Capítulo 32

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Freen no perdió tiempo, en cuanto terminó con sus pacientes del Centro, se reunió con el equipo que eligió para la rehabilitación de Rebecca. Para ello se necesitaba, en principio, de un terapeuta ocupacional, y uno de comunicación humana. Aparte de los especialistas en rehabilitación pulmonar, para iniciar la terapia oral motora para que recuperara la habilidad de masticar y la deglución; todo ello y más, en conjunto con la terapia física que llevaría a cabo.

Cuando Freen le explicó todo el proceso a Rebecca, pensó que era como ser un bebé de nuevo; tenía que aprender a hablar, a caminar, a controlar sus movimientos. Era como volver a nacer y, en cierta manera, lo había hecho. Un bajo porcentaje de las personas con síndrome de cautiverio lograban sobrevivir, ella lo hizo, así que por algún motivo Dios quería que enfrentara ese reto. Entonces pondría todo su esfuerzo para superarlo.

De esa manera, dio inicio el proceso de rehabilitación para Rebecca; a medida que el personal sanitario que se encargaría de atender cada una de sus necesidades desfilaba por su habitación, fue conociéndolos. Eran hombres y mujeres que dedicaban sus vidas a ayudar a los pacientes a recuperar su autonomía. El proceso era largo, ya lo sabía, pero se sorprendió de lo lento que era; quería correr, en cambio, en el tiempo que pasaba con los terapeutas tenía que aprender cómo funcionaba su cuerpo. Cada día se convirtió en una especie de martirio para ella; transcurrió una semana y estaba igual. Eran Freen , sus padres y el mismo personal del Centro, los que la alentaban.

Su fisioterapeuta añadió otras técnicas al tratamiento que le aplicó durante su estado de inconsciencia. Cuando llevaba tres semanas de terapias, logró mover ligeramente los dedos de la mano.

—¡Lo lograste! —exclamó Freen al verlo. Rebecca vio su enorme sonrisa—. ¿Lo ves? Es fácil.

La vio rodar los ojos y no pudo evitar reír.

Te gusta burlarte de mí, ¿cierto?

—No me mires de esa manera. Es cuestión de concentrarte, de ordenarle a tu cuerpo lo que tiene que hacer.

Sí, sí, súper fácil.

—Inténtalo otra vez —le pidió mientras deslizaba su mano por debajo de la de Rebecca—. Apriétala.

A pesar de que en todo ese tiempo estaba acostumbrada a la cercanía de Freen , a sentir sus manos en casi todo su cuerpo, no dejaba de asombrarse del tierno calor que transmitía. No era como el de las demás personas que la atendían, no sabía por qué era así.

Sintió el calor de su mano en la suya; Freen miraba sus dedos, esperando a que repitiera el movimiento que logró hacer. Pero conseguirlo no era tan fácil; sabía que ella bromeó cuando le dijo que lo era. Ya la conocía, así que era consciente de que al decir que era fácil, era porque requería de su máximo esfuerzo, no solo físico, también mental.

Rebecca tenía la vista fija en su fisioterapeuta que, a su vez, continuaba con su atención puesta en sus manos. La verdad era que no lo intentaba, ella solo absorbía la sensación de sus manos casi unidas. Entonces, de pronto, los ojos de Freen se posaron en los suyos, le dedicó una mirada interrogante antes de regalarle un guiño con un gesto travieso.

Suaves toques del alma (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora