Capítulo 19: Diez semanas

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A media tarde me despierto de golpe por un repentino malestar y me adentro al baño corriendo precipitándome al retrete y vomitando todo lo que desayuné esta mañana. Entre los nervios y el estrés que me están produciendo tanto malestar, voy a terminar agotada y floja si continuo así el resto de días previos a entrar en la arena. Tengo muy mal cuerpo ahora mismo, todo me da vueltas y lo único que me alivia un poco es cuando vomito, pero tras hacerlo tres veces seguidas ya no queda más en mi estómago y lo único que logro sacar es bilis.

—Cariño, tranquila... ya está... —Me acaricia la espalda a modo de confortarme mientras que yo me encojo en el suelo intentando serenarme. Un sudor frio me recorre todo el cuerpo. —¿Quieres que avise a alguien?

—No, no. Tranquilo ya estoy mejor, se me pasará en un rato. —Intento restarle importancia.

—No me mientas (TN), llevas un tiempo rara. Lo he notado. No te he dicho nada porque entiendo que esta situación no es sencilla y quiero creer que estás así por todo lo que tenemos encima, pero no me mientas. —Me dice con seriedad, pero preocupado. —A veces la comida no te sienta bien, tienes dolores de estómago fuertes por la noche desde hace días y acabas de vomitar de repente. ¿Estás enferma y no me lo quieres decir?

—No Peeta, de verdad que estoy bien. Esto es demasiado en poco tiempo, la boda, la cosecha, los juegos, los rebeldes... No te preocupes, ¿sí?

—Cuando lleguemos al Capitolio coméntales lo que ocurre, nos harán pruebas médicas de por sí, pero si les dices que te pasa indagarán más.

—Peeta no es necesario, de verdad que estoy bien. —Intento convencerle para que lo deje estar.

—Por favor. No cuesta nada, y si te dicen que todo está correcto me quedaré más tranquilo. —Insiste.

—Está bien, se lo diré si eso te deja más tranquilo. —Cedo a su petición.

—Gracias amor. —Me besa en la frente cariñosamente y me abraza. —Ahora vamos a por algo que te asiente el estómago.

Para evitar llegar de madrugada al Capitolio, queriendo que lleguemos de día, el tren va más despacio de lo habitual, de manera de que en ved de tardar 14 horas en llegar tardamos 21 horas. Casi lo mismo que tardamos con el antiguo tren el año anterior cuando nos dirigíamos para enfrentarnos a nuestros primeros juegos.

Esta vez se siente extraño, porque ya no tenemos a Katniss ni a Jack, solo Peeta, Haymitch, Effie y yo.



A la mañana siguiente, nos levantamos pronto para estar listos en el momento en que lleguemos. La primera en ducharse soy yo y mientras que yo me visto se ducha Peeta. Estoy terminando de vestirme cuando de repente el tren hace un movimiento brusco y me mareo, haciéndome desestabilizarme de manera que termino por sentarme en la cama. En cuanto me recupero del mareo intento aparentar normalidad para cuando salga Peeta del baño, no quiero preocuparle más.

En cuanto desayunamos, ambos nos instalamos en el vagón final del tren, ese donde nos confesamos los sentimientos meses atrás. Se nota que ya estamos llegando al Capitolio porque el escenario de bosque y vegetación cambia por un escenario más artificial y de construcción. Pasamos por el túnel que separa el bosque con el Capitolio y antes de salir del túnel, Peeta y yo desde el cristal logramos ver el símbolo del sinsajo de Katniss dibujado en grande en una de las paredes de hormigón. Nos miramos alarmados, pero no tenemos tiempo a decir nada ni comentarlo con Haymitch ya que enseguida nos adentramos en la estación.

Nos bajamos del tren y en la estación se encuentran reunidos los habitantes del Capitolio pendientes de nuestra llegada. Me sorprende ver a muchas niñas llevando una trenza similar a la que Katniss llevó en los primeros juegos y como la que yo llevé. No nos dan tiempo para saludar, nos meten rápidamente en uno de los coches y nos dirigimos hacia nuestro hospedaje de los próximos días. Es el mismo edificio de los primeros juegos y en el que estuvimos hospedados hace unos meses en la gira de la victoria.

En llamas (Peeta Mellark y Tu )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora