Capítulo 13: Te amo

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Me recargo en su pecho y me pego más a él para profundizar el beso. Peeta se incorpora apoyándose en el cabecero de la cama sin cortar el beso. Con sus fuertes brazos me arrastra junto a él y termino sentada a horcajadas en su regazo. Con esta nueva posición podemos profundizar aún más el beso, lo que deleito con gusto.

El beso poco a poco se hace más intenso, es dulce y apasionado, muy íntimo. Con el beso logramos demostrarnos el amor mutuo y el profundo cariño que sentimos por el otro.

Se entretiene con mi cintura, la acaricia con delicadeza y casi como un acto reflejo. Yo me ocupo de su pelo, se siente tan sedoso que es un gusto jugar con él.

La necesidad va en aumento, las emociones se desbordan y la electricidad en nuestros cuerpos es imposible de negar. Nunca he estado en una situación tan íntima antes, pero me siento tan tranquila, tan plena y segura entre sus brazos... Ni siquiera lo pienso, es mi cuerpo quien toma el control, él es el que me da las señales de que no tengo que preocuparme por nada, que eso es lo que deseo.

Peeta se separa de mí y veo si mirada obnubilada.

—(TN), deberíamos parar... —Dice con la voz entrecortada por los besos. —No creo que esté bien, no quiero obligarte ni forzarte a hacer nada que tu...

—Peeta. —Le interrumpo con decisión. —Quiero esto, quiero hacerlo.

—Pero...—Intenta replicar, pero le corto besándole.

—Yo estoy segura si tú lo estás. Nunca he hecho nada de esto, soy nueva en todo, pero quiero hacerlo, quiero aprender. —Le confieso, casi con necesidad.

—Yo tampoco he hecho esto antes. Solo quiero que tu estes totalmente segura de ello.

—Lo estoy. Aprendamos juntos entonces. —Me mira con brillo y pasión en sus ojos. —No sabemos qué puede pasar mañana, y con nosotros nada se ha hecho de lo más convencional como aquel que dice, puede parecer que vamos muy rápido en todo, pero simplemente vamos a nuestro ritmo. Lo importante es que ambos estemos en el mismo, si es así entonces no hay ningún problema, no me importa lo que la gente pueda decir o no de nosotros. —Expreso lo que llevo pensando desde hace días.

No me contesta, sino que se abalanza hacia mis labios de nuevo y me besa con ternura y una creciente pasión. De nuevo los besos crecen en intensidad y llega un punto en que la ropa nos empieza a estorbar. Movidos por el deseo y la necesidad de tener un contacto más cercano, las prendas de ropa poco a poco van volando por la habitación.

No nos preocupamos por nada, ni los juegos, ni Snow, ni las pesadillas, ni en lo que pasará, simplemente nos aislamos de todos y nos centramos en el presente, en nosotros.

Ambos quedamos totalmente desnudos. Me avergüenza un poco el hecho de estar tan expuesta ante alguien, pero estoy segura con mi decisión y estoy segura con Peeta, así que esa vergüenza queda relegada a un lado y me dejo llevar por todo lo demás.

El resto de la noche nos acariciamos, nos besamos, nos abrazamos y nos amamos. Sentimos mucho, cada célula, cada molécula de mi cuerpo lo siente a él, siente todo lo que me transmite y todo lo que me provoca. Es una noche mágica que siempre recordaré pase lo que pase.



Me despierto y lo primero que veo al abrir los ojos es a Peeta frente a mí con el rostro totalmente relajado y completamente dormido. No puedo evitar recordar lo que horas atrás hemos hecho. Me siento un poco incómoda, mis músculos están un poco resentidos, pero la felicidad fluye de mis poros. Me he sentido tan amada por Peeta... Con una enorme sonrisa acorto la distancia con Peeta y comienzo a repartir suaves besos por todo su rostro. Inmediatamente, ante mi contacto, plasma otra enorme sonrisa de felicidad.

—Venga dormilón, tenemos que prepararnos para ir a desayunar y para la entrevista de esta tarde. —Le animo a levantarse viendo que sin abrir los ojos se acurruca en mi pecho intentando volver a dormir.

—Mmm... —Se queja. Sin darme tiempo a reaccionar, me agarra de la cintura y me posiciona encima de él. Me ruborizo porque ambos estamos totalmente desnudos. Abre los ojos y me mira sonriente. —Te amo.

—Yo también te amo. —Le digo estirándome sobre de él. Me abraza por la cintura y yo me apoyo en su pecho. —Podría acostumbrarme a esto. —Le digo deseando que fuese así siempre.

—Créeme, yo también, y no me quejaría. —Me contesta con añoranza en su rostro.

Nos pasamos casi un cuarto de hora en esa posición, solo abrazados, piel con piel, sintiéndonos, y es reconfortante.

—Es mejor que empecemos a espabilarnos, porque si no vamos a tener a Effie en poco rato aquí a llamarnos la atención. Ya sabes cómo se pone de histérica con los temas del Capitolio. —Digo no deseando levantarme de la cama, pero sabiendo que es lo correcto.

—Lo sé... —Murmura con desanimo.

Con mucho esfuerzo salimos de la cama y tras ducharnos nos vestimos con algo cómodo y sencillo. Juntos y de la mano nos dirigimos hacia el comedor.

Nos sentamos en la mesa siendo los primeros en llegar sorprendentemente, y eso que nos hemos retrasado mucho. Poco a poco van llegando los demás, Haymitch con una clara resaca encima.

—¿Y bien? ¿Snow está satisfecho o no? —Nos pregunta unos minutos después de iniciar con el desayuno.

—No. —Se adelanta Peeta en contestar.

—¿Qué más podemos hacer Haymitch? —Le pregunto casi como una súplica. —¿Cómo podemos demostrarle a él y al resto que lo que hice con las bayas fue por amor y no por revelarme?

—Yo... he pensado en algo. Pero quizás es demasiado, muy extremo y no quiero condicionarte. —Dice Peeta mirándome concretamente a mí, preocupado.

—Peeta, no importa, si tienes algo que pueda arreglar esto hagámoslo. —Le digo convencida dispuesta a hacer cualquier cosa por olvidarnos de esto.

—Bueno... Quizás, si nos casamos... —Dice tímidamente no muy seguro de cómo vamos a reaccionar.

—¡No!  

—¡No!  

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En llamas (Peeta Mellark y Tu )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora