45

83 13 0
                                    

~Anahí~

—Güera... ¿Neta te enojaste? — Lo fulmino con la mirada.

—No me digas güera — me quejo entre dientes. Tengo una bata puesta y él está poderosamente desnudo en la cama. Lo miro y me fortalezco para no ir como una depredadora y subirme encima para comérmelo entero. Miro hacia otro lado y me cruzo de brazos, Alfonso se levanta y me toma de la cintura. Lo quito empujándolo. —Bueno, morena — Dice burlón. Achino los ojos —¿Castaña?

—¡Ya Poncho! — Lo miro con toda la furia que puedo sentir y busco mi ropa.

—Espera ¿A dónde vas? Esto no acaba aquí — Intenta frenarme pero me zafo de sus manos.

—Déjame. Veo que aún estás... dispuesto — Miro su miembro medio erecto y cierro los ojos poniendo fuerza de voluntad, largo un suspiro y abro los ojos para mirarlo a la cara —Pero te quedas así, yo tengo que ir con mi hija a ensayar ¿Sabes? Por si no te enteraste el domingo actuaremos en el colegio y además — Enfatizo la palabra además —Deberías hablar con Kayra ¿Si? A ver si buscas a ese chiquito, porque nuestra hija está sufriendo — Me quito la bata y comienzo a vestirme —Ponte los pantalones, y no literal, y ve a ver que haces con ese muchacho — Él me mira incrédulo procesando cada palabra vomitada por mí en dos segundos.

—Vaya que sí te enojaste — Murmura. Me quejo, me visto rápido y me coloco los zapatos.

—Me voy— Tomo mi bolso y mi abrigo.

—Espera ¿Vas a casa? — Me pregunta. Me volteo a verlo achinando los ojos.

—Aún no. Tengo trabajo que terminar — Abro la puerta y luego de salir la azoto dejándolo solo y confundido.



~Kayra~

Llegamos a mi habitación, cierro con llave y nos quedamos allí, mirándonos, hablándonos con la mirada.

—Necesito que me abraces — Digo con tristeza. —No sabes cuánto te necesité este tiempo.

—Ya estoy aquí mi amor — Susurra abrazándome. Me rodea con sus brazos y nos quedamos así unos largos minutos, hasta que él me separa un poco para mirarme.

—Necesito cariño — Expreso cerca de sus labios. Román mira mi boca, luego mis ojos y vuelve a mirar mi boca. —Estoy fea con la panza — Me quejo haciendo un puchero, él me reprime con la mirada y niega.

—Estás más hermosa que nunca, creo que las hormonas del embarazo provocan algo que te hacen ver espléndida. Estás mas distinta — Acaricia mi cara y corre mi cabello suelto hacia atrás. —Eres hermosa.

—¿Me deseas? — Pregunto acercándome a su cuerpo. Él cierra los ojos y sonríe.

—Claro que te deseo, siempre lo hago. Tengo ganas de hacerte el amor, demostrarte que te amo y que estoy aquí contigo, para ti y para nuestro hijo — Me siento feliz ante sus palabras, las necesitaba para tener seguridad en mi vida y ahorita siento que todo se acomoda de a poco. Román estará conmigo, jamás me dejará ni mucho menos dejaría a su hijo. Lo conozco, es muy responsable y además me ama tanto como yo a él.
Sin decir nada me acerco y lo beso, él me corresponde de una forma voraz y nada tierna. Me gusta darle rienda suelta al amor y a nuestros deseos.

—Quiero que me hagas el amor — Pido contra su boca. Me sujeta con sus fuertes manos, acaricia mi espalda y besa mi cuello mientras me va quitando la ropa. Me saca la blusa suelta y de mangas largas que tengo, dejando a la vista mi sostén blanco. Mis pechos están grandes, puedo notarlo y también sensibles, y creo que se sorprende por lo voluptuosos que sobresalen. Sonrío con descaro, alzo mis cejas y le quito la chaqueta. Vuelvo a besarlo tomándolo de la cara, metiendo mi lengua, queriendo llevar el control para demostrarle lo mucho que lo extrañé.
Subo su sudadera negra, la quito y dejo su torso desnudo. ¡Cuánto gimnasio tiene mi Román encima! Paso uno de mis dedos por sus músculos antes de descender mis manos hacia sus vaqueros. Se los bajo completamente y él, como puede, se quita las zapatillas. Cuando lo tengo en bóxer lo empujo contra la cama donde cae sentado, luego llevo mis dedos al borde de mi calza negra. Últimamente los vaqueros de jean me quedan incómodos así que tengo que usar calzas, pues con el frío que hace es imposible que yo me ponga un vestido. Entonces me bajo las calzas, me quito mis converse y una vez en ropa interior me siento sobre su regazo para volver a besarlo, con intensidad y voracidad. Con hambre de él, con deseo de sentirlo con mi boca y con mi cuerpo.

Sus manos acarician mi espalda y me estremezco. La calefacción de mi habitación está al máximo y comienzo a sentir el calor. Sus dedos buscan el broche de mi sujetador para desabrocharlo, y me lo quita liberando mis senos que ante su exposición inmediatamente se me yerguen los pezones.
La boca de Román toma uno de ellos y su lengua lo acaricia con ternura antes de succionar y hacerme gemir. Wow, vaya sensación. Ahora sus manos bajan por mi espalda y se posicionan en mis caderas, me besa en la boca y acaricia mi trasero.
Con un movimiento me deja sobre la cama, deja un último beso en mis labios y baja. Besa mi cuello, lo muerde con suavidad, llega al valle de mis senos y reparte pequeños besos. Desciende un poco más hasta llegar a mi vientre que ya está abultado. Sospecho que mi vientre será enorme, porque con poco más de tres meses ya se nota más que lo normal. Reparte besos alrededor de mi ombligo y sus dedos se enredan en el elástico de mis bragas para quitarlas. Cierro los ojos mientras me dejo hacer por él, me dejo amar y disfruto su boca besando mi intimidad. Abro las piernas y sujeto su cabeza rubia contra mi centro. Su lengua me vuelve loca, tengo que morderme los labios para no gemir porque en cualquier momento podría llegar Marta y es lo que menos quiero, que me escuche teniendo sexo con Román.
Sujeto su corto cabello con mis dedos, arqueo mi espalda y levanto las caderas para ofrecerme más. Su boca abandona ese lugar para subir y besar una vez más mi vientre, sus manos acarician el bultito y abro los ojos para verlo mirar donde su hijo crece. Una sonrisa se le escapa antes de subir y atacar mi cuello.

—Te amo — Susurra contra mi oreja, y yo sé que me ama. Por más que haya dudado alguna vez, siento que me ama y puedo confirmarlo porque toco su pecho y su corazón late igual de desenfrenado que el mío.
Estoy tan sumida en mis pensamientos, pensando en lo que será mi vida a partir de ahora, acompañada de Román esperando a nuestro hijo, que no me percato de que se ha quitado el bóxer y ahora está por penetrarme. Me besa en la boca e ingresa lentamente, con cuidado, a mi cuerpo. Lo recibo gimiendo despacio y ahogando un gritito contra su cuello. Mis brazos se aferran a él y su cuerpo se mueve, sosteniendo su peso para no aplastarme ni a mí ni a nuestro hijo. Muerdo su hombro y mi cuerpo se tensa sintiéndolo profundo y grande en mi interior. Se mueve con suavidad, preocupándose por no hacernos daño. Me relajo, lo suelto y apoyo mis manos sobre el colchón, cierro los ojos y disfruto la conexión. Sonrío con los ojos cerrados, me muerdo el labio y gimo cuando se mueve con más rapidez.
Toco su pecho, delineo con mis dedos cada uno de sus tatuajes que tiene en la cintura y otras partes del cuerpo, y lo acerco para besarlo. Creo que oí hablar de que el sexo durante el embarazo se siente más intenso, y puedo corroborarlo porque, o no estoy acostumbrada y me correré rápido o las sensaciones de su miembro bombeando dentro de mi cuerpo me harán explotar antes de lo esperado. Pero siento el intenso ardor en mi vientre, ese fuego mezclado con una intensidad en mi centro que no puedo postergar y que me cierra la garganta. Siento la necesidad de rodear sus caderas con mis piernas y así sentirlo más profundo, apretarlo contra mi cuerpo y explotar juntos... y lo hago. Me aferro a su cuerpo mientras su boca besa la mía, mientras me susurra cuanto nos ama y lo feliz que lo hacemos. Y entonces me dejo ir. Aprieto los dientes, me arqueo y me golpeo la cabeza contra el cabezal ante ese movimiento brusco, pero no me importa. Mis dedos aprietan con fuerzas la carne de su trasero y me libero, largo un gritito y mis piernas se cierran más a su alrededor. He llegado al orgasmo, pero él aún no así que sigue embistiéndome. Lo hace con más frenesí buscando su liberación, esa liberación que encuentra unos minutos después que lo hace gruñir como un animal herido. Así de intenso, así de maravilloso. Ahora me doy cuenta la falta que me hacía, y que si él decidía no seguir este camino conmigo yo iba a morir lentamente... porque sin él no puedo seguir. No podré.


~Poncho~

Cuando salgo del hotel, luego de darme un relajante baño, ya no regreso al hospital. El director, Eduardo, es mi amigo desde hace años y me dio el permiso para que me tomara el tiempo que necesitara. Volveré mañana, porque ahora tengo que ir por los regalos de las gemelas a la joyería.
Busco los colgantes grabados ya con sus nombres y fecha de nacimiento y regreso a casa. Sé que a las gemelas les gustará el regalo, además ahora están más unidas que nunca, pero esto será para que los lleven siempre y recuerden que siempre tendrán que darse la mano en esta difícil vida.

Como hace un lindo día, antes de entrar a casa me freno en la entrada de nuestro barrio donde Martínez está parado vigilando la zona.

—Que hubo Martínez — Lo saludo, ambos chocamos nuestras manos y reímos.

—¿Cómo le va doctor? Hace tiempo que no frena por aquí — Dice cruzándose de brazos.

—Mucho trabajo, ya sabes. ¿Cómo estás tú? ¿Tu familia? — Pregunto.

—Todos bien, gracias a Dios. Mi esposa como siempre, y mis hijos creciendo. Mi niña menor me ha presentado su novio y... ya usted sabe esas cosas.

—Claro que lo sé, créeme. ¿Cuánto tiene tu hija?

—Apenas diecisiete — Suspira. —Espero este muchacho sea bueno con ella, porque ya sabes como somos los padres.

—Si, si hacen sufrir a nuestras niñas nosotros los haremos sufrir a ellos. Soy capaz de castrarlos — Bromeo, aunque lo digo con algo de seriedad.

—Sí Doctor, mucho más si el novio de su hija es más grande que ella — Explica. Lo miro frunciendo el entrecejo y sonrío confundido.

—¿Por qué? ¿Cuántos años tiene el novio de su hija? — Cuestiono. Él niega con la cabeza.

—No, ese wey es chico, tiene la misma edad que mi hija y van al mismo curso. Me refiero al novio de su hija — Explica. Pienso ¿El novio de mi hija? ¿Román? ¿A caso apareció? —Y no el rubiecito que entró hoy, que me dijo que era el novio de la niña Kayra... sino el otro.

—No te estoy entendiendo Martínez ¿A quien te refieres? — Pregunto. Él me mira mucho más confundido.

—Al novio de la otra gemela, la muchachita esa tímida.

—¿Bianca? — Pregunto apretando los puños.

—¡¡Esa misma!! Nunca me acuerdo de su nombre. Bueno, con ella tendrás más dolores de cabeza me imagino, porque eso pasa cuando tienen un novio mucho más grande que ella — Dice rascándose la barbilla —Créame Doctor que lo sé por experiencia propia con mi hija mayor. Pero parece buen tipo, la alcanza hasta aquí, la acompaña... y a la niña se la nota feliz. Parece que usted ha liado un buen yerno — Ríe. Pero yo no lo hago, lo miro incrédulo procesando cada una de sus palabras. ¿Bianca tiene novio? ¿Mas grande que ella? ¿Por qué no me lo dijo?

—Si — Respondo ido.

—Pero bueno, así tenga diez años o más que ella, mientras la quiera y la haga feliz... y además que usted y su esposa lo acepten. ¡Eso es lo importante! ¿Verdad Doctor? — Mis ojos se abren más ante cada una de sus palabras. ¿Diez años?

—¿Diez años mayor dices? — Pregunto apretando las llaves en mis manos.

—Pues lo parece, si tiene menos de treinta no me lo creo — Me tengo que ir de allí si no quiero que me de un infarto con cada una de esas confesiones que, sin querer, me está dando a conocer Martínez. Es un tipo que está atento a todo, no digo chismoso, pero como su trabajo tiene que saberlo todo y observar... y me ha dicho que ese tipo, que al parecer tiene como treinta años, ha acompañado a Bianca varias veces hasta aquí.

—Me tengo que ir Martínez. Mis saludos a tu familia — Digo con rapidez antes de subir a mi coche. Él me abre la barrera e ingreso, con rapidez conduzco hasta casa y estaciono en la puerta. No entro el coche al garaje, lo dejo allí. Abro las rejas, la cierro con furia y corro hasta la puerta de entrada.
Cuando entro me encuentro a Anahí parada con las manos en sus caderas mirando a Román y a Kayra. Otro problema más.

Una y otra vez ¿Donde esta el amor? | Anahi & Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora