Capítulo 4: Nueva perspectiva

8.8K 520 77
                                    

Alarmada y atemorizada de que las pesadillas me consuman como cada noche, abro los ojos con sobresalto y le llamo antes de que salga por la puerta.

—Peeta, no te vayas... Por favor. —Me siento como una niña pequeña temerosa, pero mi temor es mayor a la vergüenza. —¿Puedes quedarte conmigo?

—Claro que sí. Déjame que apague las luces de la planta baja. — Desaparece con rapidez de la habitación. Me quedo mirando la puerta con el temor de que en realidad se haya marchado, pero menos de cinco minutos después entra en la habitación. Se acerca y me sonríe. Me hago a un lado y dejo un espacio para que Peeta entre en la cama y se acomode a mi lado.

Sin vergüenza, Peeta me rodea la espalda y me empuja hacia él, quedando así, recargada en su pecho y permitiéndole a él poder abrazarme completamente con sus musculosos brazos por la espalda y la cintura. Es en ese momento, al sentirme tan segura, querida y a gusto, que me doy cuenta que no solo me gusta Peeta, sino que va más allá de eso, me estoy enamorando de él, si es que no lo estoy ya totalmente. Decido no dar muchas vueltas al asunto y dejarme disfrutar del momento, quedando así, totalmente dormida un rato después.


 Me despierto al notar luz entrando por la ventana. No abro los ojos todavía, quiero seguir disfrutando de Peeta y su calor un poco más. Me acomodo más a él si eso es posible y me acurruco. Vuelvo a quedarme adormilada y no sé si pasan segundos, minutos u horas, pero sigo estando igual de cómoda y satisfecha que antes. Finalmente, siendo consciente de que no podemos pasar todo el día en la cama pese a que yo en estos momentos no me quejaría, abro los ojos y me desperezo. Subo la mirada hacia su rostro esperando verlo aún dormido ya que no se ha movido en ningún momento, pero para mi sorpresa lo encuentro despierto y sonriente.

—Buenos días. —Dice con la voz ronca de recién levantado.

—Buenos días. —Le contesto feliz.

—¿Cómo has dormido?

—Muy bien gracias a ti. Es la primera noche que paso sin que las pesadillas me atormenten. Muchas gracias por quedarte, Peeta. —Le digo con sincera gratitud.

 —Me alegra escuchar eso, se te nota descansada. ¿Te apetece desayunar? —No me da tiempo a responderle ya que solo con el hecho de imaginar comida mi estomago gruñe respondiendo por mí. Le sonrío avergonzada lo que causa una carcajada en él. —De acuerdo, me ha quedado claro. ¿qué te parece si mientras te cambias yo te hago el desayuno?

—Me encantaría, pero tengo una idea mejor, solo si a ti te apetece claro. Siempre he querido aprender, pero nunca he podido, nunca he tenido ese privilegio, así que ahora que tengo a un experto a mi disposición, ¿qué te parecería el enseñarme hacer un pastel? —Le sugiero animada, deseosa de pasar más tiempo con él. No voy a huir de mis sentimientos, aunque tampoco voy a hacer nada para hacérselos saber. Con el simple hecho de estar bien y con él, ya me conformo, me he conformado con mucho menos en otras ocasiones durante toda mi vida.

—Me parece estupenda la idea. Déjame ir a mi casa a cambiarme para ponerme algo más cómodo y que me acerque a la panadería a por las cosas necesarias, cuando lo tenga todo vengo aquí y empezamos. —Me dice contento.

—Vale, ves a cambiarte y en un rato nos vemos, pero déjame ayudarte, no quiero que cargues con todo tu solo. —Me niego a que se encargue él de todo y a yo quedarme tranquila dándole faena.

—Como quieras, aunque no es ninguna molestia.

—No importa, quiero ayudarte, después de todo ha sido mi idea. ¿en veinte minutos nos vemos fuera?

—Perfecto, pues hasta dentro de un rato. —Salgo de entre sus brazos y se levanta de la cama. Antes de irse se acerca a mí y besa mi mejilla.

 Cuando escucho la puerta de la entrada cerrarse no puedo evitar dar un gritito de alegría y dejarme caer en la cama. Me parece todo tan surrealista, hace unas semanas vivía en una cabañita en la Veta teniendo que buscarme la vida para poder comer, fui a los juegos esperando morir ahí, pero logré salir con vida y ahora tengo una casa nueva, con mil cosas nuevas y he hecho amigos y me he enamorado.

Hemos vivido un horror y salido de ahí, no va a ser fácil y nunca llegaremos a tener la vida que teníamos antes de los juegos tanto para lo bueno como lo malo, pero si no queremos que esto nos consuma tenemos que intentar sobrellevarlo y seguir a delante, sino, la poca cordura que nos pueda quedar, se esfumará y estaremos perdidos igual que les ha pasado a muchos vencedores. No es noticia que cualquiera que entra allí y sale vivo, nunca vuelve a ser el mismo, te cambia por completo y te enloquece, te vuelve inestable mentalmente. Por ello, intento con todas mis fuerzas salir hacia adelante, quizás apoyándome en Peeta y Katniss, y con la muerte de Jack y los demás sobre mis hombros en todo momento, pero quiero recuperarme lo mejor posible y quizás darme la oportunidad de vivir, cosa que nunca he podido hacer. Ahora no tengo esa preocupación de salir elegida en la cosecha, ni la preocupación de tener que salir a cazar sin saber si ese día tendré algo que llevarme a la boca.

 Nuestra charla de anoche meha ayudado bastante a ver las cosas desde otra perspectiva, y aunque el dolornunca se irá, creo que las cosas pueden ser mejor y diferentes. Y si de algo hede "agradecer" a los juegos, es que gracias a ellos ahora me siento más cómodasiendo yo misma sin tener que hacer uso de esa coraza que había construidodurante casi toda mi vida para protegerme y tener que fingir ser quien no soy.Ahora tengo a gente que me importa, y quiero pensar que yo a ellos mínimamentetambién.

Me levanto de la cama y corro al baño a darme una ducha. Al terminar registro el armario buscando algo cómodo que ponerme. Me decanto por un pantalón negro, una camiseta de manga corta de color blanco y unos zapatos blancos con un bordado de flores rosas. Me recojo el pelo en una cola de caballo en lo alto de mi cabeza para que a la hora de cocinar resulte más cómodo.

 Me recojo el pelo en una cola de caballo en lo alto de mi cabeza para que a la hora de cocinar resulte más cómodo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Miro el reloj y al ver que es casi la hora, bajo y salgo a la calle a esperar a Peeta frente a su casa. Un par de minutos después lo veo salir de su casa cambiado y con el pelo mojado. Al verme me sonríe. Salimos de la Villa y comenzamos a caminar hacia la panadería de su familia. Durante el trayecto hablamos sobre lo que vamos a preparar hoy y yo le pregunto algunas cosas sobre ello, a lo que él me contesta felizmente. Nos cruzamos con habitantes que nos saludan y felicitan amablemente, incluso hay niños que nos piden un abrazo.

Una vez llegamos a la panadería, abre la puerta y me deja entrar a mi primera. Uno de sus hermanos se encuentra detrás del mostrador atendiendo a dos señoras. Pasamos de largo después de darles un breve saludo y nos adentramos en la trastienda, donde se encuentra la cocina. Su padre está en esos momentos amasando una pasta blanca. En cuanto se percata de nuestra presencia, se limpia las manos en su delantal y le da un caluroso abrazo a Peeta. A mí me saluda amablemente. Peeta le explica nuestras intenciones de hoy y él sin problema nos cede todo lo que necesitamos. Una vez ya tenemos todo lo necesario, nos despedimos y emprendemos el camino de vuelta a mi casa.

A medio camino nos encontramos con...

A medio camino nos encontramos con

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
En llamas (Peeta Mellark y Tu )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora