Capítulo extra 1: Óscar y Pablo en NY

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Hola, me llamo Óscar Rubio, estoy enamorado y estoy viviendo el puto mejor verano de mi vida. ¿O es al revés? ¿Una cosa es consecuencia de la otra? ¿Qué llegó primero? Pero vamos a ver, ¿ qué estoy diciendo? Obviamente llegó primero el amor. Como en las películas románticas. Y qué mejor sitio que Nueva York. Con Pablo Bernabé a mi lado.

Vale. He empezado fatal. Lo siento. Estoy nervioso. Ya me conocéis. Y cuando estoy nervioso, no sé hilar bien mis pensamientos. Quedaos con que estoy en Nueva York alucinando com cada calle por la que paseamos. Sí, a ver, Estados Unidos lo tenemos super romantizado y luego tiene muchas mierdas. Pero claro, yo esta ciudad la he visto mil veces en pelis y en series y es como estar dentro de una. Así que perdón por estar emocionado de más. Se me pasará. Lo juro.

Llevo aquí una semana y ya me quedan solo dos días para irme. ¿Y sabéis qué? Que no me apetece volver a Madrid. Quiero quedarme aquí con Pablo todo el verano. Resulta que uno de sus tíos (se llama Jordan) tiene una casa que flipas en las afueras de Manhattan. Con piscina y jardín. Impresionante. Pero somos mil en esta casa. Y eso significa que no hemos podido dormir ni un solo día juntos. Pablo comparte habitación con su madre que, por cierto, está bastante mejor. A mí me ha tocado compartirla con un primo segundo que se llama Colin. Creo que me odia. Y que en realidad había español, pero solo quiere vacilarme, y que además ronca como si fueran truenos. Aunque todo eso es lo de menos. Porque lo estoy pesando bien. Realmente bien. Bueno, quizá no tan bien como esperaba... porque realmente no paso tanto tiempo con Pablo como pensaba que pasaría. Y como Albert y yo estamos en la época de "no hablar", y yo lo estoy respetando muchísimo, pues no tengo con quién desahogarme.

Sí, vale, hablo con Celia, y con Andrés casi todos los días. Pero qué voy a hacer. ¿Otra vez el rayado de Óscar contándoles sus movidas y cómo piensa que molesta en esa casa, y que quizá no debería haber venido? Al menos, no tanto tiempo. PERO BUENO. Relax. No pasa nada. Son solo suposiciones mías. Ya está. Pablo tiene mucho encima y yo he venido aquí a apoyarle. Ni más ni menos.

—¡ÓSCAR! —me gritó Pablo desde fuera del cuarto. Cuando abrí la puerta, estaba delante de mí con mi móvil en su mano —. Te llama tu tía.

—¿Qué haces con mi móvil?

—Te lo habías dejado en el baño... —Lo que tiene ducharse con música. Pablo me lo dio y entró en la habitación junto a mí, solo tapado por una toalla y con el pelo mojado. Verle sin ropa me seguía impactando, pero sobre todo por las cicatrices que se le habían quedado en parte del pecho después del incendio. Además de las que tenía en la cara. Seguía guapísimo, pero se me encogía el corazón al recordarlo.

Mientras se sentaba en la cama y, con otra toalla, se secaba el pelo, yo me quedé mirándole totalmente absorto. Uf, es que menudos pectorales tiene Pablo, menudos abdominales, menuda cintura, menudo...

—¿Piensas coger la llamada en algún momento?

—¡Ay, sí, joder! —respondí, volviendo a la realidad. Descolgué la llamada y lo primero que escuché fue un pitido ensordecedor que hizo que me apartara el teléfono de la oreja —. ¿Aurora?

—¡Que por ahí no se adelanta, imbécil! —gritó —. Óscar, cariño, ¿qué tal?

Su cambio de tono de voz fue automático.

—¿Pero qué está pasando? ¿Dónde estás?

—Estamos yendo a hacer una excursión Marcos y yo... Marcos, saluda.

—Hola, Óscar —me dijo Solero con aire de obligación.

—Le ha dicho el médico que es bueno que ande y esas cosas, así que me lo llevo a hacer senderismo —me explicó Aurora. No podía verla, pero estaba seguro que iba conduciendo como una loca.

Alguien para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora