascivo de mirarme.

—Eres hermosa — Su voz, luego de recorrer mi cuerpo con su mirada, está cargadísima de lujuria. —Eres tan hermosa que aún no me creo que quieras ser mía — Medio me levanto del colchón para tomarlo del cuello y acercarlo a mí.

—Quiero ser solo tuya, siempre — Lo beso un momento antes de separarnos.

—Eres mía — Dice con un tono de posesión, y claro que seré y soy de él. Siempre. Los ojos de David se fijan en mis pechos durante casi unos largos segundos. Sus labios bajan y se cierran en la cima de mi pecho derecho, y entonces comienza a succionar hasta dejar un leve moretón en mi piel. —De nadie más — Gruñe. Vuelve a mi cuello pero decide no dejar ninguna marca visible allí.
Me recuesta nuevamente y sigue con sus besos en mi cuerpo, besando mis pechos, moviendo su lengua sobre mi pezón y haciéndome arquear de placer. —Jamás me cansaré de ti — Farfulla mientras pasa a mi otro pecho. En vez de responder, dejo que mis manos recorran su cuerpo. Se nota que va al gimnasio, y su cuerpo es extremadamente delicioso. Sus piernas son fuertes y musculosas, sus caderas estrechas y su abdomen está decorado con esos cuadritos que vuelven loca. Sus hombros y brazos son anchos y musculosos. Y su piel morena. Es todo un hombre y así me gusta.
Sin temor bajo su bóxer, y cuando se separa de mis rojos pechos por sus succiones, sonríe de lado derritiéndome el corazón. De verdad amo esa sonrisa que tiene, amplia y blanca, luminosa ydispara corazones.
Se quita por completo el bóxer y evito demostrar la sorpresa que me llevo al ver su tremendo... paquete. Su pene está erecto y es enorme. Lo quedo mirando y cuando él me descubre embobada me pongo color púrpura de la vergüenza. Se acerca arrodillado hacia mí, me toma de las mejillas y con sus pulgares juega con mis labios, sonriendo. Lo noto feliz, y eso me hace feliz a mí. Besa mis labios, me vuelve a recostar por tercera vez y me arrastra de las piernas. En cuestión de segundos dejo de pensar en cualquier cosa que se me pasa por la cabeza, cuando David entierra profundamente su lengua dentro de mí. Comienzo a mecer las caderas para sentirlo más profundo. Sus manos recorren mi cuerpo, mientras su boca succiona mis labios vaginales, y se posicionan en mis pechos. Mis pezones disfrutan a lo grande sus lentas caricias.

Una y otra vez ¿Donde esta el amor? | Anahi & Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora