Capítulo 19

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Sé lo que estaréis pensando: putos guarros tocándose el rabo en medio de un campo de fútbol, pero es fruto de la envidia así que os lo perdono. ¿Veis lo fácil que ha sido venirme arriba? Pero es que cómo para no. Estaba tocándosela a Pablo. Más bien haciéndole una paja, y eso mira, era el top de mi vida. Estaba cuando encontré 50 euros en la calle y esto. Y, el muy cabrón, no dejaba de mirarme. Pero, lejos de intimidarme, me excitaba aún más. Yo quería que él también me tocara pero sus manos estaban quietas, apoyadas en el suelo, y así dejaba claro su poder sobre mí pero mira, ME DA IGUAL, porque me valía de sobra hacer lo que estaba haciendo. Una historia que contar a mis nietos. Bueno, no. Mejor que no.

- ¿Nos vamos? - dijo de repente, y se levantó, con estilo, con rudeza, 'a lo Pablo', y tuve que sacar rápido la mano, porque sino, con la fuerza, le habría bajado los pantalones por completo. Uf. Pablo desnudo en medio del campo de fútbol. ¿Había una imagen mejor?
Me levanté y toda la vergüenza vino a mí de golpe. Pero por suerte Pablo ya se estaba alejando. ¿Pretendía que le siguiera hasta esa fiesta? ¡Ni sabía dónde era! Y bueno, por mucho que les odiara ahora mismo, debía avisar a mis padres... y una ducha tampoco me vendría mal, todo hay que decirlo.

- Pero... ¿la fiesta es ya?

- Sí.

- ¿Ya? Es decir, ¿ya... ya?

- Óscar, relaja, que no pasa nada si no quieres venir - soltó con desdén. Eso sí, sin girarse si quiera.

- Sí-sí. Que quiero ir. Pero tendría que cambiarme.

- Ok. Nos vemos allí - y, sin más, con esas palabras, fue como si hubiera lanzado un hechizo que me dejó inmóvil mientras él se alejaba y salía del campo de fútbol. Petrificus Totalus. Es que no me moví en 10 minutos. REAL. Bueno, no. A los 30 segundos ya estaba moviéndome pero era para darle un poquitín de dramatismo, ya sabéis.

            Pablo desapareció tras los árboles y yo tardé en reaccionar. Eso sí. Me había dejado su pelota de nuevo, y una excitación difícil de bajar. Me dieron ganas de tocarme ahí mismo, en serio. Pero tengo algo de vergüenza. Poca pero tengo. Cerré los ojos, sonreí como un gilipollas, y me fui hacia casa.

Después de ducharme a toda velocidad, vino el drama de la ropa. Sí, Pablo me había visto de todas las formas posibles. Incluso recién levantado. Pero yo erre que erre, seguía empeñado en impresionarle, ¿vale? Necesitaba hacerlo. Necesitaba ponerme mono, ser el más guapo de la fiesta y, aunque sería difícil por culpa de mi cara de pan, pues oye, mira, yo lo iba a intentar. Confianza se llama. Lo que precisamente no me sobra, pero bueno, iba a intentarlo con ganas, ¿vale? Os diré lo que me puse, venga: unos vaqueros negros que os confieso, me hacían un culo impresionante y una camiseta de estas tipo béisbol, mangas cortas rojas y el resto blanco. Hasta me eché colonia y todo. Vamos, elegancia hecha Óscar. Óscar hecho elegancia... Whatever. Les dije a mis padres que iba a una fiesta de mis amigas por el fin de curso. Ni me preguntaron. Ni me lo impidieron. Que les hubiera decepcionado hacía que me dejaran hacer muchas cosas. Mirándolo bien, tenía su parte de chollo... aunque era una putada. No. Con mayúsculas. UNA PUTADA.

            Al salir del portal, escribí a Pablo preguntándole la dirección y, como en él es habitual, tardó cerca de quince minutos en contestarme y yo, como un idiota, sentado en el portal, esperando a que me dijera dónde ir. En serio, había veces que me preguntaba que qué coño hacía con mi vida, pero luego me escribía y oye, se me pasaba todo. Estar enamorado es volverse gilipollas.

            Tardé cerca de treinta minutos en llegar porque la casa... Bueno, esto os da igual, ¿no? Pues me lo ahorro y vamos directamente al tomate, a lo que interesa, al punto importante. Cuando llamé al timbre, se escuchaba a toda pastilla Lady Gaga y me abrió la puerta la persona que menos esperaba encontrarme. No penséis que era María. Pero por ahí iban los tiros.

Alguien para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora