Capítulo 30: ¡Peeta está muerto!

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Bajo con cuidado por el árbol y en cuanto piso tierra firme Finnick ya me está apuntando con su tridente a modo de defensa. Es como si me hubiera leído el pensamiento, o quizás es porque ha logrado leer mis intenciones a través de mi mirada, no lo sé.

—¿Qué está ocurriendo en la Cornucopia? No me digas que se han cogido de las manos, han hecho un voto de no violencia y que han lanzado sus armas al mar para desafiar al Capitolio. —Dice con sarcasmo evidente.

—No. —Le contesto con rotundidad.

—No, porque lo que sea que sucedió hace unos días ya ha quedado atrás. Que te quede claro que nadie se ha convertido en vencedor de sus juegos por suerte. —Mira a Peeta y en un tono más jocoso habla. —Excepto tal vez Peeta.

Su comentario me hace comprender que él también se ha dado cuenta de que Peeta es mucho mejor que todos los demás presentes en esta arena. Solo hay que ver que Finnick ha matado sin pestañear al tributo del 5, y yo no he dudado en volverme letal y disparar a matar a Enobaria, Brutus y Gloss en cuanto se me ha presentado la oportunidad. A diferencia de nosotros dos, Peeta hubiera intentado negociar con ellos para intentar conseguir una alianza mucho más grande a ser posible. Finnick tiene razón, el resto de tributos va a intentar cazarnos uno a uno hasta que solo quede un vencedor, sin miramientos, sin piedad, con el único objetivo de salir vencedor otra vez y terminar con esta pesadilla. No dudaran en matar a una embarazada si se les presenta la oportunidad, o a una anciana.

Le sostengo la mirada evaluando su velocidad contra la mía. Evaluando cuanto tiempo me llevaría coger una flecha, cargarla en el arco, apuntar y disparar atravesándole el cráneo. Evaluando cuanto tiempo le llevaría a él alcanzar mi cuerpo con su tridente y atravesarlo. Antes de que ninguno tenga la oportunidad de realizar algún movimiento, Peeta se interpone entre nosotros.

—¿Cuántos muertos hay? —Me pregunta. Veo la advertencia en su mirada de que ahora no es el momento de hacer lo que sea que pretenda hacer yo.

—No lo sé, es difícil decirlo, pero creo que al menos hay seis o siete. Todavía quedan algunos peleando.

—Vale. —Queda conforme con lo que le digo. —Deberíamos continuar y buscar agua, porque si no acabaremos deshidratados en pocas horas.

—Tienes razón. —Dice Finnick bajando el tridente. —También tenemos que buscar un sitio donde cubrirnos cuando el resto venga a cazarnos.

Es en ese instante que me doy cuenta que es un gran error pensar en matar a Finnick, sería estúpido, ya que de momento está siendo de ayuda y tiene el sello de aprobación de Haymitch. Haymitch... mi padre... tengo que explicarle a Peeta todo lo ocurrido antes de subir a la arena, pero hasta que no estemos a salvo y en un sitio donde no pueda haber micrófonos, no voy a poder contárselo.

Reanudamos la marcha, y aproximadamente un kilómetro más tarde Peeta sigue cortando maleza con el cuchillo. No encontramos agua, no encontramos comida, solo caminamos y caminamos, parece que no hay fin. Miro a mi alrededor buscando alguna señal de que no estamos dando vueltas en círculos como tontos, pero entonces justo por donde se encuentra Peeta percibo el mismo cuadrado uniformé que Beetee y Wiress me enseñaron en el centro de entrenamiento que conformaba la barrera tras la que se escondían los vigilantes.

Veo a cámara lenta como Peeta alza el cuchillo con la intención de seguir cortando maleza. Grito para alertarle, pero ya es demasiado tarde, el cuchillo toca con el campo de fuerza y se escucha un ruido eléctrico muy fuerte, similar al sonido que hace un cortocircuito. Tanto Peeta como el cuchillo salen volando por los aires hacia atrás por el choque de la electricidad, llevándonos a nosotros tres por delante. Caemos al suelo con un golpe seco. No me permito tiempo para centrarme en el dolor que me causa el golpe, reacciono con mucha rapidez y me acerco corriendo hacia donde se encuentra Peeta inmóvil.

En llamas (Peeta Mellark y Tu )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora