Capítulo 6

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—¿Cómo que no lo saben? —preguntó Richard con el entrecejo fruncido. El doctor alzó las cejas.

—Tras la primera evaluación, pudimos determinar que está en una especie de coma...

Nung jadeó y se cubrió la boca. Heidy se pasó las manos por los cabellos y tuvo el impulso de moverse, pero se contuvo.

—¿Cómo es eso posible? —intervino otra vez Richard—. Mi hija estaba bien —miró a Heidy—. ¿No es cierto?

—Sí, señor. Así es —respondió con la voz cortada.

Richard volvió su atención al doctor, como señalando lo obvio. El hombre alzó las cejas y comenzó a hablar.

—En primera instancia, le practicamos pruebas de rutina y los resultados fueron normales. Procedimos con algunas pruebas especiales. En ellos tampoco encontramos respuestas a su estado. Como Rebecca no responde a los estímulos, solo nos queda suponer que puede ser alguna lesión en el cerebro a causa del choque del que no habló —miró a Heidy

—. Vamos a subirla para una Resonancia Magnética ordenada por el neurólogo de guardia. Les pido paciencia. Este parece ser un caso especial, así que pondremos nuestro mayor esfuerzo para determinar lo que le sucede a Rebecca. En cuanto la bajen, podrán verla —informó. Luego se levantó y salió de la sala.

Nung lloraba. Heidy, que tenía el rostro humedecido, se dio la vuelta y se alejó un poco de ellos. Richard intentaba consolar a su esposa, aunque estaba tan perdido como ellas dos.

—¿Y si la trasladamos a una clínica? —cuestionó Nung—. Sabes que tendrá una mejor atención.

Su esposo lo consideró.

—Vamos a esperar por los resultados de la resonancia —decidió.

Heidy permanecía alejada, dándoles la espalda, con un puño contra su boca, sintiéndose culpable por lo que le sucedía a su novia. Un profundo miedo atenazaba su pecho. Recordó las palabras del doctor, "... está en una especie de coma". Sentía que un abismo la engullía. De pronto, una mano en su hombro la sobresaltó; al girarse, se topó de frente con Richard.

—¿Estás bien?

—No, señor. No lo estoy —respondió mientras se limpiaba la nariz con la manga del suéter que vestía—. De verdad no sé lo que sucedió —veía más allá de él, no se atrevía a mirarlo a los ojos.

—Lo sé. ¿Por qué no te sientas? —le ofreció—. Al parecer estaremos mucho tiempo aquí. Iré por café para todos, ¿de acuerdo?

Heidy logró sostenerle la mirada durante unos segundos, luego asintió. Tomó asiento dejando dos puestos entre ella y Nung, que permanecía con la vista fija en el suelo. Su esposo se le acercó, le dijo algo al oído y en seguida salió de la sala.

Y en efecto, la espera fue larga. Casi dos horas después que el doctor salió a hablar con ellos, una enfermera les anunció que podían ver a Rebecca. Los tres salieron de inmediato de la sala y siguieron a la sanitaria. Entraron a la Sala de Observación, un área amplia con camas dispuestas a ambos lados, separadas por cortinas plegables. A su paso, Heidy vio a tres pacientes antes de que la enfermera se detuviera en la cama más alejada. Vio a Rebecca, todavía inconsciente. Su ser se estremeció. Se acercó a la cama como en cámara lenta.

Suaves toques del alma (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora