Capítulo 32: Mags muere

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Alzo mi mano sintiéndome tentada a tocarla, pero cuando la niebla entra en contacto con mi piel, un alarido de dolor se escapa de entre mis labios y me levanto de un salto girándome hacia los demás para despertarlos. En los pocos segundos que me lleva hacerlo, la piel que ha tocado la niebla, empieza a llenarse de horribles ampollas dolorosas.

—¡Venga vamos! ¡Corred! ¡Corred! —Les apresuro con urgencia.

Finnick se despierta al instante y se levanta para enfrentarse a un enemigo, pero cuando ve la niebla, se lanza hacia Mags que continúa durmiendo y la carga sobre la espalda saliendo disparado huyendo de la niebla. Peeta se encuentra de píe, pero no tan alerta, aún está desorientado por haberse despertado y por lo ocurrido con el campo de fuerza. Le agarro del brazo y prácticamente lo arrastro conmigo en la carrera detrás de Finnick.

—¿Qué pasa? ¿Qué pasa? ¿De qué huimos? —Pregunta aun desorientado.

— ¡La niebla! Tiene algo, no sé el que, gas venenoso, ácido... Pero provoca ampollas. ¡Date prisa Peeta! —Le intento explicar desesperada. Sé que no lo hace a propósito y que está dando todo lo que puede, pero no puedo evitar gritarle por no ir más rápido a causa de la desesperación que siento. Lo ocurrido con el campo de fuerza aún le está pasando factura y me preocupa. No quiero volver a perderlo habiendo pasado apenas unas horas desde que lo vi muerto.

La maleza me hace perder el equilibrio y tropezar. Me invade un impulso terrible de huir para salvarme y salvar a mi bebé, pero luego recuerdo quien es y consigo mantener a raya mi terror. Recuerda, el objetivo esta vez es mantener a Peeta con vida. Cierro los ojos cerrando la distancia y le doy un corto beso en los labios para ver si así se espabila más.

— Peeta, Peeta cariño, mira a mis pies, intenta pisar donde yo piso. — Eso le ayuda y conseguimos movernos mucho más rápido, pero no lo suficiente como para parar a descansar ya que la niebla sigue pisándonos los talones.

Conforme las gotas de niebla alcanzan nuestra piel, un dolor intenso nos envuelve en el sitio a causa de la sustancia química que debe llevar. Finnick se da cuenta de que vamos atrasados y que estamos teniendo dificultades por lo que empieza a gritarnos para darnos ánimos.

De repente, el pie de Peeta se enreda en un montículo de maleza y cae de bruces al suelo haciéndome caer a mí de rodillas. Me levanto lo más rápido que puedo y le ayudo a levantarse. Al hacerlo, veo que el lado izquierdo de su cara está más flácido, como si el músculo estuviese muerto.

— Peeta... — Comienzo a decir asustada, pero no puedo terminar porque un intenso ardor se instala en mis brazos haciéndome gritar. — ¡Ahhh! — Comienzo a notar las manos dormidas y entonces entiendo que lo que sea de lo que esté compuesta la niebla, ataca a los nervios.

Un nuevo miedo se instala en mí y tiro de Peeta con todas las fuerzas que reúno y que no sabía que tenía. Consigo arrastrar hacia delante a Peeta, pero eso causa que vuelva a caer y cuando levanto la vista hacia la niebla, ya se encuentra a un metro de nosotros. Las piernas de Peeta se mueven como las de una marioneta. Cuando me doy cuenta, Finnick ha comenzado a arrastrar a Peeta hacia delante. Cojo a Peeta por el otro brazo y al final conseguimos mantener una distancia de aproximadamente unos nueve metros cuando Finnick se detiene.

— Esto no funciona. — Dice frustrado con la respiración entrecortada por la carrera y el esfuerzo. — Tengo que llevarlo a los hombros, ¿puedes llevar tu a Mags?

—Sí. —Digo con firmeza.

Calculo que Mags debe pesar unos treinta y cinco kilos, seguramente he cargado con cosas más pesadas, aunque no en los últimos tiempos a causa del embarazo. El problema, es que mi brazo se encuentra casi dormido al completo. Me agacho y ella se sube a mi espalda y comenzamos de nuevo a correr. Ahora me alegro de no haber matado a Finnick, me está resultando de bastante ayuda con Peeta.

En llamas (Peeta Mellark y Tu )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora