Capítulo 55

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Heidy dio un paso más, uno inseguro. Luego se detuvo, titubeando; su sonrisa era de sincera emoción. Rebecca pudo ver en sus ojos las dudas. Todavía podía leerla, era como si el tiempo no hubiese pasado y, a la vez, sentía que se hallaba ante una desconocida.

Heidy se movió rápido, tanto, que ella no pudo evitar el abrazo. De repente se encontró entre sus brazos y no supo qué hacer; percibió su perfume, era el mismo que usaba cuando estaban juntas. También la envolvió la misma esencia de sus cabellos. Para su cuerpo fue incómodo su cercanía, por instinto, le puso las manos en las caderas, con la intensión de alejarla, y en ese momento sus ojos se toparon con la mujer que esperaba cerca de la camioneta. Rebecca advirtió su mirada irascible, pero la niña se mostraba inquieta entre sus brazos, por eso fue la mujer la que apartó la vista para atenderla.

—Dios mío —susurró Heidy.

Al fin, la pecosa pudo reaccionar y dio un paso atrás, rompiendo el contacto; entonces Heidy también retrocedió y con una mano volvió a cubrirse la boca. Su desconcierto continuaba.

—No es bueno que la niña se moje —dijo la pelirroja con un tono serio y señaló, alzando la barbilla, hacia la mujer que la esperaba.

Heidy volteó; dudó unos segundos.

—Discúlpame —le pidió antes de alejarse.

Rebecca la vio regresar junto a la mujer, que le dio otro vistazo a ella antes de asentir a algo que le dijo Heidy y en seguida se encaminó hacia la entrada de la casa. Al final, la vio llegar hasta la puerta y luego entrar con la niña en sus brazos.

Heidy regresó; metió las manos en los bolsillos de sus pantalones. La pelirroja la miraba; de pronto su ex detuvo su andar. Fue solo unos instantes en lo que su mirada se fijó en algo que se hallaba a sus espaldas. Ella volteó en busca de lo que había captado la atención de la abogada. Freen permanecía tras el volante de su Landau Coupé, atenta a lo que sucedía. Como el auto se encontraba estacionado debajo de un árbol, la sombra permitía que se viera con total claridad.

Rebecca regresó su atención a Heidy, que la miró a los ojos y sonrió con un gesto serio, primero, luego mutó a irónico, justo antes de reanudar su andar. Se detuvo cerca, pero manteniendo cierta distancia de ella. Bajó entonces la vista a su mano, vio el libro. Lo reconoció por la manera en que su entrecejo se frunció; ella detectó en sus ojos un atisbo de dolor. Su ex asintió. Al parecer caía en cuenta de que esa no era una simple visita. Incluso así, se tomó unos segundos para mirarla; Rebecca apenas había cambiado físicamente; los años le otorgaron más atractivo, como si fuera posible. Lucía encantadora con su ropa deportiva. A pesar del tiempo y de las cosas que vivió después de alejarse, sintió en su ser esa atracción que la llevó a amarla una vez.

—Le pedí mucho a Dios que despertaras —dijo mirándola a los ojos—.

Aún lo hago, aunque no sabía si... seguías... en ese lugar.

—¿Recuerdas la última vez que fuiste a verme? —sin quererlo, su tono de voz se contrajo.

Heidy frunció el entrecejo con un gesto de dolor. Hundió más las manos en los bolsillos del pantalón.

Suaves toques del alma (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora