Capítulo 33

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Freen se dio cuenta de que se quedó mirando a Rebecca más de lo debido, aunque le encantaba ese contacto visual que a veces se daba entre ellas; entonces sacudió la cabeza y respiró hondo también.

—Adelante hay unos árboles con bancos a su alrededor donde podemos pasar un rato —le dijo.

Rebecca parpadeó entusiasmada con la idea; estaba afuera después de tanto tiempo, lo último que quería era regresar a la habitación.

Eso sería genial.

La fisioterapeuta sonrió y rodeó la silla de ruedas. Mientras avanzaban, la paciente no podía dejar de admirar los jardines, los colores de las flores le parecían vibrantes. ¿Serían siempre así o es que ahora lo veía todo distinto? El verde de las plantas le parecía más sublime. La silla se desplazó lento por el camino de concreto; entonces, más allá de los jardines, avistó una zona arbolada. La vista parecía sacada de un cuento; los árboles eran bajos pero frondosos, y sus ramas se extendían a lo ancho, uniéndose para ofrecer su sombra como un techo natural. En efecto, había bancos alrededor y mesas de concreto también. Algunas enfermeras paseaban por allí a otros pacientes que, como ella, se encontraban en silla de ruedas.

—Nos he preparado un pequeño pícnic —anunció Freen cuando ya se acercaban.

¿Qué?

Rebecca se fijó en una mesa que tenía algunas cosas encima. Justo hacia ese lugar se dirigieron. La fisioterapeuta ubicó la silla cerca de uno de los dos bancos, y se apresuró a ponerle el seguro a la silla. Se situó delante de ella con su eterna sonrisa; se acuclilló para estar a su altura.

—Hace calor, ¿no te parece? —le guiñó un ojo con complicidad.

La verdad era que Freen a veces era todo un encanto. Con su uniforme de sanitario de color rosado con diseños de nubes. Su cabello corto era tan suave que la ligera brisa los levantaba revolviéndolos un poco. Y a esa imagen se sumaba su sonrisa. Vaya vista, de pronto la arbolada perdió la magia que vio cuando se acercaban. ¿Por qué? Simple; porque ahora Freen se encontraba frente a ella. Y eso que no la veía de modo romántico. Rebecca bufó, ya se imaginaba cómo se sentiría la mujer que se enamorara de ella. Por cierto, hacía tiempo que no le hablaba de alguna conquista. Se preguntó cuál sería la razón.

La pelirroja sonrió; ahora su boca se curvaba más. Cada día su cuerpo lograba romper una barrera adicional.

Freen asintió complacida. Se levantó y se sentó en el banco, quedando siempre frente a ella. Rebecca se fijó en lo que había sobre la mesa; una pequeña jarra de plástico que debía contener algo frío, por la humedad del exterior. Un envase con lo que parecía gelatina, uno con yogur por los trozos de frutas y un tercero con algo que no supo identificar.

—Solicité los debidos permisos para esto —le anunció—. Estás tragando bien, así que pensé en que podíamos compartir una merienda — Rebecca gesticuló como si intentara hablar, solo le salió un sonido que se quedó en su garganta—. ¿Eso es un sí?

Ahora parpadeó rápido.

Sí. Me encanta la idea.

Suaves toques del alma (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora