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~Anahí~

—¿Qué pasa príncipe? — Abrazo a mi bebé y camino por su habitación. —¿Te desvelaste amor? — Él solloza en mis brazos, hipando y poniéndome nerviosa. —¿Tienes hambre? Ahorita viene papá con tu leche — Beso su cabeza, huele tan rico, es uno de mis olores favoritos. Su cabello es tan suave como su piel. —Ya Ian ¿Qué tienes? — Patalea en mis brazos, se echa hacia atrás y sigue llorando. —Ian — Me quejo. —Caprichos no por favor ¿Te duele algo? — Mi voz no lo calma, al contrario, se pone peor. Lo separo de mi cuerpo y lo miro. —Ey — Me mira hipando —¿Qué amor? — Se tira a mi cuello y se apoya contra mi hombro. Alfonso llega en ese momento.

—Aquí está — Me da el biberón y me siento con Ian en brazos, le meto la tetina en la boca pero la rechaza. Intento una vez más y succiona pero se ahoga, e inmediatamente le golpeo la espalda inclinándolo para que no se ahogue.

—Toma — Se lo entrego a Poncho y lloro.

—Any.

—No puedo — Gimo y me toco la frente con la mano.

—Le debe doler algo — Poncho lo apoya contra el cambiador y lo revisa, haciéndole flexiones en las piernas, tocando su panza, debajo de la garganta y tocando sus ganglios. —Nada raro — Ian sigue llorando y yo me siento en el sillón tomándome la cabeza. —Berrinches o dientes — Farfulla. —Ian, pequeño ¿Por qué no quieres la leche? — Él intenta dársela pero Ian se niega, corriendo el rostro, ese rostro rojo y empapado en lágrimas.

—Me duelen los pechos — Me los toco y gimo. —Dámelo.

—¿Segura?

—Intentaré — Susurro. Me lo entrega, no sé si sea posible que aún tenga leche, o algo. No lo creo, pero quizás es un mimo para Ian y logre calmarlo. —Me siento culpable, solo lo alimenté tres meses — Como tengo un vestido strapless lo bajo un poco e inmediatamente Ian se prende a mi pecho, calmándose, gimiendo de placer y entrecerrando sus ojos. Me reposo contra el respaldo del sillón y me acomodo con mi bebé en brazos —Ay pequeño ¿Qué sucede contigo? — Acaricio su pequeña nariz, mi misma nariz. Es tan igual a mí de pequeña. Sus ojos verdes se entrecierran, una de sus pequeñas manos acaricia mi pecho y con la otra da toquecitos en mi espalda. Sonrío y lo mezo. Poncho se sienta frente a mí arrastrando un banco con dibujos celestes.

—Presiente todo este niño, estoy seguro que está así pegado a ti por tu embarazo — Alfonso mira a Ian completamente dormido.

—Poncho, ni siquiera me sale nada — Exlamo y miro a mi hijo. —Tiene celos, o está susceptible por mi embarazo.

—Quizás.

—Es muy pronto — Susurro. —Pero ya — Miro a mi bebé, lo observo succionando aún dormido. —Nos queda tiempo para disfrutarlo, de todos modos es muy pequeño para tener un hermano menor.

—Any, no sientas culpa, las cosas suceden y sucedieron así — Me habla con sus hombros apoyados en las piernas, inclinado frente a mí. Estira su mano y acaricia mi rodilla. —Es normal estos berrinches en Ian, él presiente todo — Me tranquiliza. Intento no llorar y asiento.

—Ya. Dormido — Lo desprendo de mí y me acomodo el vestido mientras Poncho se levanta y lo toma en brazos, lo lleva a la cuna recostándolo con tranquilidad.

—Listo. Ahora a la cama reina — Me levanto tomando su mano y sonrío, me prendo a su cintura y lo beso.

—A la cama — Apagamos la luz de Ian, dejando solo un velador que ilumina tenuemente y salimos.



Al final como mis padres se quedaron, le dimos la habitación de servicio que está en la planta baja, que tiene una cama matrimonial, y a mi abuelo Abraham le dejamos la que está cerca de la nuestra, que está desocupada con una cama individual.

—Ha sido una hermosa noche — Suspira Alfonso sentándose en la cama y desabrochándose la camisa. Afirmo de acuerdo y bajo mi vestido, aún de espaldas a él, y sonrío pervertidamente. No puede verme la cara, así que elevo mis cejas y preparo mi plan. —Ven aquí preciosa — Se quita la camisa, los zapatos y calcetines y yo sonrío volteándome. Me quité por completo el vestido, así que ahora me encuentro solo con un tanga negro. Me quito los zapatos bajando cinco centímetros y doy cinco pasos llegando a él. Me siento en sus piernas a horcajadas, rodeo su cuello con mis brazos y lo beso con intensidad. Él acaricia el largor de mi espalda, bajando hacia mi trasero y mis piernas.

—Mmm — Quito sus manos negando y él me mira con confusión. Le doy un fugaz beso y me levanto.

—No, no — Niega tirando de mi mano.

—Ya. Es que tengo frío — Me quejo con un mohín. Voy hacia el closet y saco un camisón corto de seda, mis pezones se marcan en él y vuelvo hacia Poncho.

—¿Entonces con ropa, dices? — Alza sus cejas y no puedo evitar carcajearme. Niego y me acomodo en la cama.

—Platiquemos.

—¿Qué? — Me mira incrédulo —Any, disfrutemos la noche.

—Primero hablemos — Apoyo mi espalda sobre el respaldo y me cruzo de brazos. —Lo único que hacemos en esta cama es hacer el amor, tener sexo... y Poncho tenemos que platicar del día ¿No te parece? — Él se quita el pantalón y se levanta en bóxer a buscar un pantalón para dormir pero lo freno. —No te pongas nada — Me muerdo el labio y él vuelve.

—Román se quedo a dormir — Comenta mientras se acomoda en la cama. Me acerco a su cuerpo y apoyo la mitad en el suyo. Enredo mis piernas con las suyas y con mi mano acaricio su pecho.

—¿Lo dejaste? — Lo miro con los ojos abiertos evitando reírme. Vaya que sí está ablandado mi Ponchito.

—Tu hija es una chantajista de primera, lo sabes — Sonrío porque conozco a Kayra y conozco también el efecto que tiene sobre Poncho. —Con eso de que anda sensible y necesita el consuelo de Román, dormir en sus brazos y sentirse bien me ha convencido. Pero no se le hará costumbre, ni mucho menos se quedará más aquí. Solo por hoy.

—Relájate. Creo que Kayra entendió lo de respetar la casa — Con mis dedos tiro de sus vellos del pecho y él se queja.

—Auch! — Me mira y yo sonrío inocente. Me aprieta contra su cuerpo y suspiro reposando mi mejilla en su pecho, en ese tatuaje que se hizo por Kayra.

—Tengo sueño — Susurro. Él se rinde y besa mi coronilla, seguidamente cierro los ojos y lo siento moverse para apagar el velador.
Me duermo en cuestión de segundos.






Escucho un llanto de lejos, así que me muevo algo turbada por ese grito y giro en la cama, aún dormida, pegándome la cabeza contra la mesita de noche.

—Chin... ah au — Me quejo tomándome la frente. Volteo a ver a Poncho que está en el medio de la cama boca arriba ¿En qué momento me separé tanto de él?
Agudizo el oído y escucho un quejido. Ian. Me levanto, tomo la bata y me la coloco antes de salir hacia su habitación.
Cuando llego lo encuentro parado en su cuna, tomado de los barrotes, con la cara roja y empapada, mirando hacia la ventana. Me enternece inmediatamente verlo así.

—Bebé — Él me escucha y se voltea sin soltarse, hace un puchero y llora con un raro "iiiiii", sonrío y me acerco para tomarlo. Rápidamente apoya su cabecita en mi hombro y lo abrazo calmándolo. Apenas lo mezo y se queda dormido en mis brazos, así que me apresuro a dejarlo cómodo en su cuna e irme a mi habitación nuevamente.


Cuando vuelvo Poncho está destapado, algo despatarrado en la cama y profundamente dormido. Sigilosamente me quito la bata dejándola sobre el sillón en la esquina de la habitación y me subo con cuidado a la cama. Lo observo, intento recoger mi pelo y que quede sujeto, pero vuelve a caer pesado soltándose. Suspiro y gateo sobre el colchón hasta llegar a ese cuerpo que me trae loca siempre, subiéndome sobre él.
Acaricio su pecho, sus brazos, ese tatuaje que me centro en acariciar con más admiración y luego lo miro a la cara.
Me inclino y lo beso en la boca. No despierta.
Acaricio su cuello y hombros con mis dedos. No despierta.
Me muevo sobre sus caderas. No despierta.
Me deslizo sobre su cuerpo apoyándome en sus piernas y bajo su bóxer. ¡Ay mi madre! Está dormido ¿Cómo puede ser que esté así?
Ladeo mi rostro y miro el reloj en la mesita de noche. Él se mueve y gime, su rostro está tenso y siento su miembro crecer mucho más contra mi trasero. ¡Mamacita! ¿Está soñando? ¿Qué tipo de sueños está teniendo? Me refriego contra él y gimo, y como no despierta con mis dedos pellizco sus pezones. Abre los ojos gimiendo, no se si de dolor o por ese sueño que estaba teniendo, y sonríe de lado algo desconcertado. Cuando nota que no tiene bóxer, que está completamente desnudo y que su intimidad roza la mía aún cubierta por un pedacito de tela, sus manos se aferran a mis caderas y cierra los ojos. Gruñe y yo alzo mis brazos para quitarme el camisón de seda quedándome solo en bragas, esas bragas que me impedían conectarme con él.

—Joder mujer. Que manera de despertarme — Farfulla con los ojos cerrados.

—Despierta y fóllame como se debe — Digo dándole golpecitos en la mejilla.

—Con gusto — Me da vuelta tirándome sobre el colchón y abre mis piernas para quitarme lo único que me mantiene semidesnuda, tirándola a quien sabe dónde. Cuando me tiene expuesta a él completamente, alza sus cejas y me sujeta de las piernas. —Tú dirás, estimulación o penetración — Ay joder. Las dos cosas ¿no?

—¿Bromeas? — Pregunto incrédula —Fóllame Alfonso — Gruño. Él sonríe y sacude la cabeza antes de abrir más mis piernas, colocar una almohada debajo de mi trasero y enterrar su rostro en mi centro.
Madre de todos los santos, por Dios. Su lengua, esa lengua que tanto sabe usar en cualquier parte del cuerpo me está sometiendo allí, de una manera desconcertante que te deja sin aire, torturándome.
Sujeta mis piernas para que no las cierre y su lengua se adentra más, penetrándome y succionando con sus labios, maltratando ese pedacito de nervios tan sensible en la mujer.
Siento un remolino en el estómago cuando succiona con fuerzas, siento un fuego correrme por las piernas y a los pezones endurecidos que yo me encargué de estimular, apretándolos, masajeándolos, sintiendo como la boca de Alfonso hace que todo mi cuerpo reaccione. Todo.

—Siiiiiii — Jadeo. —¡Por Dios Poncho ya! Ya... ya casi. Siii siiii Oh mier...da ¡Justo ahí! — Me importa un rábano si me escuchan, siento que no puedo callarme, que no puedo ahogar los gritos, que se me salen por sí solos sin darme chance a cerrar la boca o ahogarlos en mi garganta. La lengua de Alfonso es mágica, tan mágica que creo parecerme en este momento a una perra en celo. ¡Y una mierda! Oh joder... es tan... tan... enloquecedor. —Pon...cho... — Estoy casi sollozando, suplicándole, pues ha dejado de torturar mi clítoris para besar completa mi vagina. —Pon... ahh — Me retuerzo cuando vuelve a hacerlo, estira mi clítoris con sus labios suavemente que me hace perder el control. Elevo mi cuerpo, mi espalda se arquea y el orgasmo llega avasallando con todo, haciéndome convulsionar y temblar debajo de la boca de mi hombre. Sí, mío, solo mío.
Puedo jugar que el orgasmo me hizo llorar de tanto placer, porque cuando abro los ojos mi vista está empañada, y él... él está jodidamente sexy, con una sonrisa de lado y los labios brillantes por mis fluidos acariciando mis piernas para calmarme.
Descanso mi cuerpo sobre el colchón, cierro los ojos, tomo aire, intento regularizar tanto mi respiración como el latido de mi corazón, y entonces lo siento. Siento la cabeza de su miembro en mi entrada, esperando a que yo abra los ojos y le de alguna indicación, o quizás esperando a que pueda manejar mi cuerpo que yace inerte sobre la cama.
Me muevo, alzando las caderas, para que lo haga y entonces ensarta completamente su pene en mí.
Gimo, jadeo, suspiro, largo un gritito y sonrío como una lunática, y no porque sea ninfómana, sino porque tener un marido tan dotado es la gloria, es ganarse la lotería de la vida.
Lo siento tan adentro, golpeando y estirando cada parte de mi interior, tocándome tan adentro que quiero cerrar las piernas y que nunca se vuelva a salir. Pero él se sale y lo miro confundida. Alza una de mis piernas, la besa y la coloca sobre su hombro. Seguidamente lo siento haciendo una especie de palanca con mi pobre pierna, llevando su boca hacia la mía, besándome y distrayéndome mientras me vuelve a penetrar. Jodidamente profundo. ¿Cuántas veces dije la palabra 'jodidamente'? Empiezo a creer que es la única que puede describir cada cosa que siento.





~Kayra~

El sonido de un teléfono me despierta. Ring. Ring. ¡Maldición! ¿No hay nadie que conteste?
Tanteo la mesita de noche y descuelgo el teléfono sin abrir los ojos.

—Diga...

—Buenos días, soy Alicia la secretaria de la doctora Patricia Gutiérrez, quisiera hablar con Kayra Herrera Puente  — Me despierto inmediatamente y me siento en la cama, a mi lado veo a Román dormir de espalda.

—Ella habla.

—Buenos días señora llamaba para... — ¿Qué? ¿Cómo que señora?

—Este... perdón, señorita por favor. Aún no soy señora — Me acomodo el cabello y hago una mueca.

—Señorita Kayra ¿Recuerda la fecha que tenía para el próximo lunes seis?

—Claro, una ecografía — Afirmo.

—La doctora Gutiérrez no podrá atender el próximo lunes, por lo que la cita será cambiada para el martes siete de enero ¿Está usted de acuerdo?

—Sí, no tengo problema — Ahogo un bostezo e intento abrir los ojos abiertos.

—Bien, entonces acordamos la ecografía para el martes siete de enero a las 9:00 hs ¿le parece?

—Perfecto. Muchas gracias — Suspiro y corto. Deseo tanto volver a ver a mi bebé, saber su sexo, que tendré que lo veré un día más tarde. De todos modos, lo que más me preocupa es saber su salud. Ni el sexo, ni cuán grande está, solo quiero saber que está bien aquí dentro. —Román — Lo sacudo un poco y él se queja. —Mi amor — Susurro contra su oreja y se la muerdo, él vuelve a quejarse y abre sus ojos, tan celestes como el cielo de mediodía. —Buenos días.

—Buenos días princesa — Sonríe y yo lo miro embobada. Que linda manera de despertar. —¿Cómo dormiste?

—Perfecta. Pero me despertó la secretaria de mi obstetra. El martes veremos a nuestro bebé — Digo con una sonrisa. Él se sienta en la cama y sonríe ampliamente mostrándome sus perfectos y blancos dientes.

—¿Veremos a nuestro hijo? — Lleva sus manos a mi vientre y yo asiento. —Muero por conocerlo. ¿Crees que sabremos si es niño o niña? — Indaga.

—No sé, pero yo quiero saber cómo se encuentra aquí. No lo siento aún, y tengo miedo de que algo malo esté pasando — Hago un mohín algo triste e impactada.

—Porque aún es pequeñito, hasta que no crezca un poco más no caerás en cuenta ni sabrás que está ahí — Con su dedo eleva mi rostro del mentón y me deja un beso en los labios. —Quita esa carita que nuestro bebé está bien. Bueno, nuestra bebé.

—¿Crees que es niña? Yo también lo quiero así — Él afirma. —Y no se llamará Mila Kunis — Advierto levantándome de la cama. Él me sigue largando una carcajada.

—¡Que no es Mila Kunis! — Ríe. —Era solo Mila, pero si no te gusta pues ya.

—Neta no me gusta. Perfecto para la actriz, horrible para mi hija — Abro la puerta del baño y él me sigue. Nos lavamos los dientes juntos, la cara, nos peinamos un poco y bajamos a preparar el desayuno pues apenas son las siete de la mañana. Muy, demasiado, temprano.


Cuando bajamos y entramos a la cocina vemos a mi abuelo platicar con Bianca.

—¿Madrugando?

—Me llamó David muy temprano, piensa que somos todos madrugadores — Dice Bianca haciendo una mueca y masticando un pan tostado. —¿Ustedes?

—También me llamaron — Comento. Miro a mi bisabuelo que le unta jalea a su tostada con mucha paciencia. —¡¡Abuelito!! — Él se espanta y me mira asustado. —¿Dormiste lindo?

—Casi podría decirse — Explica.

—¡Buenos días! — Ahora mi abuela y mi abuelo entran a la cocina ¿Otros que madrugaron?

—Entonces todos madrugamos — Río buscando las tazas para servir el desayuno. Mi abuela me ayuda y los hombres se sientan en la mesa.

—¿Pudieron dormir? — Pregunta mi bisabuelo. Me volteo y lo miro cuestionando por qué. —Es que sus padres hacen mucho ruido. Mi nieta no se calla — Mi abuela y yo nos miramos ante lo que dice el nono, y Bianca busca mi mirada tentada.

—¿Qué tipo de ruidos? — Pregunto. Y en ese instante mis padres ingresan a la cocina. Mi madre aún en bata, mi padre con una sudadera y un pantalón de dormir con Ian en brazos. Todos madrugamos, de hecho. —Abraham dice que no pudo dormir por ciertos ruidos — Explico acomodando las tazas. Mi madre sienta a Ian en su sillita y mi padre busca algo en el refri. Prosigo. —Abuelo eran acaso ruidos como "Oh sí, sí mi amor! Ahhh... justo ahí si... siiiii" — Imito a mi madre lo mejor que puedo y Bianca escupe su café sin poder evitarlo, riéndose y al mismo tiempo intentando disimular que tose. Todos la miran pero luego vuelven la vista divertida a mi madre que está roja, púrpura, violeta, fucsia y todos esos colores mezclados en su rostro.

—Joder Kayra, no hagas eso. Me trauma verte... imitar a tu madre — Me regaña mi padre. Ruedo los ojos y me dirijo a mi abuelo.

—Bueno, si vas a pasar unos días más aquí será mejor que te acostumbres. En esta casa se... escuchan muy seguidos estos ruidos — Le guiño un ojo y mi nono mira a mi madre. Ja- Ja. Kayra, prepárate para el regaño.

Una y otra vez ¿Donde esta el amor? | Anahi & Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora