Capítulo 68

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-¿Qué-qué-qué has quedado con él? ¿Pero no ibas a esperar al domingo que viene? –dije, escandalizado. Hombre, es que ¿qué era esto de adelantar así las cosas sin avisarme?

-Pues ya ves que no. Hemos quedado hoy por la tarde al lado de mi casa.

-¿Al-al-al lado de tu casa? ¿Estás loco? ¡No le conoces de nada!

-Oye, vamos a ver. ¿Eres mi padre ahora? –me respondió, cabreado. Vale, tendría que aflojar un poco o al final acabaríamos discutiendo, y esa no era la solución.

-No, no. Solo que... bueno, con lo que te he contado... me he asustado. ¿Y si no es quien dice ser?

-Pues soy mayorcito para enfrentarme. Pero seguro que hay una explicación. Es que llevamos hablando un montón. ¡Y es super majo!

-¡Porque es una trampa! –exploté y Albert flipó. –A ver, que a lo mejor no, pero en este cole hay mucho cabrón suelto, y lo sabes. ¡Mira lo que te hizo Diego!

            Albert, cabizbajo, se giró para volver a entrar en el colegio. Eso último había pinchado en hueso. No quería que se enfadara conmigo, pero había que hacerle reaccionar. Él haría lo mismo por mí.

-Oye, perdona, que no quiero que te enfades... Soy tu amigo, y los amigos se ayudan siempre.

-Pues entonces déjame un rato, Óscar. Déjame quedar con él. Tendré cuidado, ¿vale? Pero déjame –y oye, no fui capaz de seguirle, porque sabía que habría movida si insistía. Pero una cosa está clara. No va a ir solo a esa cita. Eso desde luego. Tengo que hablar con alguien que me ayude. Porque no puedo permitir que le pase nada malo. Para eso estamos los amigos, ¿no?

            Entré de nuevo poco después que Albert y justo me crucé con los indeseables de Diego, Moi y compañía. Al menos no estaba Ramón, eso ya es un plus. Les miré con cara de asco y ellos me devolvieron lo mismo multiplicado por mil. Bueno, suponiendo que supieran multiplicar, claro, que no las tengo yo todas conmigo, la verdad. Pasé a su lado con todo mi orgullo bien alto y caminé hacia clase, cuando alguien me cogió del brazo y me metió sin previo aviso en el baño.

-¡NO TENGO DINERO! –chillé.

-Que soy yo, Oski –sí, era Pablo, que suele tener el tacto de una lija. ¡Menudo tirón me había metido!

-¿Pero qué haces? ¡Casi me matas!

-No seas exagerado. ¿Es que no te acuerdas que habíamos quedado aquí? –me dijo, con esa media sonrisa que solo presagiaba algo malo... o bueno, según se mire.

-Sí, sí, es que estaba... -pero me calló dándome un beso en la boca con toda su fuerza. Me empujó contra una de las puertas de los wc y entramos dentro, cerrándola tras nosotros.

-Llevo queriendo hacer esto desde el otro día en el portal –y me metió la mano por debajo de la camiseta. Fue bajando poco a poco y la metió (la mano, aún hablamos de la mano) por dentro de mis pantalones, y empezó a acariciarme el culo mientras me juntaba contra él, pudiendo notar su polla, y joder, estaba muy empalmado.

-Pe-pe-pero... estamos en el cole... ¡nos pueden pillar!

-Me da igual. Necesito tocarte, ¿no lo entiendes? –me gimió en el interior de mi boca y su lengua recorrió todo mi paladar. Es que a ver, ¿cómo le iba a parar? Uno no es de piedra. Y si Pablo Bernabé se te pone en este mood, pues no puedes escapar.

-¿Has oído eso? –dije, y paramos de besarnos. Pero no se escuchaba nada. Estaba de los putos nervios. Una cosa era liarse en su portal y otra muy distinta en el colegio. Es que si nos pillaban, yo qué sé.

Alguien para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora