Capítulo 34

16.7K 1.2K 737
                                    




- Qué de qué – respondió.

- No, esto... que-que-que me has dicho...

- Ay, Óscar, no hagas un drama de ello ahora. ¿Te extraña que te lo diga?

- No, no es eso. Pero oírlo.

- ¿Necesitas escuchar las cosas para sentir que son verdad?

            Me avergoncé al momento. Pablo ya me había demostrado decenas de veces que me quería, pero claro, había otros momentos que me hacía a dudar.

- Claro que te quiero, Óscar. Te quiero, te quiero y te quiero. ¿Tú no me quieres?

- Sí.

- Dímelo.

- Te-te quiero.

- No así – sonrió.- No porque yo te lo diga. Dímelo porque quieras decírmelo. Hazme sentirlo.

            Entendí al momento lo que quería decir y, en vez de repetir 'te quiero' una vez más, le cogí de la cara y le besé. Le besé con las ganas de mi vida. Vamos, nunca lo había hecho con tanta emoción como en ese momento. Iba a sentir que le quería, y no podría negármelo.

- ¿Suficiente? – susurré cuando nos separamos para coger aire.

- No – respondió, y el que me cogió fue él, con tanta fuerza que me volvió a tirar al suelo. Metió su mano bajo mi jersey. Estaba helada pero me dio igual. Mientras las puntas de nuestras lenguas se enredaban, sus dedos se metieron por debajo de mi pantalón y empezaron a acariciarme. Cualquiera que nos viera nos denunciaría como poco. ¡Éramos puro fuego! En serio, el frío resbalaba sobre nosotros. Mientras le besaba... era como cuando te duchas con agua caliente y tienes miedo a salir, y te quedas horas y horas bajo la ducha. Lo mismo. Esa sensación de gusto, de calidez. Me sobraba todo. Me sobraba el abrigo, el jersey, los vaqueros, los calzoncillos. Nunca había sentido algo igual. Quería que Pablo me desnudara, me besara, me lamiera, me tocara, me rozara, me mordiera. Joder, si sigo así...

            Entonces los focos del campo de fútbol se apagaron de repente y nos quedamos totalmente a oscuras. Y ese fue el interruptor que hizo que parásemos y decidiéramos irnos. Pero solo porque no había más remedio. "Nos cierran la puerta y no querrás quedarte aquí toda la noche" me dijo. Bueno, a ver, si significa estar toda la noche contigo, claro que quiero. No se lo dije. Lo pensé. Debería empezar a decir más las cosas que pensaba. Quizá así no complicaría todo tanto.

- Ahora no puedo enseñarte mi graffiti.

- Bueno, otro día, así podemos volver.

Volvimos a casa los dos dándonos la mano, besándonos cuando nadie miraba, jugando como si fuéramos amigos de toda la vida. Joder, con esto es con lo que soñaba yo. A esto me refería con ser novios. ¡Total y profunda compenetración! No hagáis el chiste, ¿eh? No seáis cerdos. Entré en casa como si estuviera en una nube. Y, por primera vez, Pablo me escribió primero. Y su mensaje no pienso borrarlo NUNCA:

ERES JODIDAMENTE PERFECTO

En mayúsculas. No porque yo esté gritando, que también. Al menos, por dentro. Pablo lo escribió en mayúsculas. ¡Y acompañado por un corazón! ¡PABLO PONIENDO UN CORAZÓN! Vamos, ni en mis mejores sueños.

- ¿Tú crees que estas son horas de venir? – protestó mi padre.

- Pero si es mega pronto.

- Mañana tienes clase. A dormir.

- ¡Tengo quince años! Bueno, casi dieciséis.

            Pero mi padre no tenía ganas de discutir y siguió viendo la tele. Mi madre no dijo ni mú. Mira, en otras circunstancias, me habría pegado el rebote del siglo. Pero no esa noche. No. Esa noche no. Esa noche era feliz como no lo había sido en mucho tiempo. Ahora diréis: uy, míralo, es feliz solo porque un tío le ha hecho caso. ¡Bueno, pues sí! ¿Y? ¿Hay algún problema?

Alguien para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora