Capítulo 39: El último rayo

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Más tarde, cuando ya ha sonado el himno hacia las nueve de la noche, Beetee y Finnick empiezan a enrollar el cable en el árbol del rayo. Una vez que la tarea está completada, Beetee nos explica la segunda fase del plan.

—Ahora, Johanna y (TN), necesito que llevéis el cable hasta la playa. —Nos ordena Beetee.

—Yo las acompaño. —De inmediato se añade Peeta.

—No, te necesito aquí. —Le contesta Beetee.

—No, estoy seguro de que Finnick puede defenderos el solo. —Se niega. No le gusta nada la idea de separarnos, y a mí tampoco, aunque sé que si nos negamos empezarán a sospechar.

—Peeta... —Empiezo a decirle, pero me interrumpe.

—No (TN), no es negociable. Os acompaño, tengo que protegeros a los dos.

—Peeta, cariño, por favor mírame. —Le digo acunando sus mejillas para que me mire fijamente. —Escúchame, estaremos bien. Te prometo que regresaremos contigo. En cuanto hayamos colocado el cable vendremos enseguida. No te preocupes, nos veremos dentro de un rato. Te amo. —Le beso en los labios. A pesar de que yo no estoy conforme y que le he dicho esto para tranquilizarle, yo no estoy tranquila, no me creo mis palabras, no me gusta nada tener que separarme de él.

—Está bien. —Suspira derrotado. —Ten cuidado, por favor. Ven lo más rápido que puedas. Nos vemos en un rato. Os amo. —Me acaricia el vientre y me da otro beso en los labios. Nos damos un fuerte abrazo y nos separamos con reticencia.

Johanna coge el rollo de cable situado en el suelo al lado de Beetee y juntas comenzamos nuestra ruta hacia la playa desenrollándolo a nuestro paso. Hacia mitad de camino, escuchamos como comienzan los chasquidos que prevén una tormenta de rayos.

—Démonos prisa, quiero estar muy lejos de la playa cuando los rayos comiencen. —Espeta Johanna ante el sonido.

—Pásame el rollo, vigila tú ahora. —Le digo para que descanse.

—Como quieras. —No se niega, ni se queja, sorprendente viniendo de ella.

Me está pasando el cilindro cuando ambas sentimos una breve vibración en este y de repente el cable se dobla saltando hacia nosotras enredándose en nuestras manos. El extremo cortado llega a nuestros pies.

Johanna y yo nos miramos evaluando la situación. Alguien ha cortado el cable y no tardará mucho en llegar hacia nosotras. Justo cuando me libero del cable, siento el cilindro metálico impactar contra mi cabeza. Cuando me doy cuenta, me encuentro en el suelo con un dolor tremendo en la cabeza y con Johanna encima de mí evitando que pueda moverme, eso sí, sin aplastarme el vientre.

—¡Quédate quieta! —Me grita bruscamente mientras yo intento forcejear pese al dolor de cabeza y aturdimiento. Siento un dolor tremendo en el brazo izquierdo, me ha cortado con un cuchillo y me está clavando los dedos en la herida. Me da otro golpe, menos fuerte esta vez, en la cabeza y se baja de encima mío.

¿Qué me quede quieta? ¿Qué es lo que está pasando? ¿Porque no me ha matado? Cierro los ojos intentando encontrarle coherencia a lo que está pasando, pero un par de pisadas me saca de mis pensamientos. Estoy muy desorientada. Lo único en lo que pienso es en Peeta.

—¡Podemos darla por muerta! Vamos a por los demás. —Escucho la voz de Brutus cerca de donde estoy.

Está claro que después de esto, la alianza ya se puede dar por terminada entre Finnick, Johanna y Beetee. Abro los ojos rápidamente y me levanto como puedo, tengo que llegar a él. El dolor punzante en mi cabeza hace que me tambalee.
No le encuentro sentido a nada, si todo esto era un plan entre ellos, podrían habernos matado cuando Peeta estaba mal, Finnick podría haberlo hecho fácilmente.

Lo único que tengo en mente es llegar hasta Peeta. Necesito llegar a él. Asegurarme que está bien e idear un plan para ver qué haremos a continuación tras lo que acaba de ocurrir.

Con un poco de musgo me tapo la herida del brazo y cojo mi arco y lo preparo con una flecha. Con dificultad empiezo a subir por la ladera. Mi corazón se libera un poco de la opresión cuando caigo en cuenta de que no ha sonado ningún cañonazo por lo que Peeta debe de seguir con vida.

Escucho la voz de Finnick llamarme, me escondo detrás de una mata justamente cuando Finnick pasa por delante.

El sonido de un cañonazo hace que me sobresalte. Alguien ha muerto. Estoy segura de que ahora todo el mundo va a correr por la arena y matar al primero que vea. Por eso, he de darme prisa y llegar hasta Peeta. Justo cuando empiezo a correr me enredo con algo y caigo de bruces al suelo.

Me levanto y veo que es el cable de Beetee. Con el cable llego hasta el árbol. Al llegar, el árbol está desierto, no hay rastro de Peeta ni de Beetee.

—¿Peeta? —Le llamo. Esta situación me recuerda al año pasado, cuando encontré a Jack tan malherido y murió, o al menos nos hizo creer que murió. La sensación de desesperación de entonces no se compara con la que estoy sintiendo ahora por no encontrar a Peeta. Un leve gemido llega a mis oídos. Me acerco y veo que es Beetee inconsciente.

—¡(TN)! ¿Dónde estás? —Escucho su voz en alguna parte de la selva, cerca de aquí. Es inútil, ya no voy a poder salvarlo y yo tampoco voy a poder ser salvada.

—¡Peeta! ¡Aquí! —De repente, Finnick y Enobaria llegan al árbol, pero no me ven al haberme escondido tras las hojas.

—¡(TN)!! —Esta vez no respondo para no descubrir mi posición ante Finnick y Enobaria. Otro cañonazo suena en el aire, poniéndome aun más de los nervios.

Podría matarlos a los dos, Finnick y Enobaria, pero dentro de un rato estaremos todos los que estemos cerca del árbol muertos.

No sé qué es lo que impulsa esas palabras en mi mente, pero las palabras que me dijo Haymitch, mi padre, al despedirnos llegan a mi mente: "Recuerda quienes el verdadero enemigo". Y tiene razón, el enemigo es Snow y siempre lo ha sido. Justo en ese momento se me ocurre una idea descabellada, que lo más probable es que acabe con mi vida y, en consecuencia, con la de mi bebé. Pienso en Peeta, en lo loco que se pondría si pudiese leer ahora mismo mis pensamientos y un atisbo de tristeza se posa en mi pecho. Puede parecer que todos mis actos sean irresponsables, que no me preocupe por la salud de mi bebé, pero en esta situación, en estos momentos, aunque me gustaría hacerlo no puedo ir como si fuera de cristal, porque es esto o morir. Es intentarlo aun teniendo muy pocas posibilidades de salir airosa o morir sin intentarlo, y me niego a eso.

Cojo el cable por el extremo cortado, y lo enrollo en una de mis fechas. Me pongo de pie y apunto hacia el campo de fuerza que se encuentra encima nuestro, justo cuando el rayo cae en el árbol, dejo ir la flecha.

Todo empieza a explotar y salgo disparada por los aires igual que Finnick y Enobaria.

Mi cuerpo se encuentra paralizado, mi mente responde, pero mi cuerpo no. Solo puedo pensar en llegar a Peeta. Se que estoy viva, pero ...

 Se que estoy viva, pero

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En llamas (Peeta Mellark y Tu )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora