Capítulo 16

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Heidy alcanzó a leer apenas cinco hojas de Doce meses ese día, la mayor parte de las horas que estuvo allí se dedicó a trabajar en el caso que llevaba. Rebecca tenía la ilusión de saber más de la historia del libro que compró, pero tuvo que conformarse con lo poco que su novia le leyó.

Heidy se fue cuando comenzaba a caer la noche. Sus padres fueron a visitarla también el domingo, pasaron medio día haciéndole compañía y se despidieron hasta el día siguiente.

El lunes inició como cada día desde que estaba allí; las enfermeras llegaron temprano para comprobar que todo estuviera bien. Solían tomarle la presión arterial, las pulsaciones y la oxigenación; le cambiaban la bolsa de suero con que la mantenían hidratada y le revisaban la vía, que cambiaban cada cuarenta y ocho horas.

Rebecca se quedó esperando a que Heidy fuera, se lo había prometido. Ese día cumplían nueve años que se hicieron pareja. Con el transcurrir de las horas, la tristeza se fue incrementando en su corazón. Su novia no aparecía; se consolaba pensando que en el bufete le negaron el día o quizás el caso que llevaba se complicó aún más. Heidy no solía romper sus promesas, era una de las cosas que amaba de ella, era leal, íntegra. Algo debió suceder para que todavía no apareciera. Le ilusionaba tenerla cerca todo el día, sentir su calor, escuchar su voz, verla. La amaba con todas sus fuerzas y la extrañaba muchísimo.

Las horas continuaron transcurrieron sin que Heidy apareciera; y tampoco sus padres. En la tarde, llegó Freen para la sesión de ejercicios y masajes.

—Buenas tardes, Rebecca. ¿Cómo te sientes hoy? —le preguntó con su habitual entusiasmo.

Cuando yacía de lado, ella la veía llegar con un bolso deportivo colgando del hombro, así que la imaginó dejándolo en la silla. Se encontraba boca arriba, por lo que no podía verla. No tardó en aparecer en su campo de visión, como solía hacer para mirarla a los ojos. Su sonrisa echaba chispas. ¿Siempre estaba de buen humor?

Mejor no te lo cuento —dijo pensando en su novia.

—De seguro ansiosa por moverte, ¿eh?

Oh, sí, no tienes idea. El techo no es el mejor panorama.

—Hay una linda rosa aquí, ¿ya la viste?

No.

—Déjame mostrártela.

Freen desapareció de su vista unos segundos y de repente tenía ante sí la pequeña maceta con el rosal y una hermosa flor.

Es hermosa.

—¿Lo ves? Es preciosa, ¿no? —no dejaba de sonreír mientras paseaba la vista entre la planta y Rebecca.

Sí que lo es. Gracias por dejarme verla.

La fisioterapeuta volvió a desaparecer, ella supuso que para devolverla la planta a su lugar.

—Bien, no es que esté apurada porque no tengo más pacientes, pero pongamos algo de música para iniciar.

Suaves toques del alma (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora