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Kayra~

Son las seis de la tarde y Bianca no ha llegado, Román nota mi impaciencia tanto como mis abuelos.

—¿Qué tiene mi nieta? — Pregunta mi abuelo mientras le da el biberón a Ian que está en su regazo. Apaga el televisor y me mira.

—Bianca abuelo, no ha llegado.

—¿No te dijo que estaría con su novio? — Cuestiona Román.

—Pues sí pero se está tardando mucho, si papá llama ¿Qué diré? ¿Me haré pasar por ella? — Se me prende la lamparita y sonrío, Román y mi abuelo me miran sorprendidos. —Ok. Pero es que me preocupa, no ha llamado.

—¿Quieres llamarla? — Sugiere. Me levanto y afirmo, Román me sigue hasta la mesita que está cerca de la puerta.

—Kayra, mi amor — Se coloca detrás de mí —Está con su novio, no querrás interrumpir — Susurra contra mi oído. Cierro los ojos y sonrío.

—Separa eso de mí, o no respondo — Largo una risita cuando muerde mi cuello. —Es en serio.

—No respondas — Pide. Aprieto con mis manos el teléfono y pienso si debo llamar a Bianca, pero quizás Román tiene razón e interrumpo algo. Un beso en mi cuello me hace abrir los ojos y respirar profundo.

—Ya quítate — Lo separo y respiro una vez más abruptamente. Dios este chico, que no me haga esto. Dejo el teléfono en su lugar y estiro mi mano. —Préstame tu celular — Él me mira confundido y le explico. —Aún no me compran uno nuevo, llevo meses sin uno por tu culpa — Expreso. —Le mandaré un mensaje a Bian, para no interrumpir, y que me escriba cuando acabe.

—¿Cuándo acabe? — Alza sus cejas. Abro los ojos grandes y sacudo la cabeza.

—Bueno, cuando lea el mensaje — Refunfuño. —Dame — Me entrega su móvil y le escribo un mensaje a Bianca. —Bianca, hermanita, no quiero interrumpir pero estoy preocupada por ti. Quisiera saber si estás bien, y si vendrás a dormir. Contéstame por favor — Cito mientras lo escribo y le devuelvo el celular a mi novio.

—¿Quieres dar una vuelta? — Pregunta. Lo pienso y sí me gustaría, hoy es uno de esos días hermosos... y la tarde está perfecta para hacer una caminata.

—Claro, tengo que caminar o me convertiré en una vaca — Suspiro. —Vamos.

—Vaca no — Niega. —Eres hermosa y estás embarazada, solo eso — Se acerca y me besa la boca. —Vamos guapa.





~Bianca~

David abre mis piernas un poco más y con mis manos me sujeto de las sábanas blancas, irguiéndome, arqueando mi cuerpo y mis caderas al sentir tanto placer. Tengo los ojos cerrados, pero puedo asegurar que mientras su boca succiona mi vagina y mi clítoris está mirándome con esos azules ojos cargados de placer. No detuvo ni su lengua ni sus caricias hasta que me llevó al orgasmo. Se eleva hacia mí para observar cada expresión mía mientras sus dedos me acarician alargando ese devastador orgasmo. Me siento morir, elevo mi cuerpo y me dejo ir. Mi cuerpo cae sobre el colchón inerte y mi respiración acelerada.

—Eres hermosa cuando alcanzas el placer — Me dice con voz ronca. Se vuelve a posicionar sobre mi cuerpo y besa mis labios. Están salados y puedo saber por qué. Baja y devora una vez más mis pechos. Sus caricias varían, primero me lame suavemente, después me chupa con fuerza para después volver a lamer con ternura, y cuando menos me lo espero me da un buen mordisquito. Baja, besa por enésima vez mi vientre y mete su mano entre mis muslos sin dejar de mirarme. Abro automáticamente las piernas y me acaricia mientras mete un dedo. Me tenso ante su intrusión y él me besa en la boca.

—Tranquila — Quita sus dedos, acaricia mis caderas y mis piernas, y luego se posiciona entre ellas. Se inclina un poco, toma un paquetito de la mesita que está cerca y puedo ver que es un condón. Ok, luego de tantos juegos previos me va a penetrar. Tomo aire y, cuando saca el preservativo de su envoltorio, lo tomo sorprendiéndolo. Me siento en la cama, me acerco a su pene y coloco el condón en la cabeza de su miembro. Gime ante mis dedos allí, pero no cierra los ojos ni me quita la mirada de encima. Lo deslizo lentamente y agradezco aquella vergonzosa clase de sexualidad en Argentina donde nos enseñaron a colocar los preservativos, tanto a chicos como a chicas. De algo sirvió.
Lo acaricio mientras deslizo por completo el condón cubriendo todo su pene y él gruñe tomándome de las piernas y obligándome a recostarme. Me abre las piernas y coloca la cabeza de su pene en mi entrada. Clava su mirada en la mía y una de sus manos acaricia mi muslo.

—¿Estás segura? — Pregunta.

—Sí.

—¿Tienes miedo?

—Contigo no — Respondo con toda la sinceridad del mundo.

David penetra apenas la cabeza temiendo hacerme daño, se detiene y mira mi expresión. ¿Debo decirle que no soy virgen? Se dará cuenta en menos de dos segundos, así que tomo aire y elevo mis caderas para obligarlo a entrar, pero me detiene colocando una mano en mi cadera.

—Quieta nena — Pero en lugar de hacerle caso me retorcí. —Bianca... — Me regañó. —Estoy preocupado por no lastimarte, no hagas esto — Me quedo quieta ante su gesto de protección.

—No me lastimarás, no soy virgen — Susurro segura. Me mira una vez más y sonríe de lado, cierra los ojos y acerca sus labios a mi boca. Me acaricia con ellos antes de dejar un beso. —Pero será mi primera vez con amor — Añado. Él abre sus ojos y luego penetra de una vez hasta el fondo. Su envestida me deja sin aliento.

—Tan... estrecha —Masculla. Lo acerco a mi cuerpo y lo beso. Aunque estoy estrecha y su intrusión aún me incomoda, no me lastimó.
David se sienta sobre sus talones arrastrándome de las caderas y me llena por completo con su extraordinario miembro sintiendo como un mar de sensaciones me invade de inmediato. Aunque, por completo es una forma de decir, no ingresa entero en mí y es porque aún no estoy tan estirada para recibirlo completo. Cierro los ojos y siento su mano allí, en mi clítoris, masajeándome sin mover más que su mano. El golpeteo a mi clítoris me da placer y el sentirme llena me produce una extraña sensación de bienestar.

—¿Bianca? — Al ver que no reacciono y tengo los ojos cerrados David susurra mi nombre.

—Por amor de Dios... muévete — Le suplico. Esa hermosa sonrisa suya aparece en su rostro.

—Si me lo pides de esa forma tan amable... — Sus caderas comienzan a moverse hacia atrás y hacia adelante, y entre cada embestida siento un rico fuego en mi vientre. Lo miro, me mira y sonríe de lado. Se acerca para besarme y me sujeto de todo su cuerpo, apretándolo contra el mío para que no pare. No tengo que pedirle que lo haga más duro, porque cambia el ritmo a uno más frenético. Suelto su boca para tomar aire ante esa exquisita tortura que estoy sintiendo, ante ese nudo que poco a poco se va desatando en mi interior. Lo sostengo desde la espalda y mis piernas lo rodean por las caderas para sentirlo más profundo, y es todo tan perfecto que no sé cómo es que esperamos tanto tiempo para hacerlo. Estoy segura de lo que siento, lo que me hace sentir y lo que quiero. Lo amo y lo quiero para siempre en mi vida.
David me penetra con fuerza, pero yo quiero más, así que enredo mis piernas en su cintura y levanto mis caderas para encontrarlo en cada golpe. Es exquisitamente excitante y hermoso lo que siento, esto sí es hacer el amor... no se compara con nada a mis otras experiencias con mi ex.
Mi guapo y considerado novio muerde mi labio haciéndome gemir y se mueve arrastrándome con él, sale de mi interior y se sienta en la cama, entonces me sienta en su regazo.

—Rodea mi cintura con las piernas — Me pide. Cuando lo hago, me levanto y lentamente me va empalando de él. —Así mi amor — Gime ante nuestro contacto. Siento que en esta posición su pene llega aún más profundo. —Nena ¿Recuerdas cuando practicaste ese baile en la sala de teatros? — Pregunta mientras sus manos toman mi trasero. Hago un mohín.

—¿El de los velos? — Mi respuesta es un gemido. ¿Recuerdan ese baile? Sí, yo también y él mucho más.

—Bien, pues hazlo. Baila para mi Bianca — Su ronca voz me hace temblar en sus brazos. Besa mi boca, me siento tan bien que instintivamente comienzo a menear las caderas. Mientras tanto David me levanta y suavemente me guía. ¡Por Dios! Él guiándome más mis movimientos de caderas hace una exquisita fricción que me lleva al orgasmo en menos de dos minutos.
David aprieta los dientes y sigue moviéndose en mi interior sin dejar de mirar cada expresión de mi cara, sin desconectar nuestras miradas.

—Otra vez — Gime. —Bianca... córrete otra vez para mi nena.

—¡Oh Dios! — Grito extasiada cuando uno de sus dedos encuentra mi clítoris.

—Eso es nena, córrete otra vez — Apretando su agarre en mi cintura, me guía más rápido sobre su erección. —Déjame sentir tu orgasmo. Quiero sentir como aprietas mi po.lla cuando llegas a la cima — ¡Ay madre!, sus palabras están haciendo efecto en mí. Mis fluidos chorrean por mis piernas y David gime al sentirlo. —Eso es preciosa, tómame en tu interior — De mi boca salen quejidos extraños, incontrolablemente, mientras me mueve más rápido y fuerte contra él. —¡Dios Bianca!, eres perfecta. Quiero quedarme en tu interior para siempre — ¡Si, si, si! Quédate ahí. Ya que las palabras se niegan a salir de mi boca, muerdo fuerte su hombro para dejarle saber cuánto me gusta la idea.
Mi clímax está llegando, David lo nota y aumenta el ritmo de sus estocadas. Yo recargo mi cabeza sobre su hombro y mirando la rosa a un lado de la almohada me corro con fuerza.

—¡Jo.der nena! — Brama antes de correrse. Cuando termina me recuesta con delicadeza sobre la cama, se acuesta a mi lado y me envuelve firmemente entre sus brazos. —Te amo — Siento miles de estrellitas y sensaciones en mi corazón, toco su mejilla y me acerco a besarlo. Apenas un pequeño beso.

—Y yo te amo a ti — Me siento protegida entre sus brazos y si, ha sido mi primera vez verdadera.




~Anahí~

Maldito hospital. Jamás odié tanto algo en mi vida como los hospitales... y las zorras. Más si las zorras están en un hospital, una combinación horrenda.
Me tapo con las sábanas y me abrazo a la almohada, horrible esta habitación; fría, blanca, con ruidos que no dejan ni siquiera descansar... y Poncho pretende que descanse.
Finalmente una enfermera se compadeció de mí y me dio una de esas pastillas para dormir... y que rico dormí, porque me desperté cuando me trajeron la cena. Ni siquiera la toqué, no tenía hambre. Me pregunto si Alfonso habrá venido a verme mientras estuve dormida...


Son las once de la noche y no tengo sueño, todo porque dormí la siesta de mi vida. Prendo la televisión y busco algo que ver, pero no encuentro nada que me guste. La apago y miro la habitación; no hay ni libros ni revistas. Nada. Ni siquiera tengo mi celular. Y me aburro.
Decido tomar un baño, y me importa un pepino si vienen y me regañan ¿Qué más puedo hacer?
Solo espero que al salir Alfonso me venga a dar mi beso de las buenas noches, o conocerá a la Anahí que hace tiempo no saco de mi interior.

Una y otra vez ¿Donde esta el amor? | Anahi & Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora