Capitulo 3

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Dos días después, y como cada mañana, Heidy estaba lista mucho antes que Rebecca. Su estilo de vestir le facilitaba las cosas; era lo que siempre le argumentaba la pelirroja como buena abogada, cuando ella la molestaba por su retraso para salir de casa al trabajo.

Esa mañana no fue diferente, Rebecca llegó a la cocina apresurada, al tiempo que miraba dentro de su cartera para asegurarse de que tenía todo lo que necesitaba, incluidas las llaves del apartamento.

—Buenos días —la saludó Heidy escondiendo su sonrisa de burla detrás de la taza de café. Se encontraba recostada de la encimera, con las piernas cruzadas con una pose relajada.

Rebecca la miró, fulminándola con sus ojos porque advertía su burla, la conocía demasiado bien. Al fin dejó la cartera en la diminuta barra para agarrar la taza con café que le sirvió su novia.

—Buenos días —respondió con un fingido tono de molestia, luego le dio un sorbo a la bebida—. Vamos a tiempo para el transporte, ¿cierto?

Heidy miró la hora en su reloj de pulsera.

—Sí. Contamos con unos minutos antes de tener que salir corriendo, así que no te pongas a degustar el café.

—No me dejas ser —se quejó antes de dar otro sorbo.

Su novia sonrió, se giró para dejar la taza vacía en el fregadero y luego se acercó a ella, la rodeó por la cintura, obligándola a apartar el café. Lo último que quería era derramarlo y tener que cambiarse.

—Te dejaré ser cuando estés encima de mí —le dijo casi pegada a su boca, y selló sus labios con los suyos, presionándolos fuerte.

Rebecca reía mientras intentaba romper su unión, pero Heidy empujaba y empujaba, también riendo.

—¡Ya! —gritó cuando logró zafarse; logró equilibrar la taza antes de que el café se derramara.

Ambas terminaron riendo.

—Ahora sí, debemos irnos o tendremos que correr —le anunció ya saliendo de la cocina.

Rebecca bebió lo que le quedaba de café, agarró su cartera y la siguió, apresurada. Heidy ya se encontraba con la puerta abierta y un portafolio en la mano; la pelirroja le guiñó un ojo cuando pasó a su lado y recibió una sonrisa como respuesta.

Tras salir, se encaminaron hacia la parada de autobús que quedaba a un par de calles de su edificio; el transporte del bufete en el que Heidy ejercía su profesión, pasaba cada día recogiendo a su personal y su novia aprovechaba para irse con ella, donde luego tomaba un autobús hasta el edificio donde trabajaba.

En cuanto el transporte llegó, lo abordaron y saludaron. Recibieron un coro de buenos días en respuesta cuando el auto se puso en marcha.

—Oye, Heidy —alzó la voz uno de sus compañeros de trabajo sin esperar siquiera a que tomaran asientos—, al salir nos reuniremos en Las palmas. Ya sabes, para una cerveza. ¿Te apuntas? Iremos el grupo de siempre —el hombre se volteó en el asiento para hacer contacto visual con ella.

Suaves toques del alma (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora