Capítulo 28

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De repente, se dio cuenta también de que podía parpadear; sin embargo, cuando creyó que era capaz de levantarse de la cama, su cuerpo no reaccionó a su intención. De su garganta salió un extraño sonido cuando intentó hablar. Miró a Freen , buscando una respuesta, pero ella estaba tan sorprendida, que todavía no salía de su estupor. Probó de nuevo y apenas un gorgoteo apagado se produjo en su garganta.

La fisioterapeuta vio en los ojos verdes de Rebecca miedo, angustia, desesperación, cuestionamiento. Fue eso lo que al fin la hizo reaccionar. Se acercó a la cama y le puso las manos en los hombros. No lo creía, por eso una sonrisa se le dibujó en el rostro.

—Tranquila, tranquila, por favor. Oh, por Dios, no puedo creerlo —su pecho subía y bajaba por lo agitada de su respiración. Su corazón iba a mil

—. ¿Puedes escucharme? Rebecca, ¿puedes escucharme?

Sí, puedo —se percató que lo pensó, que no pronunció palabras. ¿Por qué no podía hablar si al fin había despertado? Parpadeó, confundida, entonces cayó en cuenta de que así podía responder. Abrió los ojos todo lo que pudo y luego los cerró.

La respuesta de Freen fue instintiva, rio. Rio porque estaba feliz. Se echó hacia atrás y se llevó las manos a la cabeza.

—Un médico. ¡Debo llamar a un médico! —dio un paso y en seguida se detuvo, y volvió a acercarse—. ¿Estás bien? ¿Te duele algo? —Rebecca cerró los ojos unos segundos, y luego los abrió—. ¿Eso es un no? —esta vez la paciente los cerró y abrió más rápido—. Bien —volvió a reír—.

¿Sabes quién soy? —vio que la boca de la pelirroja, se curvó, como si sonriera, y cerró y abrió los ojos. Ella rio en respuesta al entender que la respuesta era sí—. No tienes idea del gusto que me da que estés... —ni siquiera sabía cuál era la palabra correcta— reaccionando —dijo al fin.

Rebecca solo se quedó mirándola, como si intentara hablarle de esa manera, mientras sus lágrimas se derramaban, humedeciendo su rostro. Oh, era tan hermoso sentir sus lágrimas al fin derramarse. Con manos temblorosas, Freen le secó las mejillas.

¿Por qué no puedo hablar? —sus cuestionamientos continuaban en su mente.

—Vas a estar bien, diste el primer paso, así que estarás bien —le aseguró—. Ahora debo ir por un médico. Revolucionarás este lugar —le dijo y sonrió. Con resistencia, la fisioterapeuta se alejó de la cama sin que sus ojos se apartaran de la vista de Rebecca, que la seguía. Le causaba una profunda emoción poder ver cómo miraba. Su sonrisa se amplió antes de girarse e ir hacia la puerta.

Cuando salió, se dirigió al puesto de enfermeras medio corriendo. Su corazón seguía latiendo fuerte y rápido. Rosales se hallaba en el pasillo, fuera del área, porque llenaba el registro de un paciente; el movimiento llamó su atención, entonces volteó y vio a Freen avanzar, con una radiante sonrisa, pero con un gesto extraño en el rostro. Ella fue dándole el frente mientras se acercaba.

—¡Rosales, despertó! —le anunció con voz enérgica cuando aún se encontraba a unos metros.

La enfermera frunció el entrecejo; Martínez asomó la cabeza por encima del mostrador del puesto.

Suaves toques del alma (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora