Capítulo 33: Ataque

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—Vamos, hay que ayudar a Finnick. —Nos incorporamos y nos acercamos a nuestro aliado. Está prácticamente inconsciente. Juntos lo arrastramos hasta el agua y él parece despertarse de repente de la inconsciencia en cuanto el agua toca su cuerpo. Se mueve con desesperación intentando zafarse del proceso de descontaminación. Entre quejidos suyos y con esfuerzo por nuestra parte, logramos quitarle todo rastro de ampollas y veneno del cuerpo.

Yo me siento a descansar mientras Peeta se pone a clavar la espita en un árbol para que podamos beber agua y Finnick termina de lavarse. Siento todo el cuerpo adolorido, entre los golpes, las caídas, el esfuerzo, ... Me acaricio el vientre preocupada de que el bebé haya salido perjudicado.

Finnick se sitúa a mi lado de pie con sigilo y me dice que me levante con cuidado y sin movimientos bruscos. Al principio no entiendo nada hasta que miro por encima de Peeta y mi corazón se dispara al ver a un horrible mono mirándolo. No tenemos ni un momento de respiro desde que hemos entrado en la arena.

Observo a nuestro alrededor, y en el resto de árboles que nos rodean hay más monos subidos y expectantes a nuestros movimientos. No son monos normales, nunca he visto ninguno, pero sus rasgos me recuerdan a los lobos mutados del año pasado, así que eso me dice que estos monos son mutos creados por el Capitolio. Me levanto con delicadeza intentando no hacer movimientos bruscos ni perder la compostura.

—Peeta. —Le llamo con la voz más suave y tranquila que logro reunir.

—¿Sí? —Me contesta con tono calmado concentrado en lo suyo.

—Por favor cariño, saca la espita y acércate hacia nosotros poco a poco, sin mirar hacia arriba. No hagas movimientos bruscos. —Le ordeno alternando mi vista entre él y el mono que tiene encima.

—¿Qué? Por... —Deja la frase al aire sin completar ya que inconscientemente levanta la vista encontrándose con el mono encima del árbol en el que está agachado él.

En cuanto los ojos de Peeta establecen contacto con los del mono, el animal chilla y se lanza hacia él, pero yo soy más rápida y le atravieso con una flecha. A partir de ese momento se desata una pelea contra los monos que se lanzan a atacarnos. Peeta se apresura en extraer la espita y corre hacia nosotros. Son demasiados monos y no vamos a poder con todos ellos.

—Hay que ir hacia la playa. —Dice Peeta. Jadeando por el esfuerzo de luchar contra esos animales nada naturales.

Comenzamos a correr en esa dirección. A media carrera, Peeta se tropieza con una roca y cae al suelo. Un mono salta hacia él dispuesto a matarlo con sus grandes y afilados colmillos. Grito su nombre con terror sin ser capaz de reaccionar con la suficiente rapidez para evitar el ataque. Cuando el mono está por alcanzarlo, de entre los arbustos emerge la chica del 6, la adicta a la morfina, llevándose al mono por delante y salvando a Peeta de una muerte segura. El mono le clava los colmillos en el pecho a la chica.

Peeta reacciona y se levanta con rapidez clavándole el cuchillo al mono y desprendiéndolo de la chica. Coge en brazos a la chica y seguimos corriendo hacia la playa. En cuanto llegamos Peeta corre a meterse al agua y Finnick y yo nos quedamos al principio de la playa cubriéndole de los monos. Por algún motivo, los monos no quieren pisar la playa y se vuelven hacia la selva por el mismo camino por el que han venido. Al ver que ya no son un peligro, corro hacia Peeta.

Cada uno nos situamos a un lado de ella mientras él lamantiene sujeta en el agua. Este momento me recuerda a cuando murió Rue. Peetale habla y le dice cosas sin sentido a la chica intentando distraerla delagonizante dolor. Le habla de lo mucho que le gusta pintar, de cómo le encantahablarle a nuestro bebé y acariciar mi vientre. La chica le coge la mano y lesonríe. Con su mano libre y su dedo manchado de su sangre, le dibuja a Peetauna flor en la mejilla. En cualquier otracircunstancia sentiría celos, pero ahora únicamente puedo sentir lastima poresa pobre chica, adicta a una droga por culpa de unos juegos y ahora agonizandoal borde de la muerte por estar en otros. Se gira hacia mí y consigo percibiren su débil y apenas audible voz que pronuncia la palabra "bebé". Yo le sonríoy le cojo la mano libre. 

Su respiración comienza a volverse más pausada e irregular, hasta que deja escapar su último aliento. Inmediatamente un cañonazo anunciando su muerte suena en el aire. La soltamos y la dejamos flotar empujándola mar adentro hacia la Cornucopia hasta que un aerodeslizador aparece llevándosela. Peeta y yo nos quedamos abrazados viendo cómo se llevan su cuerpo y no salimos del hasta que ya no vemos al aerodeslizador. Todo se queda en silencio salvo por nuestras aceleradas respiraciones y el sonido de las olas.

La noche ha sido intensa, y solo es la primera, hemos pasado por niebla venenosa, mutos mono asesinos y ahora la muerte de una tributo que ha protegido a Peeta.

—¿Por qué lo ha hecho? —Inquiere Peeta con la mirada perdida hacia donde hemos visto desaparecer el aerodeslizador.

—No lo sé... —Le susurro.

Salimos del agua aún abrazados y nos dirigimos hacia donde Finnick está sentado.

—¿Por qué no aprovecháis y descansáis vosotros dos? Yo monto guardia. —Les digo a ambos viendo el cansancio en sus rostros. En verdad, estoy segura de que el mío refleja el mismo que ellos.

— No (TN), preferiría hacerlo yo. —Le miro a los ojos dispuesta a replicar, pero al ver su cara me doy cuenta de que está haciendo un gran esfuerzo para contener las lágrimas. Entonces recuerdo a Mags, lo menos que podemos hacer Peeta y yo es concederle un tiempo a solas y privacidad para que llore su muerte. — A demás, tienes que descansar en tu estado, ha sido una noche muy intensa.

— De acuerdo, Finnick, gracias. — Le doy una pequeña y sincera sonrisa. Me acuesto en la arena donde se encuentra Peeta recostado y me recargo en su pecho. Me da un beso en los labios y me abraza rodeando también mi vientre y acariciándolo.

—Entre unas cosas y otras apenas he tenido tiempo de preguntarte, pero, ¿estáis bien? ¿tú y el bebé? —Me pregunta en susurros Peeta.

—Si, tranquilo, estamos bien. —Le contesto con tranquilidad. Su respuesta es abrazarme más fuerte a su cuerpo. Tras esa pequeña conversación nos dormimos al instante. Antes de dormirme no puedo evitar pensar en que hace apenas un día Finnick estaba en mi lista negra y ahora estoy dispuesta a que se quede vigilando confiando en él.

Cuando me despierto...

Cuando me despierto

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En llamas (Peeta Mellark y Tu )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora