Capítulo 11

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¿Cuál era la putada? Que, al no dar casi el sol en esa piscina, no teníamos forma de secarnos. Si por no tener, no teníamos ni toallas. Eso sí, el calor era tal que, en poco tiempo, el sudor sustituyó el agua de nuestros cuerpos. Pablo seguía siendo chico de pocas palabras, la verdad. Sacarle conversación era casi imposible. No sé si es que era así, o es que yo le aburría. Quién sabe, ¿sabes?

- ¿Qué tal quedó la foto? – pregunté.

- Ah, guay, guay – pero no me la enseñó. La verdad. Os voy a confesar una cosa, y no creo que sea al primero al que le pase, ¿vale? Me ponía un poco pensar que Pablo tenía una foto mía en su móvil, guardada. Tenía su punto, ¿no? No me digáis que no.

- ¿A ver?

- Luego te la paso.

Estuve a punto de decirle que no tenía su teléfono pero me puse a reflexionar... ¿no era mejor que no lo tuviera? Es decir. Que nuestra conversación solo fuera la que tuviéramos cuando nos viéramos. A lo mejor de tener los teléfonos, hablaríamos por mensaje, la magia se rompería y, con lo que era Pablo, se aburriría de mí al minuto uno. Joder, para tener 15 años, me rallaba demasiado. ¿O demasiado poco?

- ¿Nos vamos? – dijo, levantándose del bordillo y empezando a vestirse.

- Eh, vale, vale, aunque estoy un poco mojado aún.

- Ponte la ropa y así te vas secando – me sonrió y terminó de ponerse la camiseta.

Salimos de la piscina y, como siempre, se despidió con un 'nos vemos'. Más seco imposible, joder. En serio, es que no le pillo el punto en absoluto. ¿A lo mejor por eso me tiene tan...? Sí, voy a decirlo. ¿Tan enamorado? Pero, ¿qué va a saber un puto crío lo que es el amor? Bueno, a lo mejor soy el más indicado para hablar de ello porque vivo todo más intensamente, así que a callar. Cuando llegué a casa, con la camiseta empapada, mi madre flipó un poco la verdad.

- Es que Pablo me invitó a su piscina, te lo dije.

- ¿Y no tenía toallas?

- No – respondí, como si fuera lo más obvio del mundo.

Después de comer, me metí en mi cuarto, dándole vueltas a lo que había pasado en esa piscina, a imaginarme lo que había visto bajo el agua, a seguir soñando con Pablo, cuando sonó mi teléfono. Sería Ainhoa... o Elena. Pero no. Era un número que no conocía. Eh... abrí el mensaje y ahí estaba mi puta mejor foto de toda mi vida. En serio. No estoy exagerando. Sé que no me vais a creer, pero es REAL. Si pudiera enseñárosla, lo estaría haciendo. ¿Cómo cojones había conseguido Pablo mi número de teléfono? Obviamente, es lo primero que le pregunté.

HEY. GRACIAS! FOTAZA!

Tardó dos minutos en contestar. Los dos minutos más largos de la historia.

Joder, para decir un maldito 'sí'. Si es que era de pocas palabras hasta por mensajes.

Cómo tienes mi teléfono?

Me lo dio tu amiga... María?

¿Eh? Esto... ¿le había dado mi teléfono María? ¿Cómo tenía el de ella para empezar? ¿Y... es decir, tenía tantas ganas de mandarme la foto que había investigado para conseguir mi número? Si lo pensabas, era un poco bastante fuerte, ¿no? Iba a preguntarle que cómo había conseguido el teléfono de María, pero mira, prefería hablar con él de cualquier otra cosa. Empecé a agobiarme de más, como siempre. ¿Qué le podía decir? Venga, Óscar, ahora tienes todo el tiempo del mundo para pensar un tema super guay y super inteligente. Venga. Bueno, todo el tiempo del mundo no, que a ver si va a ver que no le contestas rápido y decide dejar el móvil y no contestar más. Venga, piensa, piensa, piensa. ¡PIENSA!

Alguien para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora