Capítulo 57

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Tres meses después.

—¡Por fin! —Freen se quedó paralizada bajo del marco de la puerta. La voz de Rebecca la sobresaltó; la vio levantarse del sofá y dirigirse hacia ella. Respiró aliviada porque no pasaba nada grave, así que terminó de entrar—. Te esperaba —le anunció la pecosa.

Okey. Me doy cuenta —dijo mientras dejaba su bolso en el piso, cerca de la entrada. Levantó las manos, deteniendo su avance—. Vengo de la clínica, soy un foco de gérmenes y bacterias. No me toques —le pidió alzando las manos para atajarla.

Todavía la pelirroja no se acostumbraba a sus reglas de no tener contacto con ella cuando regresara de trabajar. Su protocolo debía cumplirse al pie de la letra; Freen se quitaba los zapatos en la entrada e iba directo al baño para ducharse.

Como una niña que acata las órdenes al pie de la letra, Rebecca se detuvo y se llevó las manos a la espalda.

—De acuerdo —dijo sin dejar de sonreír. Ese día era tan especial, que no iba a protestar por cumplir con el protocolo—. Te tengo una increíble noticia.

Freen adoró su sonrisa traviesa. Sus ojos brillaban, por lo que su emoción debía ser inmensa como el cielo. Le encantaba verla así, radiante y feliz. Luego de tres meses de duro trabajo con otra fisioterapeuta, la pecosa había recuperado por completo su movilidad. Para sorpresa de todos, volvió a alcanzar el estado físico que tenía antes de caer en la inconsciencia. Ella se mantuvo a su lado durante esos meses; habían decidido que otra persona completara las terapias cuando les fue imposible seguir ocultando que estaban enamoradas. Y ahora hacía casi un mes que vivían juntas en su diminuto apartamento.

Freen se dirigió hacia el baño, caminando de espalda para prestarle atención. Y era que tampoco podía dejar de mirarla.

—A ver, ¿qué tan increíble es?

La pecosa sonrió y dio pequeños saltitos.

—¡Tengo trabajo! —exclamó y alzó los brazos en señal de triunfo. Los ojos de Freen se abrieron como platos. Se detuvo al instante.

—¿Qué?

—¡Que tengo trabajo! —repitió y volvió a levantar los brazos.

La enorme sonrisa de Rebecca se transfirió a su rostro. Se llevó las manos a la boca y luego soltó un grito de emoción y en dos largos pasos, llegó hasta ella y la rodeó por la cintura. La levantó y comenzó a girar como un carrusel. Las carcajadas de la pecosa llenaban el lugar; ambas rieron sin parar hasta que Freen se detuvo y la devolvió al suelo. Le dio un beso fugaz en los labios.

—No tienes idea de cuánto me alegro, mi amor —mantuvieron sus manos unidas—. Pero, ¿cómo es posible?

La pelirroja sonrió de esa manera que ella descubrió que asomaba cuando hacía alguna especie de travesura.

—No te lo dije porque no quería hacerme falsas expectativas. La semana pasada llamé a uno de los socios del bufete donde trabajada. Es un conocido de la universidad, me ayudó la primera vez. Me dijo que me ayudaría de nuevo y pues, hoy me llamó

Suaves toques del alma (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora