Capítulo 34

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Una semana después de ese paseo por el jardín, Freen llegó al Centro para atender a sus pacientes como cada día. Avanzó por los pasillos vistiendo su uniforme sanitario, esta vez de color azul con estrellas rojas; del hombro colgaba su bolso deportivo. A su paso saludaba a médicos y enfermeras que se topó en su camino.

Cuando avistó el puesto de enfermeras, vio asomada a Rosales, que le dedicó una significativa sonrisa que le hizo erizar los vellos de la nuca. Sospechó que algo estaba planeando. Entornó los ojos en la distancia y el gesto de la enfermera se amplió; de seguro le diría que le consiguió una cita o algo así. Ahora, cada vez que se veían, le hablaba de mujeres. Para su suerte, había dejado de mencionar a la neuróloga que, por cierto, aún no conocía.

—¡Buenos días! —la saludó Rosales, incluso mucho antes de que llegara al puesto.

Ella se acercó con el entrecejo fruncido y un gesto de desconfianza.

—¿Qué te sucede? La enfermera rio.

—Nada, lo juro.

Freen no le creyó ni el juramento.

—Ajá —murmuró mientras tomaba la planilla de registro de asistencia del personal para firmar su ingreso.

—¿Vas a ver a Rebecca?

—Sí. En un rato, ya sabes.

—¿Y por qué no vas en este momento?

La pregunta hizo que Freen la mirara. Rosales alzó las cejas con un gesto de inocencia que de seguro aprendió en una mala clase de actuación.

—No puedo —respondió dejando la planilla en su lugar—. ¿Por qué sonríes así?

—Por nada —respondió con inocencia—. ¿Sabes? Las terapias a veces la frustran, puede hacerle falta una cara amiga.

—¿Le fue mal en alguna? —ahora se preocupó.

—Creo que no, yo solo digo.

—¿Eres siempre así de extraña o es hoy? Rosales rio.

—Tengo mis días —respondió.

—Entonces, ¿todo está bien con Rebecca? La enfermera torció la boca.

—Si quieres saberlo, deberías ir a verla.

Freen respiró hondo, todo lo que logró con la conversación fue perder la paciencia y preocuparse.

—Nos vemos luego, Rosales —le dijo y echó a andar.

—¡Por allí no, Sarocha Chankimha! —le gritó cuando siguió de largo—. La habitación de Rebecca está por el lado contrario.

Suaves toques del alma (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora