46

104 15 5
                                    

~Bianca~

—Perfecto nena — Me dice David cuando bajo del escenario, me recibe con los brazos abiertos y me acoplo a su cuerpo. Sus brazos se cierran alrededor de mi cuerpo y apoyo mi rostro en su pecho. Así me quedo mientras él me acaricia el cabello.

—¿Te gustó?

—Me encantó — Asegura sonriente. —Estoy seguro que ganarás. Y si cantas como bailas, ganarás por partida doble — Añade tomándome de la mano.

—Sinceramente no me importa ganar, lo hago para participar y pues, lo de cantar para ayudar a Anette. Aunque será una buena experiencia, cantaré por primera vez con mi madre.

—¿Primera vez? — Pregunta.

—Larga historia — Digo haciendo un mohín.

—¿Me contarás alguna vez?

—Te contaré lo que quieras. Pero ahora ¿No tenemos que hablar de... ya sabes... nosotros?

—Sí pequeña, pero no aquí — Se mueve y mira su reloj. —Espérame en el bar que te dije ¿Quieres? Evitemos que nos vean — Afirmo y tomo mi bolso. Antes de irme él me toma del brazo y me acerca a su cuerpo. —Ten cuidado — Susurra antes de besarme. Apenas un pequeño beso que, igual que todos los suyos, me hacen subir a las nubes. Pero entonces su móvil suena interrumpiéndonos. Mira la pantalla y yo decido retirarme, pero su mano en mi muñeca me frena. Contesta con el ceño fruncido y lo miro atento. —Pablo — Contesta con seriedad. Me siento incómoda, sea quien sea cambió la cara y no me gusta verlo así, me hace sentir fuera de lugar escuchando su conversación. Pero me quedo. —¿Ahora? — Me suelta el brazo para pasarse la mano por la cara y largar un bufido. —No te acostumbres. Iré enseguida — Cuelga y suspira largo antes de mirarme. —Tengo que ir a casa a solucionar algo. Tendríamos que hablar tú y yo.

—No te preocupes, puedo esperar — Aseguro.

—Pero yo no, quiero que aclaremos esto — Me sujeta de las mejillas como de costumbre y me besa, suave. —Ven conmigo a casa — Ante esas palabras me tenso y bajo la vista. —Mi primo está allí, con su hermana. Me necesitan, y no me llevará mucho tiempo. Luego iremos al café — Me tranquiliza. Me siento idio.ta por desconfiar de él, pero ir a su casa y que nadie esté allí es otra cosa. Pero están sus primos ¿no?

—Bien — Asiento.

—Espérame en el estacionamiento — Lo miro confundido. —Esta vez traje coche nena, no quiero que te congeles — Me sonríe con ternura, derritiéndome. A veces me pregunto si esa sonrisa, algún día, dejará de existir para conmigo. Si ese día sucede, creo que moriría porque me estoy acostumbrando a ser el motivo de sus sonrisas, tanto que no podría vivir sin una de ellas. Puede sonar dramático, pero es lo que siento por este hombre.


~Anahí~

Me volteo y veo a Alfonso con dos bolsitas en su mano, las cuales no las suelta por más que esté viendo a Román enfurecido.

—Así que, apareciste — Su voz es severa, y lo entiendo. —¿Entonces? ¿Ya te decidiste? ¿Te tomaste el tiempo suficiente?

—Papá... — Kayra intenta frenarlo y explicarle, pero Alfonso alza una mano en señal de que guarde silencio.

—Siéntate — Exige. Román lo mira con seriedad, pero accede a sentarse seguido de Kayra que le toma la mano. Poncho me mira y entiendo que quiere que haga lo mismo, así que voy hacia el sofá y me siento sin quitarles la vista de encima. —¿Entonces? Comienza a hablar, te escucho.

—Bueno yo... — Román se siente inseguro e intimidado ante nuestra mirada, puedo notarlo, pero sin embargo luego de tomar aire se repone y demuestra seguridad. —Estuve hablando con Kayra, y me haré cargo de ambos. Tanto de ella como del niño.

—¿Niño? Tu hijo querrás decir — Corrige Alfonso. Le tomo la mano para que suavice un poco la rudeza con la que habla, pero conozco a Alfonso y no lo hará.

—Si, mi hijo — Afirma.

—Bien, entonces no volverá a irte, ni dejarás a mi hija con la incertidumbre o llorando por ti ¿Verdad? Te harás responsable de lo que tienes que hacer, buscarás un trabajo y te harás cargo de la situación — Las palabras de mi marido son más afirmativas que en modo de cuestión. Veo a Román asentir con seguridad.

—Comenzaré a trabajar como cadete en una oficina hasta que pueda conseguir un mejor empleo. Pero le aseguro que a mi hijo no le faltará nada, y estaré con Kayra. Quiero estar con ella y hacerme cargo — Asegura. Poncho lo mira con fijeza, serio, tenso, con el rostro rojo. Está enojado, y no sé si es por esta situación o por qué. Sospecho que hay algo más.

—De todos modos, si no quisieras estar con ella de tu hijo tendrías que hacerte cargo igual ¿No crees? — Lo pincha. Román mira a Kayra, ella mira a Román... Y el chico actúa con moderación, no suspira por miedo a Alfonso, no rueda los ojos aunque se muera por hacerlo, ni agacha la cabeza para pensar. Está tenso y se mantiene educado ante nosotros.

—Nunca dejaría ni a Kayra ni a mi hijo solos — Confirma. Mi hija apoya su rostro en el brazo de aquel chico y yo dejo de mirarlos sintiéndome rara.

—Bien, así lo hagas porque quieres o por obligación, no me importa. Lo que importa es que estás aquí cumpliendo con lo que debes. Y créeme que no me agrada esta situación, ni de v.e.r mi hija embarazada a los dieciséis ni que tenga que construir una propia familia siendo tan chica. Pero tenemos que dejarlos que crezcan, a ambos, y dejarlos que sepan lo difícil que es ser padres. Así que, contarán con nuestra ayuda pero solo con lo suficiente. Aprenderán a ser responsables, solos, y madurarán por la situación. Nada más que decir. — Alfonso se levanta largando el aire contenido, destrenzándose. Lo mismo Kayra, que se siente aliviada. Román se mantiene en esa situación de seguridad y respeto.

—Yo... — Hablo. Pienso si en decirlo allí y mandar al muere a mi hija, o llamarla a parte y pedirle que evitara lo que vi al llegar. Pero Alfonso, de alguna forma, si no se lo decía me lo va a reprochar toda la vida. Así que me decido hablar. —Entiendo que estén reconciliándose, y que son adolescentes y andan con las hormonas revolucionadas — Comienzo a decir insegura. Alfonso me mira fijamente con el rostro otra vez tenso, luego mira confundido a nuestra hija y su novio. Largo un suspiro y relajo mi cuerpo. —Solo les pido que respeten la casa.

—¿De que hablas? — Pregunta Poncho sin entender. Kayra me fulmina con la mirada y Román se apena.

—Como si ustedes no hicieran nada — Larga con ironía Kayra. Alfonso la mira a ella, luego a mí y me echo el cabello hacia atrás.

—Es distinto — Explico manteniendo la paciencia.

—¿Por qué distintos? ¿Porque están casados? — Miro a Alfonso y por fin entendió.

—A ver Kayra ¿Qué hicieron? — Pregunta Alfonso perdiendo la paciencia, apretando los dientes e imaginándose todo.

—Lo que todos los novios hacen cuando se ven y se extrañaron ¿Ok? — Toma la mano de Román. —Lo siento si te tuviste que topar con algo así. Disculpa — Agrega punzante. Bravo, volverá a tener esa relación tensa conmigo por haberla delatado con su padre.

—A ver Kayra — Poncho suelta las bolsitas y las deja sobre el sillón. Toma aire exasperándose. —Lo que quiere decir tu madre es que....

—Sí papá, no lo digas ¿Ok? Es lo que estás pensando. No había nadie en casa, imaginé que volverían tarde pero mamá se adelantó y pues... nos escuchó. Pero no nos vio ¿Ok? Ya — Explica. —No volverá a pasar.

—Mejor que no vuelva a pasar — Asevera Poncho. —Tus hermanos viven aquí también.

—Lo sé — Gruñe entre dientes mi hija.

—Tengan un poquito de respeto, y si necesitan andar de sueltitos se van a algún lado. Pero aquí no — Alfonso está perdiendo la paciencia, puedo reconocerlo, aunque se contiene. —Maldición — Masculla entre dientes. —Lo que me faltaba.

—Ya papá — La voz de Kayra se quiebra, pero no por querer llorar sino por la furia que la corroe.

—¡Ya nada Kayra! — Grita haciéndonos dar un saltito a ambas por el grito. —Entiendo que... que... necesiten hacerlo ¿Ok? Pero no aquí. No porque ya estés embarazada voy a permitir algo así — Aprieta los puños y me acerco para que se tranquilice. —Evita que tu madre, tu hermana o yo escuchemos... o veamos algo ¿Quieres? Aquí no.

—Lo siento — Farfulla Kayra.

—Retírense — Exige. Román toma su abrigo y Kayra el suyo. Los miro confundida hasta que van hacia la puerta. —¿A dónde vas?

—A donde pueda estar con mi novio sin que les incomode — Larga antes de salir. Poncho bufa y se tira en el sofá.

—Me van a matar — Se queja. Me siento a su lado y reposo mi mano en su rodilla. —¿Neta estaban teniendo sexo aquí?

—Bueno, en la habitación de Kayra. Pero es que... me hace sentir incómoda saber que mi niña hace eso ¿Entiendes? — Explico.

—Claro que te entiendo — Se acerca y besa mi pelo. —No porque ese chavo sea ahora parte de nuestra familia vamos a permitir que anden de exhibicionistas aquí.

—Te lo tenía que contar y dejarlo en claro — Agrego.

—Y te lo agradezco, es responsabilidad de ambos como padres — Suspira. —Bianca ¿Dónde está?

—En la escuela, tiene ensayo así que regresará en dos horas más tardar.

—Esa niña nos escuchará.

—¿Qué ha hecho? — Cuestiono confundida.

—Tu hija tiene novio ¿Sabías? — Me tenso y me separo un poco de él mirándolo pillada.

—Este... Bueno, no sabía que era su novio.

—¿Quién? — Cuestiona. —¿Tú sabías que anda en algo con un tipo?

—No del todo Poncho — Explico.

—¿Sabes y no me dijiste nada?

—¡Poncho no sé mucho! — Me levanto, ahora la que parecer perder el control soy yo. —Sé que está enamorada de alguien.

—Enamorada — Gruñe con ironía punzante. —¿Enamorada? ¡Vamos Any! ¿Por qué no nos dijo nada?

—A mi me contó un poco, porque me pidió consejos. Pero no sé si anda o no con el chavo — Expreso. —¿Cómo sabes?

—No sé mucho. En cuanto venga hablaremos — Furioso se levanta y se va hacia la habitación dejándome desconcertada.


~Poncho~

Nunca imaginé que tener hijas adolescentes me iba a dar tanto dolor de cabeza, ni nunca imaginé que una me saliera embarazada y la otra saliendo con un tipo más grande que la puede llegar a lastimar. A parte la falta de respeto de Kayra ¿Eso de andar teniendo sexo en nuestra propia casa con su novio? No es que no le permita tener sexo con su novio, porque por más que quisiera no voy a poder evitarlo, pero ¿En casa? ¿Neta? Eso si que no lo permito. Como dice Any, lo nuestro es diferente y no porque estemos casados. Es diferente y Kayra tendrá que entenderlo, al igual que Bianca. Aunque... no creo que Bianca sea capaz de lo que hizo su hermana. Pero si es capaz de estar con alguien sin decirnos nada ¿Por qué esconderlo? ¿Por qué es más grande? Pues... ¡Dios dame paciencia! Alzo mis manos y me las paso por la cara. Al fin y al cabo quien no me da problemas es Ian. Mi pequeño. Escucho que Martita ha regresado y pasó por el pasillo, así que ya regresaron. Guardo las bolsitas, regalos que les daré a las gemelas cuando todo se calme, y bajo hacia la sala donde me encuentro a mi pequeño campeón gateando y jugando con sus juguetes.

—Hola campeón — Ian me ve y sonríe con felicidad estirando sus bracitos. Lo tomo y beso su cabeza. —Te extrañé chiquito — Mi niño se recuesta sobre mi hombro y lo abrazo. Sentir el amor puro de mi hijo, su calor y su olorcito me calman los nervios.

—¡Mi príncipe aquí mamá te trajo...! — Any se frena con el biberón en mano cuando me ve. ¿Se le habrá ido el enojo de esta tarde? —Aquí está su leche — Me la entrega y me siento para comenzar a alimentar a mi hijo. Any se sienta en el otro extremo del sofá y me mira.

—¿Sigues enojada?

—No. Tengo otras preocupaciones como para enojarme por una tontería — Se acerca un poco más, hasta que está a centímetros nuestro. Ian levanta su piecito sin dejar de beber su leche y Any lo atrapa con su mano, acariciándole sobre la media y haciéndole cosquillas. Nuestro bebé se ríe y luego vuelve a succionar su tetina. —Parece que Ian es el único que no nos da problemas ¿No crees?

—Por el momento — Sonrío de lado. —Pero tenía que suceder Any. Es difícil tener hijos adolescentes, si hasta nosotros mismos éramos como ellos ¿Recuerdas? ¿Cuántas veces hicimos el amor en tu habitación? — Ella asiente y sus mejillas se colorean un poco. —Es un descaro pedirle eso a nuestras hijas cuando nosotros lo hicimos.

—Tienes razón. Pero es que no puedo permitir que lo hagan, ahora que somos padres lo comprendemos, comprendemos a nuestros padres... ¡Que casi nos cachan! ¿Te acuerdas? — Sonríe apenada recordando aquella vez. —Pero es una falta de respeto, y éramos adolescentes, así como Kayra y Román. Y como digo, es diferente ahora. Nosotros estamos en el lugar de padres.

—De todos modos, por lo menos si lo hacen que eviten que nos enteremos — Farfullo mirando a mi hijo que está concentrado en succionar y alimentarse mientras mira a su madre. —Entre las dos me matarán de un infarto antes de los cuarenta — Suspiro.

—A veces me pongo a pensar y... ¿Te das cuenta cómo ha cambiado nuestra vida en menos de dos años? Pasamos por todas las etapas, pero sin embargo seguimos aquí fuertes — La miro y afirmo ante sus palabras.

—A pesar de los obstáculos estamos aquí, y pase lo que pase estaré afrontando todo contigo ¿Me escuchas? Así tengamos que morir ambos de un infarto por esas gemelas que la vida nos mandó — Bromeo y ella sonríe.

—No solo las gemelas dan dolores de cabezas, tú sabes — Advierte. Muevo la cabeza levemente y pienso, no solo las gemelas dan problemas. De hecho, quienes damos más problemas a la familia somos nosotros mismos, pero estamos comenzando a sobrellevarlos de una manera más madura. Y es un gran avance.

Una y otra vez ¿Donde esta el amor? | Anahi & Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora