Capítulo 24: Entrenamiento privado

4.9K 295 10
                                    

Comenzamos a cenar y todo va bien, pero de repente siento náuseas y he de levantarme deprisa tirando en el acto la silla al suelo causando un gran estruendo y corro hasta la habitación. Me adentro a trompicones en el baño de la habitación y me inclino sobre el váter para devolver todo lo comido durante el día.

Siento entrar a Peeta al baño y me agarra el pelo para no manchármelo mientras me da suaves caricias en la espalda. Es una escena que se ha repetido más de lo que me gustaría durante estos días.

—¿Está todo bien? ¿El bebé está bien? ¿Necesitas que llame a un doctor? —Me pongo en pie una vez me siento mejor y me enjuago la boca en el lavamanos.

—Si, tranquilo, estamos bien. —Le tranquilizo. —Es lo de siempre, las náuseas y el rechazo a según que comida. No sé cuándo van a desaparecer.

—¿Seguro estás bien? Podemos llamar a un doctor, no habrá ningún problema. —Insiste con preocupación. No puedo evitar enternecerme por ello. No sé qué he hecho yo para ganarme a un hombre tan maravilloso como él, pero agradezco mucho tenerlo.

—Seguro, está todo controlado.

—Vale... —Dice aún sin estar del todo convencido. Se agacha a la altura de mi vientre —Y tú, bebé... no le hagas estas cosas a mamá porque me preocupo. —Me agacho a su altura y le beso con todo el cariño que puedo reunir.



Al día siguiente, tras levantarnos y desayunar bajamos a entrenar. Hacia media mañana, interrumpen el entrenamiento y nos hacen ir a una sala contigua a la de entrenamiento donde nos sentamos a esperar nuestro turno para la sesión privada. Para pasar el rato, me pongo a observar a todos los tributos que estamos ahí, los analizo y un pensamiento me asalta.

—¿Cómo vamos a hacer para matar a toda esta gente, Peeta? —Le susurro para que solo él lo escuche. He tratado con algunos de ellos y han sido interacciones muy amables y cordiales. Si el año pasado me costó luchar contra los tributos y no había tenido contacto alguno con ellos, este año no sé cómo voy a hacerlo.

—No lo sé. —Me susurra de vuelta. Entrelaza nuestras manos para darme apoyo.

—No quiero a ninguno de aliado. Sigo sin entender por qué Haymitch quiso que los conociésemos mejor. No sé por qué quiere que los tengamos de aliados. Esto lo único que hará es complicarlo mucho, más incluso que el año pasado. —Digo sin evitar poder acordarme de Rue y Jack y del dolor que supuso su perdidas.

Los tributos siguen pasando, dejando la sala cada vez más vacía. Finalmente llega el turno de Peeta. Casi cuarenta minutos después me llaman. Es demasiado tiempo y tras pasar el primer cuarto de hora la preocupación se ha instalado en mi cuerpo sobre lo que estaría haciendo Peeta ahí dentro. Miles de ideas locas han pasado por mi mente y cada una pero que la otra.

Nada más entrar, percibo un fuerte olor a producto de limpieza, lo que no es muy bien recibido por el bebé quien inmediatamente me revuelve el estómago. Me percato de que una de las alfombras ha sido arrastrada al centro de la sala. Es en ese mismo momento que sé que mis ideas no iban tan desencaminadas, y sé que Peeta ha hecho alguna locura.

El humor entre los patrocinadores y vigilantes es muy distinto al del año pasado, están serios y entre ellos murmuran con aspecto hastiado.

—¿Qué has hecho Peeta? —Me pregunto en mi mente.

La preocupación que ya sentía se vuelve más intensa junto a un creciente temor. Sea lo que sea que haya hecho Peeta no es nada bueno y temo que con ello se haya señalado a sí mismo como un objetivo para los vigilantes. No sería nada bueno para él en la arena. Pero bueno, para eso estoy yo ¿no? Para apartar la ira de ellos y acapararla toda yo.

En llamas (Peeta Mellark y Tu )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora