Capítulo 35

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La recuperación física era lo más difícil del proceso de rehabilitación, no solo por el esfuerzo que requería. Con las terapias, Freen trabajó fuerte para recuperar y fortalecer la musculatura de Rebecca, era una tarea lenta y ardua. No podía forzar su cuerpo después de tantos años inmovilizada. Sin embargo, había un progreso que, para su caso, era significativo.

Después que Rebecca logró articular sus primeras palabras, transcurrieron otras tres semanas; ya hablaba con mayor fluidez, pero en lo físico, el reto era mayor. Había recuperado la movilidad de las manos, podía cerrarlas y abrirlas. Había superado la rigidez de los codos, flexionándolos ambos sin mayor dificultad, al igual que los brazos y las rodillas.

Un mes después de ese progreso. La fisioterapeuta decidió que pasarían al siguiente nivel. Hacer que se parara. Se hallaban en la Sala de Rehabilitación, un espacio amplio y luminoso, donde había diferentes equipos para rehabilitar a personas como Rebecca. En el lugar había dos pacientes más que eran atendidos por otros terapeutas.

Freen detuvo la silla de ruedas frente a las barras de rehabilitación, que no era más que un sistema de tubos similares a los que usan los gimnastas en las competiciones, con la diferencia de que estos eran bajos y ajustables.

—¿De... verdad... crees que... puedo... hacerlo?

La mujer de pelo corto la miró sonriendo. Se encontraba frente a ella, con los brazos cruzados, relajada.

—Sé que puede parecerte el monte Everest, pero te juro que no lo es.

—Para... ti... todo es... fácil.

—Cuando des el primer paso, verás que es fácil.

—Menti... rosa.

La fisioterapeuta rio.

—Iniciemos.

Freen buscó un arnés y regresó.

—¿Qué... es?

—Es un arnés —respondió mientras le pasaba las tiras alrededor del pecho hacia la espalda—. Ayudará a sostener tu peso —le señaló unos rieles en el techo, justo encima de la barra.

Rebecca lo entendió de inmediato. Cuando el arnés estuvo asegurado en su cuerpo, bajó las cuerdas ajustables del riel y las enganchó al arnés por la espalda. Freen llamó a un enfermero.

—Ayúdame a levantarla —le pidió.

El enfermero se ubicó a un lado de la silla de ruedas y desde atrás le pasó los brazos por debajo de los suyos y la levantó; con sumo cuidado, la acercó al inicio de las barras, mientras Freen ajustaba las cuerdas. Rápido regresó con la pelirroja.

—Ya me encargo. Gracias —le dijo al enfermero, remplazándolo. Las cuerdas sostenían el peso de Rebecca, por lo que no le era difícil "manejar" su cuerpo.

Suaves toques del alma (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora