38

97 13 5
                                    


~Kayra~

Tomo las llaves y no me animo a abrir la puerta. Bianca es muy tranquila, pero creo que esta vez me he pasado. Solo quiero ayudarla a dar aunque sea un pasito más ¿Está mal eso?
Así que, mientras tomo aire, me armo de valor y abro la puerta esperando encontrarme con mi gemela roja de la furia a punto de atacarme como una Sailormoon elevada en el aire, pero mis ojos chocaron con los de la persona que jamás imaginé ver este día. Me quedé estática, clavada en el piso de la entrada mientras Román me sonreía. Allí estaba él, tan guapo como siempre, perfecto, con su sonrisa y sus ojos, mirándome, esperándome. Miré a Bian que, lejos de estar enojada, estaba emocionada. Y me largué a llorar corriendo a sus brazos. Fue todo como en una película, en cámara lenta. Rodeé su cuello con mis brazos y sentí su calor y su olor. Por fin lo tenía aquí, conmigo.

—¿Cómo...? — No me salían las palabras. Lo suelto luego de interminables minutos y hablo mientras él seca mis lágrimas.

—Estoy aquí, contigo mi amor y es lo importante. Bianca me ayudó — Explica Román. Miro a Bianca y le agradezco con la mirada, con una conexión de gemela a gemela, y ella me responde del mismo modo.

—Pensé que no volvería a verte — Sollozo abrazándolo una vez más. Beso su boca y siento por fin la calma en mi alma. Bianca carraspea.

—Los... dejaré solos. Iré a dar una vuelta — Se dirige hacia la puerta y la freno antes de que salga.

—Bianca, lo hice para ayudar. Perdóname si me entrometí mucho — Ella sacude la cabeza y hace un gesto de no importa. —Créeme que tu vida cambiará a partir de eso.

—¿Tú crees? — Pregunta tomando el pomo de la puerta.

—Siento que sí — Sonrío con una mano en mi pecho. Ella sonríe. —Gracias — Susurro y sale de la casa. Entonces miro a Román. —Caray Román, pensé que no te vería jamás.

—Te prometí que vendría ¿no?

—Es que... — Tiro de su mano y nos sentamos en el sofá. —No me respondías ni los mails ni llamadas ¿Qué querías que creyera?

—Bueno, te contaré como sucedieron las cosas ¿Quieres? — Lo miro con todo el amor que siento por él y espero a que me cuente.

—Sí, y yo también tengo algo que contarte.


~Bianca~

Bueno, son casi las tres de la tarde... tengo tiempo para pensar que máscara me pondré para ir a ver al profesor.
No solo me tiemblan las manos, sino también el cuerpo y siento algo inexplicable en mi interior. ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? ¿Por qué Kayra hizo algo así? Entiendo que quiera ayudarme, pero ni siquiera sé que fue lo que le dijo exactamente. ¿Y si meto la pata? ¿Le digo que fue mi hermana? No sé que hacer caray. ¿Y si le marco a mi madre? Quizás ella pueda ayudarme. Miro el teléfono en mi mano mientras me siento en esa banca que hay en el parque de nuestro barrio, decidiendo si apretar Send o arreglármelas por mí sola. Además pienso y, quizás está con mi papá e interrumpo algo. No sé que hacer. Entonces bajo un poco más en la lista de mi agenda y encuentro el nombre indicado. Entonces marco.

—¡Tía tía tía por favor ayúdame! — Suplico apenas Dulce me contesta.

—¿Bian? ¿Qué pasa?

—No, nada grave. Es que necesito un consejo — Explico.

—Ay es que me asustaste. A ver ¿Qué tienes?

—Tengo una cita — Confieso. La escucho reír feliz del otro lado antes de hablar.

—¿Con el profe?

—Si — Susurro.

—¿Y cuál es el problema?

—Que Kayra ha arreglado esto haciéndose pasar por mí, que le dijo al profesor que sentía algo por él y... tengo miedo Dul — Explico nerviosa.

—¿Neta hizo eso?

—Si — Bufo —Siento que me desarmaré en cuanto esté frente a él, así como el Señor Papa de Toy Story — Me exaspero. Dulce se carcajea del otro lado de la línea. —¡Tía!

—Perdón es que me dio risa imaginarte. No exageres, será solo al principio luego que te confiese lo que siente por ti sentirás alivio, verás.

—¿Tú crees?

—Que sí Bian, tú ve como si nada hubiese pasado... Luego si pasa algo le dices que fue Kayra y te libras de cualquier pena ¿Si? Hazme caso — Suspiro y acepto.

—Tienes razón. Deséame suerte porque la necesitaré mucho.

—¡Mucha suerte señorita!

—Gracias. Adiós Dul — Cuelgo y miro el piso. Me abrazo a mí misma, hace bastante frío y no puedo ir a la casa, y aún me quedan tres horas.

—Te vas a congelar — Siento un abrigo ser posado con delicadeza sobre mis hombros, dándome calor, al mismo tiempo que elevo mi vista y choco con ese azul, que dije sería mi color favorito. Mi profesor está ante mí, con sus manos apoyadas en mis hombros. Tiemblo, y comienzo a creer que no es por el frío.

—David — Me sorprendo. Voy a pararme cuando él me frena y se sienta a mi lado. Por darme su chaqueta él se quedó con un suéter color beige.

—¿Qué haces aquí nena? Hace frío ¿No crees? — Toma mis manos que están heladas, y creo que también a punto de romperse, y les da calor con las suyas.

—Es que necesitaba pensar y salí sin abrigo — Explico perdiéndome en sus ojos. Lo miro por largos segundos sin decir nada, con el corazón desbocado y temblando. —¿Cómo entraste?

—Pues estuve un buen rato intentando convencer al tipo de seguridad... Martínez — Decimos ambos el apellido al unísono, él sonríe y afirma. —Platicamos un rato y luego recordó que yo te traje aquella vez en mi moto, y me permitió pasar. Dijo que si no salía en quince minutos me buscaría por todos lados — Me carcajeo, Martínez siempre tan protector con todos nosotros. Es su trabajo y lo hace muy bien.

—¿Y cuantos han pasado?

—Tardé casi diez minutos caminando de allí hasta que te vi aquí, no sabía cuál era tu casa y casi me pierdo.

—Te quedan cinco minutos — Bromeo. Él vuelve a sonreír mostrándome sus perfectos dientes blancos.

—Bueno, entonces en cinco minutos me buscará — Responde alzando sus hombros.

—Neta que Martínez vendrá. Hagamos una cosa — Propongo. Él suelta mis manos y siento el frío recorrerme nuevamente. —¿Trajiste tu moto? — Dios Bianca ¿Qué harás? ¿Quién te dio esta fuerza para decirle esto?

—La dejé allí afuera, Martínez me obligó.

—Entonces ¿te parece si vamos a algún lado? Y platicamos, ya sabes — Digo con una voz un poco más segura que la habitual. Parece que se sorprende.

—¿Neta quieres venir conmigo? — Pregunta más que sorprendido. Me muerdo el labio y sonrío afirmando.

—Claro.

—Bien — Se levanta y me ofrece su mano —Está usted muy fría señorita, necesita algo de calor. ¿Puedo ofrecerle una taza de chocolate caliente? — Mis ojos se iluminan, amo el chocolate en invierno.

—¡Me encantaría! — Expreso emocionada. Él tira de mi mano y me lleva así, sin quitar su mano de la mía, hasta afuera. Su abrigo me queda enorme, pero es tan calentito y desprende su aroma que no me importa cómo me vea.

Cuando llegamos a la cabina donde se encuentra Martínez, él se sorprende cuando lo ve conmigo y de mi mano y me da una mirada de disculpas.

—Disculpe señorita, no sabía que él era su novio. De ser así lo hubiese dejado pasar sin preámbulos — Se disculpa mirándome. ¿Dijo novio? Miro a David que me hace un gesto y no digo nada. —Lo siento señor — Ahora se disculpa con David y le entrega la llave del vehículo.
Nos vamos de allí sin decir nada, David me entrega un casco y toma el segundo para el.

—¿Venías dispuesto a llevarme? — Pregunto colocándome el casco. Él me regala otra de esas sonrisas que son tan... perfectas y sacude la cabeza.

—Vengo preparado por si algún día me encuentro a mi hermosa alumna y tengo que alcanzarla — Responde colocándose el casco. Se sube a la moto y yo lo hago detrás de él, abrazándolo con confianza de la cintura sin miedo a tocar de más.

—Novios — Me carcajeo y él se pone en marcha.


~Kayra~

—Si te entiendo Román, pero una maldita carta por lo menos me tendrías que haber mandado ¿No? — Digo furiosa.

—Mi amor, te dije que vendría ¿No?

—Ya pero es que estaba desesperada, me urgía localizarte — Explico.

—¿Por qué motivo cariño? — Sus dedos recorren mi mentón, suben a mi mejilla, a mi pómulo y ascienden a mis cejas, delineándolas. Cierro mis ojos y luego baja por el puente de mi nariz, finalizando con un toquecito en la pun.ta. Largo el aire contenido y abro los ojos.

—Te lo diré de un tiro ¿Ok? Porque si le doy vueltas la alargaré mucho y en cualquier momento llegarán mis padres — Explico. Él asiente moviendo la cabeza y acomodándose mejor en el sofá.

—Bien... esto no es sencillo — Balbuceo —Y no sé cómo te lo tomarás, pero tengo la obligación de decírtelo porque mereces saberlo, y además porque si no lo hago yo lo harán mis padres — Él se mueve impaciente pero atento. —Estoy embarazada — Largo de súbito sin darle chance de digerir nada. Lo noto quedarse helado, lo reconozco, está en estado de shock. Sus ojos azules están fijos en los míos pero sé que su mente no está aquí, que en ella rebota la frase que acabo de escupir sin ningún tipo de anestesia previa. Bajo la vista y juego con mi pulsera, esa que Bianca posee una igual con su antiguo nombre, regalo de nacimiento de nuestros abuelos.

—¿Eh? — Es lo único que dice. Levanto la vista y veo la confusión plasmada en su rostro. —Wow ¿Embarazada? — Cuestiona. Se levanta del sillón, camina hacia el medio de la sala y se pasa las manos por la cara, tomando aire y largándolo, tratando de asumir semejante información. Se voltea y me sonríe de lado. —Cara.jo — Expresa con una sonrisa. No sé cómo interpretarlo, así que lo miro y espero a que me diga algo más. —¿De cuánto?

—Tres meses, casi — Farfullo. Él hace una afirmación con la cabeza y se rasca la barbilla.

—Es una... noticia que no... esperaba ¿Sabes? — Su vista baja hacia mi vientre, no se me nota porque estoy sentada y además tengo un suéter de lana que me va suelto. —Vienes y me largas todo sin explicación previa — Añade rascándose la nuca, y lo hace cuando se encuentra nervioso.

—Tenías que saberlo, mis papás están por llegar y conociendo a mi padre te cogerá por el cuello y... — Él abre los ojos como plato y yo me incorporo. —Bueno tan así no, pero querrá saber que sientes y que harás.

—¿Qué haré? — Cuestiona. —Lo correcto. Mis padres me enseñaron a ser responsable, y no lo fui contigo cuando hicimos el amor... y aquí está la causa de mi irresponsabilidad — Trago grueso y poso mis manos en mi cintura. —Es mi hijo ¿Qué haré? Lo correcto, hacerme cargo de él, claro está — Siento que no está feliz por la noticia, que lo hace por responsabilidad tanto como yo. Bueno, si yo no me puse contenta y me costó asumirlo ¿Cómo es que espero que él lo tome todo bien y se ponga feliz de un segundo a otro? Es una noticia que se debe asimilar con tiempo. —Es algo así como un balde de agua fría que me hace volver a la cruda realidad — Añade. Lo miro en silencio, no me sale ninguna palabra y tampoco quiero interrumpirlo, mucho menos presionarlo. —Hablaré con tus padres, conseguiré un trabajo inmediatamente y ni a ti ni a ese bebé les faltará nada, se los aseguro; ni lo material ni tampoco amor — Ante ese reconocimiento suspiro aliviada y mi corazón vuelve a bombear sangre. —Amor es lo que me sobra, porque te amo y estoy seguro que amaré a ese bebé. Es... nuestro hijo, y si bien ahora me cueste un poco caer en cuenta, te prometo que estaré aquí, no me iré.

—Gracias — Es lo único que puedo pronunciar por el nudo que me atraviesa la garganta. Me alivia tanto saber eso.

—Estoy aquí — Susurra acercándose a mí y rodeándome con sus brazos. —Y estaré siempre — Por primera vez desde que me enteré de mi embarazo me siento segura y feliz de estar en esta situación. El padre de mi hijo está conmigo, y es algo que me alivia el alma.



~Anahí~

Me quito de encima de Poncho y caigo sin aire a su lado, sobre el colchón. Mi pecho sube y baja incontrolable, como si hubiésemos corrido una maratón de doscientos kilómetros. Me tapo los ojos con mi brazo e intento respirar aire de algún lado, como cuando sales de la piscina luego de haber estado cinco minutos debajo del agua sin respirar.
El ambiente es cálido gracias a que Poncho prendió el hogar de leñas, es más, siento que hace demasiado calor y que en cualquier momento me sofocaré. Mi cuerpo está cubierto por una leve capa de transpiración, mi cabello húmedo se me pega en la frente, en las mejillas y hasta en la nuca... y me siento asquerosamente húmeda y pegajosa.

—Oh por Dios Poncho siento que no podré levantarme de esta cama — Mantengo los ojos cerrados bajo mi brazo y la boca seca.

—Y no tienes por qué levantarte, muñeca — Siento uno de sus dedos delinear mi pezón descubierto y me estremezco.

—Neta ¿Cómo le haces eh? Los años te sientan bien — Me burlo mirándolo por unos segundos antes de volver a cerrar los ojos.

—¿Me estás llamando viejito? — Lo siento subirse sobre mis caderas, rozando su intimidad con la mía bajo las sábanas.

—Bueno, un viejito potente — Remato entre risas. Me toma de las muñecas ubicando cada una de mis manos al lado de mi rostro y se acerca a mi rostro.

—Muy potente ¿Hace falta que te demuestre más?

—Neta, con estas cinco veces me quedó muy claro — Suspiro y siento sus labios rozarme los míos. Seguidamente se levanta, busca sus bóxers y sale de la habitación. Ruedo en la cama ubicándome boca abajo, descansando mi espalda y apoyando mi rostro sobre mis brazos. Cierro los ojos y me relajo, pero son apenas cinco minutos los que pasan cuando siento a Poncho nuevamente en la cama entregándome una copa de vino. Tomo de ella mientras él se sube encima de mi cuerpo, aprisionándome entre sus piernas, sentándose sobre mi trasero.
Tomo un poco más de vino y alargo la mano para dejar la copa sobre la mesa de noche, es entonces cuando me acomodo y siento algo frío sobre mi espalda. Gimo, mi cuerpo arde y acaba de echar algo frío en mi ardiente cuerpo. Pasa sus manos por mi maltratado cuerpo y esparce, lo que confirmo es crema, por toda mi espalda; primero por los omóplatos, pasando por los hombros, descendiendo hasta llegar a mi cintura donde allí, en aquel hueso, ejerce presión con sus pulgares haciéndome gemir de placer. Es increíble como todo puede llegar a acumularse allí.
Alfonso tiene manos mágicas, no solo para los masajes. Hace presión conociendo cada parte donde se me acumulan los dolores, liberándome de ellos.
Se encarga ahora de mis hombros, masajeando y presionando tan exquisitamente que siento que me dormiré mientras me da esos masajes.
Echa mi cabello más hacia el costado, y dado a que tengo la cabeza ladeada deja un beso en mi mejilla antes de descender su cuerpo hacia la pun.ta de la cama. Instantes después echa la misma crema fría sobre mis glúteos y lo esparce presionando cada una, bajando por los músculos de mis muslos hasta llegar a mis pies. Si luego de tanto sexo me hará estos exquisitos masajes, pues yo no me quejo. Es tan delicioso como sentirlo dentro de mi cuerpo dándome placer.

Una y otra vez ¿Donde esta el amor? | Anahi & Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora