Capítulo 51

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Cuando Freen despertó, apenas iban a ser las seis de la mañana. Estaba acostumbrada a levantarse temprano, por lo que, incluso los fines de semana, despertaba cuando el día despuntaba.

Por primera vez en mucho tiempo, sintió a su lado el calor de otro cuerpo pegado al suyo; una lenta sonrisa fue dibujándose en su rostro. Rebecca se encontraba de lado, dándole la espalda. La noche la pasó abrazada a ella y fue más que perfecto. Sus senos le rozaban la espalda, el aroma de sus cabellos era exquisito, adictivo; al igual que el de su piel. Con cuidado, le rozó el hombro con la nariz, absorbiendo su esencia, impregnando su sangre, su alma de ella. Deseó besar su piel, pero no quiso arriesgarse a despertarla.

Hicieron el amor un par de veces y parte de la noche la pasaron conversando, riendo entre besos y caricias hasta que Morfeo las reclamó en su mundo. Entonces la abrazó y así se entregaron al cansancio de sus cuerpos. La pecosa necesitaba recobrar energías, por lo que la dejaría descansar. Con cuidado de no despertarla, salió de la cama. La habitación se encontraba en penumbras, solo un poco de claridad se asomaba por debajo de la cortina de la ventana. Se quedó mirando la silueta de Rebecca. Era increíble lo que estaba sucediendo entre las dos. Lo que ocurrió durante la noche fue, ¡uff! Apenas tenía palabras para describirlo.

Por el suelo buscó sus pantys y el suéter que usó la noche anterior; tras cubrir su desnudez con el par de prendas, salió del dormitorio directo al baño.

Media hora después, Freen se hallaba en la cocina esperando impaciente que el café terminara de llenar la jarra de la cafetera. Necesitaba de la adictiva bebida para iniciar su día; recostada de la encimera contemplaba la cafetera cuando captó un movimiento en el pasillo. Sus ojos se toparon con los de Rebecca y su sonrisa fue instantánea.

—¡Hey! —susurró y de inmediato fue a su encuentro—. Buenos días — le puso las manos en las caderas y la besó en los labios.

—Buenos días.

—Creí que dormirías más.

—Y yo creí que te encontraría en la cama —dijo seria. Freen alzó las cejas.

—Lo... Lo siento. Yo... Rebecca rio.

—Es broma, mi amor —ahora fue ella la que la besó—. Solo quería ver qué cara ponías.

La mujer de pelo corto entornó los ojos.

—¿No te parece que es muy temprano para las bromas? Me asustaste, creí que de verdad me lo reclamabas.

Ella rio de nuevo.

—No, para nada. ¿Huele a café?

—Sí —respondió y la besó en la frente—. Ven, te serviré una taza —la condujo hacia uno de los bancos que rodeaba la isla de la cocina y la ayudó a sentarse—. ¿Te levantaste sin problemas?

—Sí. En eso estoy bastante bien. Lo que me cuesta es vestirme, pero al final, lo logro.

Suaves toques del alma (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora