Capítulo 6

34.2K 2.5K 2K
                                    







Mañana del martes. No tenía ni idea de a qué hora habíamos quedado. Ni siquiera si se acordaría de lo que me había dicho: "Podíamos quedar para ir a clase mañana. ¿Pasas a buscarme?". Esas fueron sus palabras, pero luego se fue de esa forma tan brusca. Y, como todos suponíamos, aún no me había aceptado en Instagram. Pero me había dejado su balón... ¿o se lo había olvidado? Ay, mira, yo qué sé. Total, ahí estaba yo, desde las 7:30 en su portal, cuando entrábamos a las 8:15. Por favor, que se acordara, que no flipara cuando me viera esperando ahí. No tenía ni su número de teléfono. ¿Cómo pensaba que iba a avisarle? ¿Cómo íba...? Pero mis inseguridades desaparecieron cuando le vi salir del portal, solo con una camiseta blanca y unas bermudas. Me fijé en sus piernas. Dios, nunca me había fijado tanto en las piernas de alguien. Su piel era oscura, achocolatada, de tantos partidos de fútbol al sol, y cubiertas de pelo, pero no en plan mal. No. Pelo bien. Pelo super bien. Pelo en el que te quieres perder, en el que quieres enredar tus dedos, y que te gustaría acariciar al despertar. Ese tipo.

- ¿Qué haces aquí? – dijo, sorprendido.

- ¿Cómo?

            Joder, genial. Lo sabía. Lo había olvidado. Genial. Estaba quedando como un loco acosador. ¡Qué vergüenza, madre! ¿Qué podía hacer? Tocaba disimular. Algo, obviamente, se rompió en mi interior. De un plumazo, con esas tres palabras, había borrado todo lo que pasó la noche anterior, aunque realmente no pasó nada, ¿no? Cada vez que trataba de hacer un acercamiento, él se alejaba. Óscar, no podías tenerlo más claro. Te lo estaba dejando cristalino.

- Ah, no, nada. Pasaba por aquí de camino a clase... Siempre paso por aquí, es como mi camino, ¿sabes?

- Óscar, te estaba vacilando, tío – sonrió. Cómo le odio. Si odiar significaba amarle hasta en sueños.

- ¡Ah! Ah, vale-vale.

- Relaja, Óscar. Pensé que no te acordarías.

- Yo pensé que tú no te acordarías – confesé.

- ¿Y por qué no iba a hacerlo? – dijo, como quien no quiere la cosa, pero a mí, como siempre, me hizo sonreír.

            En el camino al colegio, tampoco teníamos mucho de lo que hablar. Habíamos estado juntos hace unas horas. No nos conocíamos tanto como para tener temas de conversaciones, y sacarle palabras era jodidamente complicado.

- ¿Qué crees que haremos hoy?

- Peli seguro. Luego, vete tú a saber – se encogió de hombros.

- Si nos ponen una película, ¿te sientes conmigo? – dije, sin pensar. De hecho, si lo hubiera pensado, no lo habría preguntado. Ni de coña. ¿Qué estaba haciendo? Óscar, acabas de cagarla muchísimo.

- Eh, me siento con Almu, lo siento – respondió sin inmutarse. Gracias. Gracias por dejarme claro que la que te gusta es Almudena.  A ver, también yo me había emocionado de más. Por favor, acabábamos de conocernos. Estaba hasta yendo a recogerle a su casa. ¿Qué más quería? Pues muy fácil. Todo. Lo quería todo.- ¿Tú no te sientas con tu amiga? María, ¿no?

- Sí, sí. Solo era, no sé, por cambiar – tierra, trágame.

            El resto del trayecto lo hicimos en silencio. En total y absoluto silencio. Pero a Pablo no parecía importarle. Ni siquiera miraba el móvil. Simplemente, iba en su mundo. Como ajeno a todo, como si estuviera solo. Realmente, ¿para que me había pedido ir a buscarle si ni siquiera me iba a hablar? Entramos los dos en el colegio y justo me encontré con María, que corrió a hablar conmigo, mientras Pablo, sin despedirse, sin mirarme, sin saludar, se alejó, con las manos en los bolsillos.

Alguien para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora