Capítulo 49

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Rebecca no respondió, solo se permitió admirar la figura de Freen . Su abdomen plano, las costillas que se marcaban por su delgadez; su ombligo era algo alargado, pequeño y perfecto. Todo su ser bullía solo por contemplarla así. Tenía que mantener los labios entreabiertos porque su respiración era pesada, su corazón parecía competir en un Derby por lo rápido de sus latidos.

Sin embargo, todo eso quedó en la nada cuando, con un movimiento lento y grácil, Freen se despojó de la prenda que escondía su intimidad. La pelirroja quiso cerrar los ojos, porque fue un momento ansiado y poderoso, pero al mismo tiempo, no se permitió perderse un segundo de la belleza que tenía ante sí. Era un sacrilegio cerrar los ojos, aunque fuera para absorber ese estremecimiento que se apoderó de su alma ante la entrega que ella le ofrecía.

Desvestirse ante alguien es algo infinitamente íntimo, pero desnudarse ante la persona que logra que el corazón se agite, es entrega. Pura y simple entrega. Verdadera. Y requiere de la complicidad de las miradas, de la piel, de los besos. Requiere de amor; porque solo es verdadera la entrega cuando hay amor.

Rebecca le tendió la mano; la mirada de Freen se encendió aún más con ese simple gesto, sin dudar, se acercó y la tomó. Con delicadeza, se sentó a su lado y luego acercó los dedos a sus labios y los besó uno a uno. La pecosa estaba como hipnotizada con tanto derroche de ternura. Antes, cuando se encontraban en Bangkok y el anhelo la hizo pedirle que le hiciera el amor, tuvo dudas de las reacciones de su cuerpo. Sin embargo, supo que estaría bien porque Freen la cuidaría. Su ternura era infinita, a pesar del deseo que brillaba en sus ojos.

La pecosa se inclinó un poco, y ella fue al encuentro de sus labios. El beso fue una mezcla de ternura y deseo; sus lenguas se enredaron. La mano de Freen se deslizó por su nuca, haciendo más profundo el contacto, mientras que con el pulgar acariciaba el sensible hoyuelo de esa zona del cuello. La piel de la pelirroja se erizó y provocó que gimiera contra su boca. El gutural sonido enervó la voluntad de la fisioterapeuta por mantener la calma; con esfuerzo, logró contener el arrebato de su pasión.

Freen rompió el beso con delicadeza; sus miradas continuaron enlazadas mientras se tendía en la cama, al tiempo que sostenía el peso del cuerpo de Rebecca. Cuando estuvieron tendidas, ella se levantó y, sin alejarse demasiado, la ayudó a subir las piernas a la cama. Después, volvió a tenderse a su lado; sus ojos brillaban, esta vez de incertidumbre.

—¿Te sientes bien? —le preguntó.

A la pelirroja le dio un vuelco el corazón al advertir lo ronco de su voz.

—No me romperé, si es lo que temes.

Freen sonrió y le apartó un mechón de cabello de la frente.

—Lo sé. Solo quiero que estés cómoda.

—Lo estaré cuando te sienta sobre mí. La otra mujer rio y buscó sus labios.

—Eres terrible —susurró contra su boca.

Un nuevo beso las acalló; Freen se movió hasta quedar sobre ella. Acomodó un muslo entre sus piernas y presionó contra su sexo, que sintió caliente, al igual que lo estaba el suyo, que a su vez se frotó contra su extremidad. Su gemido se confundió con el de Rebecca, que abandonó sus labios porque sintió que iba a explotar. Ya no sería en miles de millones de pedazos, sino de partículas. El ardor de su cuerpo amenazaba con convertirse en llamas de pasión capaz de devorar todo a su alrededor. Sentir el peso de Freen y su piel frotándose contra la suya en una danza etérea, era como mezclar las más sublimes de las sensaciones y darle rienda suelta para elevar el alma con su magia.

Suaves toques del alma (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora