Capítulo 23: En busca y captura de aliados

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De repente las luces del escenario se apagan dejándonos completamente sumidos en la oscuridad.

Los agentes de la paz nos vienen a buscar y nos llevan a todos a la sala central y nos reparten entre los agentes por Distrito. Cada pareja de tributos somos escoltados por tres agentes hasta nuestro edificio y prácticamente hasta que subimos al ascensor que nos llevará a nuestro piso.

El piso está vacío, no hay rastro de Effie y Haymitch. Nos dirigimos a nuestra habitación y nos cambiamos la ropa por una más cómoda. Tras ello nos vamos al comedor para cenar. Estamos comiendo cuando del ascensor salen Haymitch y Effie. Ambos nos levantamos interrogantes para saber que ha sucedido después de que nos sacaran de allí a la fuerza.

—¿Y bien? —Pregunta ansioso Peeta a mi lado.

—Lo siento, no van a hacer nada. —Niega nuestro mentor con una mezcla de frustración, rabia y tristeza.

—No ha funcionado. —Susurro más para mí que para el resto. Pierdo la fuerza y tengo que sentarme en la silla que ocupaba un minuto antes para no terminar en el suelo.

No termino la cena, se me cierra completamente el estómago. Los cuatro vemos el resumen de las entrevistas en el salón. El momento en que todos los tributos nos hemos dado la mano ni siquiera lo ponen, siendo un indicativo de que les ha molestado, más concretamente, a Snow.

Taras terminar, volvemos a nuestra habitación para descansar. A partir de mañana los entrenamientos serán más largos e intensos.

—Estabas preciosa con ese vestido de novia. —Me susurra Peeta una vez estamos acurrucados bajo las sábanas dispuestos a dormir. Le tengo de frente así que puedo ver a través de su mirada. Me mira con amor y ternura.

—Gracias, tu estabas muy guapo con el traje. En realidad, siempre estás guapo te pongas lo que te pongas. —Digo sinceramente. Eso le arranca una ligera carcajada. —No ha servido de nada decir lo del bebé. —Digo con tristeza.

—Lo sé, pero, aunque los dirigentes del Capitolio no hagan nada, sé que eso va a provocar descontento entre los propios capitolinos y en los Distritos, solo hay que ver la reacción que ha tenido el público al saberlo. No se van a quedar indiferentes.

Peeta acaricia mi vientre, yo presa del cansancio termino sucumbiendo al sueño quedándome profundamente dormida.



Me despierto por unas suaves caricias en el vientre. Siento a Peeta abrazándome por la espalda y acariciando distraídamente mi vientre.

—Buenos días. —Le digo girándome para verlo. Me sonríe cálidamente y me besa los labios.

—Buenos días bonita.

Agradezco que esta mañana no me levante vomitando, ya que necesito mi cuerpo en el mejor estado posible para poder pasar el día intenso de entrenamiento.

Desayunamos tranquilos y una vez terminamos nos vamos a entrenar. Llegamos antes del tiempo estipulado.

—Recuerda que hay que buscar aliados. Observamos lo que hay y luego lo comentamos. —Me recuerda Peeta para mi mala suerte. —Ten cuidado. Ah, y nada de coger cosas pesadas, que te conozco.

—Si, si, me ha quedado claro. —Le espeto fastidiada. Me voy al lado contrario de por donde se va Peeta.

Me encuentro con Mags en el puesto de anzuelos, donde la encontré ayer, así que me uno a ella para continuar con nuestras clases.

Cuando ya estamos cansadas de hacer anzuelos, le propongo ir a la sala de hologramas para enseñarle a cazar. Ella accede, pero se niega a meterse dentro. No habla, pero mediante señas me da a entender que quiere ver como lo hago yo. Me adentro en una de las salas e inmediatamente la puerta se cierra tras de mí. Indico mediante una pantalla táctil que tipo de entrenamiento quiero hacer, la modalidad, intensidad y tiempo. De la pared de armas que hay en el interior, agarro un arco y un carcaj. Doy a iniciar entrenamiento y me posiciono en el centro de la plataforma a esperar que salga el primer holograma.

En llamas (Peeta Mellark y Tu )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora