Capítulo 7

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Después que Nung y Richard se despidieron de su hija, Heidy se acomodó en la silla que había en el pequeño espacio que rodeaba la cama donde yacía Rebecca. Hacía frío y a esa hora, cerca de las diez de la noche, había poco movimiento en la Sala de Observación, donde se oían constantes pitidos de las máquinas que controlaban los signos vitales de los pacientes. De afuera llegaba un leve murmullo del personal que permanecía de guardia en el piso. La noche sería larga.

Heidy tomó la mano de su novia y la besó; desde su posición la observaba con atención. Era como mirarla dormir, igual que tantas veces la contempló cuando despertaba a su lado en la madrugada o en las mañanas. Se preguntó si tendría algo de conciencia, si oía o sabía lo que sucedía a su alrededor; si podía sentir su calor.

—Estaré aquí cuando despiertes, mi amor. Nunca te dejaré —declaró en voz baja y volvió a besar el dorso de su mano.

Media hora después, las luces de la sala se apagaron, quedando iluminada por la luz del pasillo. A Heidy la acompañó el sonido de las máquinas, hasta que pasada la media noche, se rindió al cansancio. Sin soltar la mano de su novia, recostó la cabeza de la orilla de la cama, y se durmió.

A la una de la madrugada las luces de la sala se encendieron, sobresaltando a Heidy, que de inmediato sintió un doloroso tirón en el cuello. El personal de guardia entró a chequear y medicar a los pacientes; salieron tras unos minutos, después de terminar la ronda, que se repitió a las cuatro y otra vez a las seis, cuando ya el sol anunciaba que era un nuevo día.

Heidy se removió en la silla y todo su cuerpo se resintió, en especial su cuello. Entre la incomodidad de dormir sentada y las constantes rondas de los sanitarios, apenas había dormido. Fue una noche casi eterna. Tratando de desentumecer el cuello, movió la cabeza de un lado a otro. Se levantó de la silla y volvió a tomar la mano de su novia.

—Buenos días, mi amor. Si me escuchas, aquí estoy. Por favor, despierta. Te extraño demasiado, Becky.

A sus palabras siguió el silencio. Rebecca continuaba dormida. Los sanitarios estaban ya por llegar; esperó a que ellos chequearan los signos vitales.

—Todo sigue bien —le informó una enfermera, mientras hacía anotaciones en la historia médica.

Heidy casi bufó. Nada estaba bien, quiso decirle. En cuanto estos siguieron su camino hacia el siguiente paciente, ella se dirigió al baño; allí permaneció durante unos minutos. Al salir, regresó al lado de Rebecca. La besó en la frente y luego se puso a revisar su teléfono. Tenía varios mensajes de su jefe y de sus compañeros, querían saber por qué no fue a trabajar. Respondió solo a su jefe para explicarle la situación, el día anterior se olvidó por completo de todo. Esperaba que comprendiera y que no la presionara para que se presentara en el bufete. Cerró la aplicación y guardó el teléfono en el bolsillo.

Volvió a mirar a Rebecca. El corazón le dio un vuelco cuando vio el verde de sus ojos. ¡Su novia tenía los ojos abiertos! Casi se lanzó sobre ella.

—Becky, mi amor, despertaste —dijo y rio. Sus ojos se humedecieron de inmediato. La abrazó, apoyando la cabeza en unos de sus hombros.

Heidy, me duele horrible la cabeza.

Suaves toques del alma (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora