Capítulo 83

5.6K 588 324
                                    




¿Cómo no iba a ir a tratar de salvar a Pablo? ¡Es que en qué cabeza cabe! Sé que os dejé en suspenso en el momento más emocionante, y no merezco vuestro perdón. Bueno, sí, que luego soy muy majo, pero ya sabéis que me encanta el drama. ¡No lo puedo remediar! Así que, con las llamas devorando el colegio, pues mira, ni lo pensé. Solo podía pensar en Pablo. Pablo. Pablo. Sí, Aurora también, e incluso Solero. Obvio. Pero mi corazón es casi tan cabezota como yo, y lo único que quería era saber que Pablo estaría bien.

En cuanto fui hacia la entrada, con el calor abrasándome la cara y el cuerpo, Albert me agarró del brazo con fuerza.

-¿Qué haces loco? ¡¿Y si han salido?! ¡Te estás metiendo de cabeza en un puto incendio! ¡Piensa, por favor, piensa!

-¡Ya lo sé! ¡Pero no me pidas que me quede aquí mirando y esperando a que salgan de una pieza! ¡No puedo! Soy incapaz, joder –y me solté de su mano, pero Albert me volvió a agarrar.

-¡Óscar, joder!

-¡Qué! –protesté.

-¡Que no vayas, joder, que no vayas!

-¡Suéltame! –gruñí.

-¡OYE! ¿QUERÉIS AYUDARME? –gritó Albert a Celia y compañía, que vinieron corriendo a ayudarle y a agarrarme para que no entrara.

            Yo pataleé, lancé puñetazos, grité, pero no había forma de que me dejaran ir hacia el colegio. No lo entendían. ¡Nadie lo entendía!

-Vale, vale, me quedo aquí, vale. Podéis soltarme –dije al fin.

-¿Nos fiamos de él? –preguntó Celia. Todos se encogieron de hombros y al final me soltaron.

            Miré de nuevo hacia el colegio y las llamas se reflejaban en mis ojos, quemándome el corazón. No podía ni siquiera pensar en que algo malo les pasara. No era justo. No era nada justo. ¡Y todo por culpa de esos gilipollas! Les busqué con la mirada pero ya se habían marchado. Normal. Como lo cobardes que son. Con el rabo entre las piernas.

            Mientras el crepitar de las llamas seguía sonando en mi cabeza, pude escuchar muy de fondo la sirena de los bomberos. Estaban de camino. Dentro de poco llegarían y ayudarían a calmar el incendio. Miré al cielo y lo vi cubierto de nubes, pero sin descargar su lluvia, justo cuando más lo necesitábamos. Deseé con todas mis fuerzas que se pusiera a diluviar, y recordé aquella tarde bajo el árbol, bailando con Pablo y cantando 'No es justo' bajo la lluvia, empapándonos, cantándonos, mirándonos, amándonos. Ahí creo que fue cuando Pablo hizo click conmigo y se lanzó de lleno. O quizá fui yo. No lo sé.             Entonces, una mano me cogió y me acarició con suavidad. Era la de Albert, como queriéndome decir: "te entiendo pero no puedes hacer nada. Aún así, yo estoy aquí. Déjame ayudarte". Dejé caer mi cabeza sobre su hombro y me eché a llorar.

-Óscar –dijo una voz. Tardé en reconocerla. Era la de Damián. Ni siquiera le contesté. –Creo que sé por dónde entrar sin ponernos en peligro y buscar a Pablo.

-Déjale, que ya le habíamos convencido –protestó Albert.

-¿Por dónde? –respondí casi sin pensar. Damián me señaló una de las puertas laterales del colegio donde aún no había llegado el fuego. Solté la mano de Albert, miré a Damián, los dos asentimos, y nos alejamos hacia el lateral sin que nadie nos viera. Nadie salvo Albert.

            El calor era insoportable pero ya he dejado claro que me daba igual, ¿no? Pues no lo voy a repetir tranquis. Era raro ir con Damián en busca de Pablo, pero quién mejor que su mejor amigo. Menuda frase me ha quedado. Cuando escribáis algo, tratad de no repetir la misma palabra tan seguido, aunque claro, aquí queda bien, porque lo estoy contando yo, que soy magnífico. ¡Joder, últimamente estoy muy subidito, lo sé, sorrynotsorry!

Alguien para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora