Capítulo 58

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Hacerle el amor a Rebecca se había convertido en una especie de adicción para Freen . Seducirla, desnudarla, besarla, encender su piel, acariciarla; explorar con la boca su intimidad, rozar sus labios íntimos, deslizarse entre sus pliegues, saborearla, deleitarse con esa suave textura de su clítoris hasta endurecerlo, y beber su humedad. Tomarla. Sentir palpitar su vientre.

Y en ese momento su boca estaba entregada al placer de su íntima unión con su sexo. No podía hablar, pero los gemidos ahogados en su garganta eran la evidencia del gozo de su cuerpo y mente. Porque Rebecca era su sangre, su vida, su alma y eso lo superaba todo. ¿Había algo mejor que eso en la vida? Era difícil decidirlo porque también era maravilloso caminar de su mano, reflejarse en sus ojos, verla sonreír, hacerla feliz. Así era su amor.

Freen volvió a sentir la mano de la pelirroja entre sus cabellos y supo que su vientre estaba por sacudirse. Enderezó la espalda y con eso elevó más el muslo en su hombro y tuvo el acceso que ansiaba. Su lengua se deslizó desde su clítoris hasta su hendidura. Un sonido del lánguido gemido que se oyó en el baño cuando la penetró con la lengua fue como una descarga eléctrica recorriendo su ser entero; sintió la humedad desbordarse en su propio sexo. La excitación la atenazaba también y los gemidos de Rebecca lo convertían en una dolorosa agonía.

La pelirroja irguió la espalda contra la pared, las embestidas de la lengua dentro de su vientre intensificaba la sensibilidad acumulada en su interior, su excitación. Rápidamente se acercaba al punto culminante y se advertía poderoso. Ella cerró los ojos cuando todo explotó, su boca se abrió jadeante en busca de aire mientras los latidos de su vientre la hacían rozar la cúspide de la máxima satisfacción sexual.

Un ronco jadeo escapó de su garganta cuando las fuerzas la abandonaron. Freen bajó con cuidado su muslo, manteniéndola pegada con su cuerpo a la pared mientras se levantaba. La abrazó con delicadeza y sintió su piel húmeda y fría contra la suya. La besó en la sien y le permitió descansar la cabeza en su hombro. Su respiración chocaba agitada contra su cuello; le hacía algo de cosquillas, pero lo disfrutaba

—Te amo —le susurró al oído—. Te amo tanto, Rebecca.

Transcurrieron al menos un par de minutos de silencio, mientras recuperaba el aliento. Con delicadeza, la fisioterapia le apartaba los cabellos pegados a su frente por el sudor. Acariciaba su espalda, delineando con los dedos su columna.

—Yo también te amo —declaró la pelirroja cuando al fin fue capaz de hablar.

Freen se separó un poco para mirarla. Sus mejillas estaban sonrojadas, ella adoraba verla así.

—¿Estás bien?

La pecosa asintió antes de contestar.

—Sí.

—Me olvidé de mis protocolos —comentó con una mirada que destilaba timidez.

—¡Ja!

—No te burles.

—No te olvidaste de tus protocolos. En realidad les pateaste el trasero.

Creo que deben estar llegando a Pekín.

Suaves toques del alma (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora