Capítulo 4

36.5K 2.9K 1.5K
                                    




Esa tarde, como es obvio, no pude dejar de pensar en Pablo. Ainhoa y Elena, mis mejores amigas, me escribieron desde el viaje de fin de curso, y me mandaron fotos absurdas, y miles de whatever. '¿Qué tal por allí? Rollazo, ¿no?'. Sí, sí, todo un rollazo. En algún momento tendría que contárselo, ¿no? Bueno, ¿y por qué? ¿Acaso ellas me contaban: oye, somos hetero? Suponiendo que lo sean claro. No. Pues nada. Cuando Pablo y yo seamos novios, pues todo tan natural y listo. Qué le den al mundo. Le busqué como un stalker de manual por Instagram... raro es que no lo hubiera hecho antes. Miento. Sí lo había hecho, cientos de veces, pero lo tenía privado. No iba a aceptarme. Aunque eso era antes. Ahora me había invitado a su casa. Era el momento perfecto. Inspiré hondo, le di a 'seguir' y, corriendo, dejé el teléfono en la cama y salí a toda velocidad de mi habitación, como si fuera una granada a punto de explotar. No quise mirarlo en horas. Absurdeces que hacemos, ya sabéis a lo que me refiero.

No fue hasta por la tarde cuando me atreví a abrir la aplicación otra vez. No me había aceptado. Great. Perfecto. Lo habría visto y seguro que había pensado: joder, ¿y este pirado? Genial. ¡A ver con qué cara le miraba al día siguiente! ¡Qué vergüenza! Salí a dar una vuelta por el barrio en cuanto el sol dejó de apretar con tanta fuerza. Música en el móvil, una bolsa de Doritos verde y un Monster. No necesitaba nada más. Llamé a María pero estaba en la piscina con sus primos.

- Joder, podías haberme invitado, que estoy que me derrito literal.

- ¿Quieres venir a cuidar de los tres cabrones de mis primos?

- ¡No les llames cabrones, tía, que tienen 8 años!

- ¿Y? Son unos cabrones. Tú les conoces, no te sorprendas tanto.

- Entretenles con Instagram un poco.

- ¡Sí, para que me rompan el móvil! ¡Ni de coña! Hablamos luego, que estos animales están intentando desabrocharme el biki... ¡LUCAS, JODER, QUE NO ME...! – y se cortó.

La verdad es que no me habría importado ir con ella y, al menos, reírnos un poco de los bestias de sus primos. Pero ya era tarde. Y tampoco me lo había ofrecido. Llegué al parque y, pasando por un montón de pintadas de poemas del poeta de Instagram de moda y corazones multicolores, acabé en los bancos que rodeaban el campo de fútbol de hierba artificial. Bueno, me puedo sentar aquí y pensar en lo que voy a hacer este verano. Es decir, vacaciones con mis padres y poco más. Si es que este año nos vamos, claro. El sol aún daba con fuerza en tres cuartas partes del campo. ¿Quién podía querer jugar con ese calor? Desde luego que yo no. Estaba al límite de la sombra y... eh, espera un momento. Había alguien jugando solo en la otra punta. Dejó la pelota en el punto de penalti, cogió carrerilla y disparó, colando el balón muy cerca de la escuadra. Odiaba el fútbol, sí, pero joder, me sabía los conceptos, ¿vale? ¿Quién era el loco ese que estaba jugando solo a las putas cinco de la tarde? Vale, sí, ya lo habéis adivinado. No iba a sacarme un personaje de la manga a estas alturas de la película. Pablo. Sudoroso. Intenso. Tratando de mejorar todo lo posible. Debía acercarme. Espera. ¿Debía? ¿Seguro? Sí. Me había invitado a su casa. Nos habíamos presentado. Pero le había dado a seguir en Instagram. Y había pasado de mi culo. O a lo mejor no lo miraba mucho. O a lo mejor no quería aceptarme. O a lo mejor, Óscar, estás sobreanalizando y deberías dejar de PENSAR DE UNA PUTA VEZ Y ACTUAR.

Cuando quise darme cuenta, me había levantado del banco y caminaba por el lateral de la valla, con calma, con la lata en una mano y la bolsa de Doritos en la otra. Fue él el primero que saludó. Menos mal, menudo peso me quitó de encima.

- Hey – dijo, sin más.

- Qué haces aquí a estas horas – pregunté.

- Entrenando un poco.

Alguien para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora