Capítulo 40

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Un mes después...

A Rebecca le costó un año y dos meses caminar relativamente normal después de despertar de su cautiverio. Fueron largas y duras sesiones de terapias físicas; sobre todo, de mucha paciencia, porque lo que quería era levantarse de la cama y regresar a su vida de antes. Caminar, correr, ser una personal funcional.

Estaba feliz por eso, pero desde el día que se acercó a Freen , las cosas cambiaron entre ellas. Notaba cierta tensión; lo que no comprendía era si se debía a que le molestó ese acercamiento porque pudo traerles problemas en el trabajo o porque... tal vez, solo tal vez, aquel brillo que vio en sus ojos significaba algo.

Ese día era sábado, no tenía terapia. En la mañana su padre la acompañó a caminar; por sus avances, ya no requería la andadera, pero usaba un bastón. Necesitaba esa marcha para mantener su cuerpo activo los días que no iba al Centro de Rehabilitación. Luego recibió la visita de Irin; estuvieron conversando un buen rato, poniéndose al corriente de todo, aunque ella no tenía mucho que contar, aparte de los avances en su recuperación. Le gustó saber de todos sus conocidos del bufete, su amiga seguía trabajando allí; ya era socia.

En la tarde, Rebecca se dedicó a ordenar su dormitorio; lo hizo con el debido cuidado. Sus pasos tenían que ser lentos. Le costaba aún realizar movimientos con normalidad, el agarrar las cosas, o girarse e, incluso, levantarse. Cuando terminó, se sentó en su cama. A pesar de que se mantuvo ocupada, de su cabeza no salió Freen . Había sido así en todo ese tiempo. Sabía que tenía sentimientos por ella; la extrañaba y ansiaba, o más bien, anhelaba, que las cosas fueran otra vez como antes. De repente, se fijó en el libro sobre su mesa. Ya lo había terminado, y le encantó. Lo tomó en sus manos; recordó el día que Heidy se lo llevó y empezó a leérselo.

Sin esperarlo, se encontró comparando lo que sintió una vez por ella, la forma en que la amó, con lo que albergaba en su corazón por Freen . El sentimiento era diferente e intenso. Su pecho se oprimió. Recordó cómo fue perdiendo a Heidy sin que pudiera hacer nada. Entonces un pensamiento se formó en su mente.

No sabía si estaba equivocada al respecto, si el alejamiento o reserva de Freen se debía a que tal vez sentía lo mismo que ella. Y si era así, tendría que hacer algo. Aquella vez perdió a Heidy porque no pudo hacer nada; esta vez sí podía. Bueno, no con tanta destreza, pero sí podía buscar la respuesta a su duda; el significado del brillo en los ojos de Freen .

Con ese pensamiento en su cabeza, devolvió el libro a la mesa, tomó el bastón para ayudarse a levantarse. A paso lento entró al baño, se duchó y se vistió; se enfundó en un pantalón de chándal, un suéter de mangas largas con capucha y zapatillas deportivas. Y se dispuso a salir de su dormitorio, pero algo la detuvo. Para hacer lo que planeó en su mente, tenía que saber dónde vivía Freen . Lo consideró durante unos instantes, entonces tuvo una idea. Buscó entre sus cosas un post-it que Rosales le dio el día que salió del Centro con su número de teléfono; lo localizó y luego fue por su celular.

—¿Cómo es que no tengo su número? —se quejó mientras marcaba el número de la enfermera.

Rosales contestó tras varios repiques.

Aló.

Suaves toques del alma (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora