Capítulo 10

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Rebecca supo que Pernía hablaría con sus padres porque lo anunció antes de retirarse de la habitación junto a sus colegas. En su cautiverio, el tiempo transcurrió lento, inacabable, después de quedar a solas. Pensó en lo acertado de eso que dicen sobre su relatividad. ¿Se quedaría así por el resto de su vida? Pensarlo la asustaba; y no quería especular sobre ello, pero antes que eso, prefería morir.

Sus padres entraron a la habitación en lo que consideró un millón de años después. La angustia en sus rostros lo decía todo. Pernía y sus colegas no tenían manera para determinar cuándo despertaría. Ni siquiera se atrevían a dar otro diagnóstico que no fuera que su estado se debía al aneurisma que sospechaban era lo que veían en las resonancias. El neurólogo puso sobre la mesa la opción de una cirugía exploratoria para determinar si el diagnóstico era correcto y de ser así, corregir el aneurisma. No obstante, era un procedimiento delicado, por lo que él quería esperar un poco a ver si despertaba por sí misma, tal como abrió los ojos.

Sus padres aceptaron la decisión del neurólogo de esperar. Durante el resto del día, ambos se quedaron a su lado, hablándole, compartiendo con ella recuerdos que le colmaban el corazón de nostalgia y dolor. Sin embargo, algunas cosas le causaban cierta alegría.

—Mi amor, nuestros vecinos están pendiente de tu estado —le informó su madre.

Oh, son muy considerados.

—Todos los días preguntan por ti. Tus compañeros de trabajo llaman a menudo también. Son lindos todos. Irin dijo que vendría a visitarte y siempre me llama para saber de tu estado.

Irin es tan linda —Irin era una amiga que conoció en la universidad y, para suerte de ambas, fueron contratadas por el mismo bufete. Recordó que lo celebraron brindando con cerveza.

—Todos están como nosotros, sorprendidos por lo que te pasa.

Lo sé.

Nung continuó hablándole un rato de lo que comentaban sus conocidos sobre su extraña situación; todos esperaban que se recuperara pronto.

Como ahora que se encontraba en una habitación y sus signos vitales seguían normales, el hospital ya no les permitiría quedarse en la noche, aunque ellos insistieron. Nung y Richard apenas se separaron de su hija, solo lo necesario; cuando uno tenía que ausentarse, se quedaba el otro.

Cuando Heidy llegó en la noche, le informaron lo que dijo el neurólogo. Sobre la cirugía, Rebecca se enteró en ese momento.

Por favor, que la hagan. No importa los riesgos.

—Esperarán todo lo posible —informó Richard a Heidy.

La mujer de pelo corto tomó asiento junto a la cama y, como siempre, sostuvo la mano de su novia. Richard permanecía parado junto a la ventana de la habitación y Nung, sentada en una diminuta cama dispuesta para las personas que acompañaban en las noches a los pacientes cuando su estado era delicado.

—También plantearon la necesidad de que un fisioterapeuta la atienda

Suaves toques del alma (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora