La mansión de los Thompson se erigía majestuosa en las colinas de Alabama, rodeada de vastos jardines y árboles centenarios. Era una joya arquitectónica de la época, reflejo de la riqueza y el poder que la familia había acumulado durante generaciones. El sol de la tarde se filtraba a través de los ventanales de la biblioteca, proyectando sombras alargadas sobre las alfombras persas y los muebles antiguos. En una de las butacas de terciopelo, Victoria Thompson, de diecisiete años, se encontraba sumida en la lectura de un libro de poesía francesa.
A pesar del lujo que la rodeaba, Victoria se sentía atrapada en una vida predeterminada. Su padre, George Thompson, era un hombre de fuertes convicciones y miembro activo de partidos supremacistas blancos. La rígida moralidad y las expectativas sociales pesaban sobre sus hombros, y el deseo de libertad palpitaba en su corazón. Para empeorar las cosas, George padecía una grave enfermedad del corazón que le dejaba poco tiempo de vida. Esta situación llenaba la casa de una tensión constante, y la madre de Victoria, Elizabeth, con su dulzura infinita y su incapacidad para contradecir a su autoritario marido, no hacía más que agravar la opresión que Victoria sentía.
Aquella tarde, cansada de la atmósfera cargada de la mansión, Victoria decidió salir a dar un paseo por los jardines. Caminó sin rumbo fijo, disfrutando del canto de los pájaros y del suave aroma de las flores. Al doblar una esquina, cerca del cobertizo donde se guardaban las herramientas de jardinería, escuchó una melodía que la detuvo en seco. Era una canción de blues, interpretada con una voz profunda y cargada de sentimiento. Intrigada, se acercó sigilosamente y se asomó detrás de unos arbustos.
Allí, en un claro del jardín, estaba Michael, el hijo de la criada. Con dieciocho años, Michael era alto y delgado, con ojos oscuros y penetrantes que reflejaban una inteligencia y una sensibilidad inusuales. Sin embargo, lo que captó la atención de Victoria no fue su mirada, sino sus movimientos. Michael estaba bailando, con una precisión y una gracia que parecía desafiar la gravedad. Sus pies se deslizaban sobre la hierba con una fluidez que hacía que cada paso pareciera una obra de arte.
Victoria quedó hipnotizada por el espectáculo. Nunca antes se había fijado en Michael, pero en ese momento, sintió una curiosidad intensa. Michael, perdido en su danza, no se dio cuenta de su presencia hasta que terminó su rutina con un giro final y se encontró cara a cara con ella. En ese instante, Michael se paralizó. El miedo se apoderó de él al reconocer a Victoria, la única hija del abiertamente racista señor Thompson.
-Hola -dijo Victoria, dando un paso adelante.
Michael, todavía recuperándose de la sorpresa, la miró con cautela. Había aprendido a ser precavido en una sociedad que lo consideraba inferior por el color de su piel.
-Hola -respondió, sin poder ocultar la sorpresa en su voz. Sin embargo, su cuerpo permaneció rígido, incapaz de continuar bailando.
Victoria se acercó más, rompiendo la barrera invisible que los separaba.
-Bailas increíblemente bien. No sabía que alguien en esta casa tuviera tanto talento.
Michael sonrió tímidamente, pero no podía relajarse.
-Gracias. Es solo un pasatiempo.
-¿Cómo te llamas? -preguntó Victoria, aunque ya conocía la respuesta.
-Michael. ¿Y tú eres... Victoria, verdad?
Ella asintió, sintiendo una mezcla de emoción y curiosidad.
-Sí, así es. ¿Te importaría si me siento a verte bailar un poco más?
Michael dudó por un instante, temeroso de las posibles repercusiones de su interacción con la hija de su empleador. Su miedo era evidente, y no pudo encontrar el valor para seguir bailando frente a ella.
-Claro, siéntate donde quieras -dijo, pero no reanudó su danza. Se quedó allí, inmóvil, con la tensión visible en su rostro.
Victoria se acomodó en una piedra cercana, esperando que Michael continuara, pero él permaneció en silencio, su mirada fija en el suelo. La música y la danza se habían detenido, dejando solo el susurro del viento entre los árboles.
El tenso momento fue interrumpido por el sonido de una puerta cerrándose a lo lejos. La madre de Michael, Clara, había terminado su turno y estaba lista para irse. Michael miró a Victoria con una mezcla de disculpa y urgencia.
-Tengo que irme -dijo-. Mi madre ya ha terminado su trabajo.
Victoria asintió, entendiendo la situación.
-Lo entiendo. Ha sido un placer conocerte, Michael. Espero que nos veamos más seguido.
Michael le dedicó una sonrisa tímida y una leve inclinación de cabeza antes de alejarse apresuradamente fuera de las instalaciones de la mansión. Victoria lo observó desaparecer entre los árboles, con la curiosidad y el interés aún palpables en su pecho.
La tarde se desvaneció en un suspiro, y cuando el último rayo de sol se ocultó tras el horizonte, Victoria supo que su vida había cambiado de alguna manera. El destino le había jugado una carta peligrosa, y aunque el miedo era palpable, la curiosidad por descubrir más sobre Michael y su mundo era más fuerte que nunca.

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Tu mundo y mi mundo (MJ fanfic)
أدب الهواةEn la majestuosa mansión de los Thompson en Alabama, durante los años 50, la joven Victoria Thompson vive una vida de lujos y restricciones. Su padre, George Thompson, es un supremacista blanco. Un día, Victoria se encuentra accidentalmente con Mich...